Hace tiempo que creo que lo mejor es ver una película sin esperar demasiado de ella, ya que el exceso de expectativas es el caldo de cultivo ideal para las grandes decepciones. Por desgracia, es una meta muy difícil de alcanzar, ya que en algo te tienes que basar para decantarte por ver este título y no aquel otro. Por ahí llegan los problemas y 'High-Rise' ha sido la última víctima de ellos.
Su estimulante campaña promocional fue lo que terminó de seducirme de un título con un reparto de lo más llamativo. Por ello, me alegré mucho cuando supe que iba a poder verse durante la 13ª Muestra Syfy, pero la cosa cambió según avanzaba su metraje, ya que es uno de esos casos en los que priorizar el estilo por encima del contenido se convierte en un poderoso enemigo que acaba haciendo trizas sus méritos.
De lo interesante a lo frustrante
‘High-Rise’ comienza planteándonos una interesante micro-sociedad en el interior de un rascacielos que utiliza la altura del piso en el que vivas para establecer cuál es tu estatus. Esa obvia diferenciación encuentra el respaldo de que los habitantes de estancias inferiores serán siempre los primeros con problemas cuando surjan los problemas técnicos, algo que no dejará de empeorar a medida que pasen los minutos.
Sin embargo, lo que realmente vertebra los primeros minutos de la película es la llegada de un nuevo habitante interpretado por Tom Hiddleston. A través de él vamos descubriendo el sistema que rige en el rascacielos, lo cual seguramente sea el motivo para que el actor opte por una muy acertada interpretación de corte pasivo, a caballo en casi momento entre el mero observador y el no tener del todo claro cómo proceder hacia lo que tiene ante sí.
El papel activo recae en un sorprendente Luke Evans que aquí realmente justifica el hecho de que en Hollywood hayan querido convertirle en una estrella. De él surgen los excesos que van creciendo cada vez más hasta explotar en un extenso tramo final en el que ‘High-Rise’ te exige una inmersión total hacia lo que sucede en pantalla si no quieres acabar completamente frustrado ante lo confusa que puede volverse.
Es entonces cuando la película asciende de forma definitiva a la categoría de experiencia, pues todas esas pequeñas rarezas expuestas hasta ahora, tanto las propias de los personajes como de diversos acontecimientos, se elevan a la máxima potencia con el objetivo de conseguir una gigantesca catarsis que no tiene especial interés en integrar al espectador. Si lo has aceptado todo, gozarás, pero de lo contrario acabarás incluso sintiendo antipatía hacia ‘High-Rise’.
’High-Rise’, el cómo por encima del qué
Lo curioso de todo ello es que el mensaje de ‘High-Rise’ no es nada difícil de entender, ya que te lanza directamente a la cara la reflexión que plantea sobre una parábola que ya hemos visto en otras ocasiones -en ‘Snowpiercer’ sin irnos muy atrás en el tiempo-. Donde llegan los problemas es en la forma de abordarla, ya que Ben Wheatley parece mucho más preocupado en las sensaciones que quiere transmitir que en la historia que quiere contar.
Eso sí, sería injusto obviar ahí la importancia del guion de Amy Jump, colaboradora habitual de Wheatley, basado en la novela de J.G. Ballard, ya que por un lado plantea bastante bien las grietas de la sociedad del rascacielos, pero lo hace sacrificando una presentación y definición de personajes realmente estimulante. Ahí son los actores los que logran sostener el interés durante la primera fase de ‘High-Rise’, pero la cosa se derrumba con la llegada del caos.
Por mi parte, nunca tendré problemas en anteponer el cómo al qué, pero lo segundo tiene que cumplir unos mínimos y encajar con lo primero. De ahí que ‘Mad Max: Furia en la carretera’ (‘Mad Max: Fury Road’) por mucho que no sea más que unos personajes intentando escapar de otros. Por desgracia, en ‘High-Rise’ sólo noto cierto interés en balancearlo durante sus primeros minutos, para crear esa sensación de que algo raro pasa -y va a pasar-.
De hecho, el director de ‘Turistas’ (‘Sightseers’) muestra una ambición desmedida en su apuesta del cómo cuenta la historia, lo cual sirve como base para imágenes individuales muy poderosas e incluso para decisiones de lo más curiosas como la forma de emplear cierto tema de Abba, aunque a cambio no tarda en echar mano de decisiones bastante cuestionables de los personajes que te sientan como una patada al cerebro.
El problema crece porque nuestro escaso apego hacia los personajes provoca que realmente nos importe poco que sea de ellos y también lo que suceda con la revolución de las, por así llamarlas, clases bajas. Todo se embarulla y narrativamente la película se convierte en un absoluto fiasco, ya no porque te aburras si no lo aceptas literalmente todo, sino porque hasta se vuelve redundante -y cansina- en su mensaje sólo por el lucimiento personal de Wheatley. Mal.
En definitiva, ‘High-Rise’ es una película que va de más a menos y acaba siendo frustrante por cómo prioriza el estilo por encima de la sustancia. Cierto que no le faltan virtudes y que es necesario que haya realizadores que apuesten fuerte por hacer cosas distintas -habrá algunos espectadores que literalmente alucinen con ella-, pero prefiero entretenimientos solventes como, por citar un caso reciente, 'Cien años de perdón' a propuestas así de, seré generoso, fallidas.
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