'Superman: Hijo rojo': un entretenimiento que simplifica el extraordinario cómic de Mark Millar

Los aficionados al noveno arte, y más concretamente a la editorial DC, son sobradamente conocedores del inmenso abanico de posibilidades que ofrecen las historias conocidas como Elseworlds —homólogas a los What If de la Casa de las ideas—. Relatos como el soberbio 'El clavo' de Alan Davis y Mark Farmer o el igualmente brillante 'Kingdom Come' de Mark Waid y Alex Ross, que plantean realidades alternativas para nuestros superhéroes de cabecera.

Puede que el mecanismo idóneo para adaptar al medio audiovisual este tipo de narraciones sea a través de unos largometrajes animados que, centrándonos en Detective Comics, nos han dado gratas sorpresas de la talla de 'Año uno' o las dos partes de 'El regreso de el Caballero Oscuro' y, como no podría ser de otro modo, las decepciones de rigor representadas por títulos como 'La broma asesina' o 'Batman: Silencio'.

Desgraciadamente, 'Superman: Hijo Rojo', probablemente, una de las adaptaciones que más esperaba, ha terminado formando parte de este segundo grupo de fiascos, siendo su mayor pecado una excesiva simplificación que termina desvirtuando por completo el estimulante material original de Mark Millar, incluyendo sus interesantes personajes y lecturas.

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Vamos a crear por un momento nuestro propio Elseworld, en el que el cómic de Mark Millar, publicado en el año 2003, no existe. En este universo alternativo, la 'Hijo Rojo' animada ofrece unos sorprendentes y ajustadísimos 80 minutos de entretenimiento y espectáculo enriquecidos por una sorprendente premisa: el pequeño Kal-El, más conocido como Superman, no aterrizó en Arkansas, sino en la Rusia Soviética de Stalin.

Partiendo de esta base, el director Sam Liu y el guionista J.M. DeMatteis aprovechan el rico imaginario de DC adaptando a sus personajes más icónicos a este nuevo marco, desarrollando arcos dramáticos lo suficientemente atractivos y brindando una buena dosis de acción y épica con las que salpimentar una historia articulada con brío, pero más inocua de lo que cabría esperar.

El problema llega cuando rompemos este utópico escenario y nos dejamos llevar por las siempre odiosas comparaciones. Y es que esta aproximación a 'Hijo Rojo' opta por simplificar hasta el absurdo los tres números que componen la creación de Millar, destruyendo de un plumazo cualquier atisbo de complejidad e inteligencia tanto la fórmula, como de los protagonistas.

Así pues, toca decir adiós al escalonado ascenso de Superman al poder dentro del regimen comunista y a su peculiar relación, casi paterno filial, con Joseph Stalin; al trasfondo de personajes como el Batman anarquista —aquí reconvertido en un lunático sanguinario—, o de una Wonder Woman transformada en poco más que un instrumento al servicio del guión.

En lo que sí acierta, hasta cierto punto, es en la reducción de la escala respecto al cómic. Tratándose de un filme animado que pretende condensar unas 170 páginas en poco menos de hora y media, se antojaba necesario sacrificar elementos como el grueso de villanos o el delirante componente espacio-temporal con el que clausura el original; pequeñas pérdidas que restan atractivo, pero suman en agilidad y concisión.

'Superman: Hijo Rojo' cumple sobradamente en cuanto a aspectos técnicos y a espectáculo se refiere; incluso podría llegar a sorprender al espectador neófito en la materia. No obstante, incluso estos últimos podrían llegar a encontrar demasiado ridículas y superficiales unas lecturas políticas dignas de panfleto preescolar. Habituales del cómic y devotos de la obra de Millar, mejor abstenerse.

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