Es fácil coincidir en que 'Supergirl' es una serie superheroica sin complicaciones, que no aprieta las tuercas más de lo debido ni en la acción, ni en la violencia, ni en lo dramático, ni en la extravagancia (y eso que en el universo de Superman hay mucho, mucho espacio para eso). Nada resulta excesivo en esta producción de The CW, lo que puede llegar a hacer pensar que es una serie mediocre.
Pero de algún modo, la fuerza y el cariño con el que 'Supergirl' perfila a sus personajes, sobre todo a la protagonista titular, hace evidente que es ahí donde reside su auténtica personalidad. Como si los responsables de 'Supergirl' se hubieran percatado de que el romance con Mon-El, pese a todos los elementos de interés que tenía (desde su origen como enemigo casi inevitable de los kryptonianos a los simpáticos alivios cómicos derivados de su adaptación a la Tiera), obligaban a la serie a convertirse en una producción superheroica más.
Y por eso lo han quitado de enmedio, para que 'Supergirl' no pierda de perspectiva su feminismo ligero, amable y pop: Kara no necesita a un hombre para realizarse, ni como mujer ni como heroína. Por supuesto, eso ha traído un coste: igual que el primer episodio de la cuarta temporada de 'The Flash' es una transición hacia una normalidad más ligera, el primero de la tercera de 'Supergirl', pese a su dramatismo, es necesario para volver a presentarnos a una Kara centrada en sí misma.
Y lo hace usando las reglas de la ficción superheroica, especialmente el tema de la doble identidad, para hablar de cómo se puede gestionar una pérdida. Puede que los dramas de 'Supergirl' sean sencillos, pero eso no les quita humanidad -y se le debe esa cercanía, sobre todo, a la versátil, magnética y nada sencilla encarnación de Melissa Benoist como Supergirl-. Por eso, precisamente, la parte menos interesante de este arranque de temporada son los conflictos humanos, quizás el talón de Aquiles permanente de la serie.
Aunque parece evidente que se va a prestar atención al futuro matrimonio (condenado al fracaso, por cierto: Floriana Lima deja la serie) de Alex y Maggie, no deja de ser lo menos interesante de la serie.
Aquí, la ya felizmente establecida pareja de aguerridas agentes del orden formada por Alex y Maggie es el anclaje con los conflictos no-superheroicos, del mismo modo que en temporadas anteriores lo fueron las crisis de identidad de Jimmy Olsen y su triste vigilante callejero que nunca cuajó del todo (ni intuímos que lo haga en esta temporada, donde parece que se le está dando de lado poco a poco). Sin duda Alex y Maggie -pese a lo encomiable que sea la visibilización de una pareja lesbiana en televisión sin hacer de eso ningún acontecimiento especial- son lo menos interesante de la serie, y mucho menos cuando, en el cuarto episodio, vaticina dramas muy, muy serios en el horizonte.
Gente con capa, sin más... ni menos
Pero para todo lo demás, Supergirl sigue siendo la serie chispeante y despreocupada que nos cautivó en su primera temporada. La ausencia de Cat Grant sigue pesando -y da la impresión de que veremos cada vez menos a Kara como periodista-, pero hay aventura luminosa y jovial: Kara viaja con J'onn a Marte en un coche clásico que se transforma en nave; liquida a una enemiga superpoderosa de un hastiado cabezazo; buena parte del presupuesto se va en planos trucados de Kara convirtiéndose en Supergirl o, simplemente, de la heroína survando los cielos, algo de lo que francamente nunca nos vamos a cansar.
A lo que sí apunta este arranque de la serie es a un nuevo personaje con poderes, interpretado por Odette Annable (a la que recordamos de la añoradísima 'Banshee'), que se está desarrollando muy poco a poco y de quien no diremos más para no entrar en spoilers. Su rápida integración en el grupo estrictamente femenino de Kara, Alex, Maggie y Lena Luthor garantiza futuros dramas que, bien gestionados, pueden superar sin problemas la melancolía amorosa de Kara y los dilemas maternales del futuro matrimonio de chicas. Estaremos atentos.
Como último detalle, subrayemos lo acertadísimo del capítulo emitido más recientemente (vaya semana: El Hombre Elástico en 'Flash' y esto en Superghirl), y que puede considerarse una versión modesta y jovial de lo que 'Batman v Superman' intentaba hacer durante dos horas y media: la idea de que si un alienígena con las características de un kryptoniano llegara a la Tierra, sería venerado como un Dios.
Aquí, Supergirl genera un culto y se nos cuenta el proceso rememorando, de forma muy inteligente, el accidente de avión en el que Kara tuvo que intervenir unos años atrás, saliendo del armario tras ello. Un testigo accidental de aquel salvamento se convierte en líder de una secta que emplea la auténtica religión kryptoniana para fundamentar una religión en la superioridad de la heroína. El episodio mezcla, sin complicarse, unas cuantas reflexiones sobre la fe como apoyo para desesperados y cómo diferenciar una fe verdadera de otra que no lo es (spoiler: no hay forma). Y lo hace como siempre, con gente disfrazada que vuela y explosiones.
Puede que 'Supergirl' no sea la serie de superhéroes más sofisticada del momento. Pero es una clase magistral acerca de cómo mantener los pies en la Tierra y lanzar cada semana a los espectadores aventuras superheroicas claras, honestas, inteligentes y divertidas. Confiemos en que en esta temporada, 'Supergirl' siga volando alto.
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