Clint Eastwood es uno de los grandes directores norteamericanos aún en activo, pero eso no quiere decir que todos sus trabajos sean grandes películas. De hecho, llevaba ya la friolera de 10 años sin regalarnos un título excelente. En ese intervalo de tiempo sí que ha habido espacio para producciones muy estimables como ‘Gran Torino’ o ‘J. Edgar’ -la primera más que la segunda, eso sí-, pero incluso en ellas faltaba algo para poder equipararlas a sus mejores obras.
No tenía muchas esperanzas en que eso fuera a cambiar con ‘Sully’ por mucho que fuera su primera colaboración con Tom Hanks y contase además con el matiz adicional de haberse rodando mediante la utilización de cámaras IMAX -algo, que por desgracia, pierde relevancia al verla en un cine convencional-. Me equivocaba, ya que estamos ante lo mejor de Eastwood desde ‘Cartas desde Iwo Jima’ (‘Letters From Iwo Jima’) y aún no tengo claro si es incluso mejor que aquella.
La otra cara del héroe
Siempre me ha fascinado la marcada tendencia norteamericana a convertir en héroes a mucha gente que ha hecho algo extraordinario para luego derrumbarlas a la primera ocasión de ello. Seguramente no merecían lo primero y tampoco lo segundo, pero esos vaivenes te dejan marcado para siempre y el gran eje dramático de ‘Sully’ es precisamente ese. ¿Fue Chesley Sullenberger un héroe o simplemente arregló a lo grande el error que cometió al decidir aterrizar sobre el río Hudson?
Por ello, el guion de Todd Komarnicki centra su atención en lo que sucedió después, la investigación para determinar la responsabilidad de lo sucedido. Vamos, nadie murió, pero hay muchas indemnizaciones que pagar y Sully se convierte en el objetivo fácil al que echar la culpa de todo. Eso lleva a lo que se podría ver como una demonización de la NTSB, pero no es una licencia dramática exagerada, sino un simple refuerzo para ampliar el rango de emociones con las que lidia el protagonista.
Es ahí donde entra en escena la esencial aportación de Hanks, quien es cierto que reincide en parte en su imagen de americano medio honrado, pero aquí cuenta con un enfoque diferente, estando totalmente desprovisto del arma del humor para crear esa necesaria conexión con el público. Aquí ha de lograrlo mediante el sufrimiento y las dudas internas, mostradas ocasionalmente a través de flashbacks y visiones a modo de refuerzo, pero casi siempre confiando en su capacidad interpretativa.
Abrumadora en multitud de frentes, era muy sencillo limitarse a parecer perdido y poner cara de circunstancias. De hecho, habría sido suficiente algo así en una propuesta sencilla y correcta, pero no es el caso de ‘Sully’, ya que Eastwood confía de forma ciega en él para mantener el interés dramático de la película durante sus dos primeros tercios. Sus éxitos, sus dudas y la forma de lidiar con el entusiasmo ajeno mientras que su universo se viene abajo ya te atrapan de por sí, pero Hanks lo lleva más allá.
El magnífico tramo final de ’Sully’
La gran dificultad añadida de ese objetivo es que el guion de Komarnicki niega a Hanks el enorme respaldo que recibiría de mostrar de entrada lo que sucedió durante esos 208 segundos, dejando así con la duda al espectador sobre si realmente hizo lo correcto. Es él quien ha de volver a convencernos de lo que parece obvio a medida que surgen pruebas que apuntan en otra dirección.
Es cierto que cuenta con el apoyo de varios personajes secundarios -ahí el que más brilla es Aaron Eckhart como el gran apoyo de Hanks cuando las dudas de Sully se disparan- y con un solvente trabajo de puesta en escena por parte de Eastwood en la línea de su acercamiento con un toque más clásico y reposado que no se estila últimamente demasiado, pero él es el que eleva la película hasta que Eastwood toma el control, aumenta la intensidad y nos deja con la carne de gallina sin traicionar en ningún momento el espíritu de la película.
Estaba claro que la reconstrucción de lo sucedido iba a ser el punto dramático álgido de ‘Sully’ y también la fase más espectacular en lo visual, lo cual podría haber creado un desequilibrio en cualquiera de las dos direcciones. Eso no sucede aquí, ya que Eastwood logra que todo funcione con una precisión asombrosa, incluso detalles que al principio invitan a la desconfianza como dar casi todo el peso dramático de la experiencia de los pasajeros a tres personajes -un padre y sus dos hijos ya adultos-.
Esa magistral reconstrucción de lo sucedido es lo que lleva a ‘Sully’ a otro nivel, teniendo poco que envidiar a los mejores trabajos de Eastwood. Quizá se apoye un poquito de más en el arquetipo con algunos secundarios, pero realmente aportan lo que se requiere de ellos sin dejar con la necesidad de saber más sobre ellos. Más allá de eso, una investigación interesante -algo tradicional, sí, pero efectiva y concisa, esto último otro de los grandes aciertos de la película-, un sobresaliente trabajo de Hanks y un Eastwood que sabe muy bien cuándo tomar el control e impactarnos.
En definitiva, ‘Sully’ es una estupenda película que raya en todo momento a muy buen nivel, pero sabe ir varios pasos más allá durante sus últimos minutos para terminar de conquistarnos por completo en una jugada más arriesgada de lo que parece a simple vista –todo gira alrededor de lo que sucede entonces y podría haber sucedido que el espectador llegase ya cansado a ello-. Si a eso le añadimos un Hanks inspiradísimo, lo que no es queda es una cinta que no podéis dejar escapar de las salas sin haberla visto antes.
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