El esperado regreso de la serie ‘Stranger Things’ a Netflix es, por encima de todo, una confirmación de la apuesta de la plataforma por su marca estrella, lo que significa que dentro de su producción el cine de terror y fantástico ocupa una posición preeminente, y eso solo hace que confirmarse en su temporada más oscura y espeluznante, en la que los hermanos Duffer han decantado la balanza de la ciencia ficción hacia sus extremos más surrealistas y oníricos.
De modo que el otro lado ahora es un territorio infernal en donde no solo hay demogorgons, anatómicamente incorrectos, sino figuras diabólicas que alteran la consciencia, entrando en otro terreno diferente a la creature feature que había desplegado hasta ahora. Ya desde el inicio, la temporada 4 sorprende por su tono, que entra de lleno en el horror de instituto, mezclando Satanic Panic y heavy metal con algunas escenas de body horror que podrían formar parte de una secuela de ‘Pesadilla en Elm Street’ (A Nightmare on Elm Street, 1986) o 'IT' (2017-2019).
A partir de ahora SPOILERS de la temporada en el texto
Pero su tono oscuro no solo se extiende a su voluntad de entrar de lleno en el género, sino que es uno de los pilares para afrontar el pasado de Eleven y todo lo acontecido en el laboratorio de Hawkins, construyendo capítulo a capítulo un crescendo que tiene su recompensa en un final magistral, un gran trabajo de itinerario que convierte a la temporada en una respuesta directa, por fin, a las preguntas que generaba el inicio de la serie en 2016. ¿Qué tiene que ver Eleven con el otro lado, qué relación guardan los experimentos con el mal que asola Hawkins?
El primer episodio marca la pauta, y su duración de 75 minutos lo convierte en una minipelícula de presentación. Ya la escena de inicio es brutal y cambia todo para Eleven, probándose al final un cold opening justificado y clave para entender no solo la temporada, sino la mecánica de la serie. Mientras los personajes lidian con la tragedia de la temporada 3, las diferentes tramas toman un sendero en varias direcciones que, como se ha comentado ya en todas partes, aumenta la escala de la narración.
Una temporada absolutamente sensacional
Y hasta ahí podemos ir señalando que todo lo que se dice de esta temporada es cierto. Es más ambiciosa, se nota que tiene 30 millones de dólares por capítulo y en su mayor parte funciona como una exploración en la mitología de la serie ignorada en las dos temporadas anteriores. Los nuevos personajes, como Argyle y Eddie Munson — un heavy rolero con nombre de personaje de Iron Maiden salido de ‘Deathgasm’ (2015)— son estupendos, el primero forma con Johnathan una versión primigenia de los protagonistas de ‘Wayne’s World ‘(1999) o ‘Cero en conducta’ (Detroit Rock City , 1999) y el segundo es el freak del metal que todos hemos conocido en clase alguna vez.
Max tiene un desarrollo mayor y es el principal contacto con la némesis de esta temporada y Robin sigue demostrando el gran descubrimiento de Maya Hawke. Sin embargo, pese a la expansión espacial y la ruptura de ciertos esquemas heredados de otras temporadas, esta vez sí que hay un intento de vuelta a los orígenes representados por el conflicto de Eleven, que debe lidiar con la pérdida de sus poderes volviendo a las etapas más traumáticas de su educación, olvidadas en la memoria, conectando de nuevo la mística de la serie con ‘Beyond the Dark Rainbow’ (2010).
También cambia la dinámica principal de la serie y se vuelve a un misterio en el que la pandilla de Hawkins se asemeja a los investigadores juveniles de la nueva Nancy Drew, con momentos que van replicando greatest hits del cine llamados por el propio éxito de la serie, como la visita a un psiquiátrico y arañas como en ‘Historias de miedo para contar en la oscuridad’ (Scary Stories to Tell in the Dark, 2019) y muchísimas pistas visuales primas hermanas de la dupla 'IT' (2017-2019), como la visita a Mrs. Kersh, Max levitando abducida y esa figura a lo Freddy Krueger y Pennywise que es Vecma, cuyo modus operandi tiene una explicación en el desenlace.
Vuelta a la habitación del arco iris
En el primer episodio hay una tendencia a estirar demasiado algunos momentos que resultan redundantes, pero el resto de la temporada se sobrepone y salvo el uso de flashbacks constantes innecesarios —tiene pinta que alguien de producción en Netflix quiere asegurarse que la gente se pueda enganchar empezando desde la 4ª—, la duración de cada capítulo no arrastra el ritmo y todas las subtramas confluyen armónicamente en un monumental episodio final en el que sus 100 minutos casi se quedan cortos.
Mientras todas las líneas argumentales van llegando a un clímax, el episodio 7 se centra en Eleven y se remonta al principio, explorando la raíz del mal que azota a Hawkins, con la niña obligada a revivir recuerdos dolorosos para poder recuperar sus poderes, mientras flota en el tanque de agua su mente se desplaza al pasado y se nos revela que el ayudante de Brenner es en realidad su primer paciente, el número 001, un desarrollo muy cuidadoso que nos va mostrando las claustrofóbicas sesiones en la habitación del arco iris y cómo él le va engañando.
Un juego de guion que nos permite ver las atrocidades de Brenner y las rivalidades entre los distintos alumnos como una distracción, para que al final la revelación tenga un efecto tremendamente impactante. Las represalias al asistente y los recuerdos de la matanza pasan de poner a Eleven como sospechosa, luego su contrincante, hasta convencerla de que debe huir, consiguiendo que le saque el dispositivo de rastreo implantado en su cuello, que es cuando se revela la verdadera identidad del ayudante como el paciente 001 y sabemos que el chip no era tal, sino un supresor de poderes.
El origen de un villano descomunal
El guion hace luego un triple salto mortal y une la historia de 001 con la que cuenta Victor Creel, interpretado por Robert Englund, resultando que su hijo Henry Creel es el primer paciente de Hawkins. Henry fue quien provocó pareciera encantada —todo ese flashback tiene reminiscencias a Amityville— y cuando fue consciente de su poder psíquico, persiguió a su familia con visiones antes de finalmente matarles para dejar que a la mayoría de ellos, dejando que su padre fuera incriminado por los asesinatos y encerrado en un hospital psiquiátrico como un asesino en serie perturbado.
Henry luego se encontró al cuidado de Brenner, que inicia todo el programa en el que entra Eleven. El guion de los Duffer va encajando cuidadosamente todas las motivaciones y obsesiones del niño para explicar al gran villano de la temporada, Vecna. Todo encaja y la aparición de las arañas en los sueños de Max, los tarros que encuentra Nancy, y las víctimas que aparecen colocadas en “capullos” en el espacio mental de Vecma, responden a su fascinación por la lógica de las viudas negras y su mentalidad depredadora del débil.
Esto explica también su posición reinando en el otro lado como si este fuera una tela de araña en donde puede conseguir a sus presas rompiendo la percepción dimensional de estas, logrando además que el contacto psíquico y su muerte abran pequeñas brechas en el mundo real, lo que explica su relación con el gran villano del mundo del revés. Pero antes de llegar a ese punto Henry solo busca matar en 1979, porque considera que el resto, salvo Eleven son débiles, la considera la única a su altura, lo que hace que tenga una implicación bastante turbia, teniendo en cuenta la edad.
Por ello Eleven se enfrenta usando un recuerdo feliz, en vez de triste, añadiendo un matiz de la fuerza positiva o negativa, a lo ‘Star Wars’ según la fuente de tus poderes y lo domina. Hay un magnífico duelo que recuerda más que nunca a ‘Scanners’ (1981) de David Cronenberg y cuando acaba con Creel abre un portal al mundo revés y le encierra en la dimensión.
Dos grandes elementos de la serie confluyen
Vemos cómo Henry se convierte en el monstruo que ahora aterroriza a Hawkins en el presente como Vecna, poseído y mutado hasta ser un monstruo en una trama que recuerda mucho a la de El doctor Channard cenobita en ‘Hellbound: Hellraiser II’ (1988), incluido hasta en el diseño, siendo de la misma manera humanos encerrados en una dimensión infernal al servicio del señor del mal, incluso el espacio infernal de aquella tiene puntos en común. Al mismo tiempo que se nos revela esto, conectamos con lo que sabíamos en la primera temporada, que el agujero del laboratorio había sido abierto por Eleven.
Esta relación entre los males y terrores que aparecen por la brecha une por fin las dos tramas de ‘Stranger Things’ que parecían no tener relación alguna entre sí, los chicos con poderes y el mundo del revés, ahora sabemos que hay un “anti-Eleven” que dirige todo desde el otro lado y que su nacimiento tiene que ver con los experimentos, los humanos con poderes y la capacidad de estos de alterar la frontera de ambas dimensiones. La búsqueda de víctimas de Vecna, por otra parte, tiene un punto similar a la mitología de ‘La torre oscura’ de Stephen King, y es posible que tenga más implicaciones de las explicadas.
Quedan dos episodios con casi cuatro horas por delante para terminar la temporada el 2 de julio y aún se deben resolver muchas situaciones, especialmente cómo la recuperación de los poderes de Eleven afectará a su enfrentamiento con los demonios de Hawkins, ahora que está “supervisada” por una facción del gobierno que cree en ella, la escala se ha convertido en algo gigante y queda por ver cómo se une en una última temporada. Con la 4 por acabar, puede decirse que es la mejor desde la primera, mucho más madura, bien escrita y sin perder nunca su esencia.
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