‘Stranger Things’ es la gran joya de la corona de Netflix. Llegó de forma sorpresiva en verano de 2016 como vehículo nostálgico que recuperaba a Winona Ryder del olvido y en apenas unos días se convirtió en un boom mundial. Ese cruce entre el cine de Steven Spielberg y las novelas de Stephen King conquistó al público y en Netflix no han dudado en mimar lo máximo posible la serie.
De hecho, han pasado casi dos años desde el estreno de la segunda temporada hasta la llegada de la tercera este jueves 4 de julio. Suele decirse que el tiempo es oro, pero lo es aún más cuando tus protagonistas son niños. Una presión añadida para los hermanos Duffer, quienes se enfrentaban aquí ante el reto de no limitarse a un más de lo mismo. No tengo una respuesta definitiva ante esto al haber visto solamente un episodio, pero sí que he disfrutado bastante viajando de nuevo a Hawkins.
El verano de 1985
Una de las principales señas de identidad de ‘Stranger Things’ siempre fue su ambientación ochentera. A veces un tanto excesiva, lo cierto es que la serie sería muy diferente sin eso y en este arranque de tercera es algo que saben aprovechar a su favor, utilizándolo para explicar los cambios por los que está pasando Hawkins tras la reciente apertura de un nuevo centro comercial. Nunca saturan, ni siquiera cuando son quizá demasiado directos, y aportan lo que la serie necesita.
Y es que ese cambio en el escenario es una forma de redundar en la nueva situación de los protagonistas. Por ahora se ha hecho especial hincapié en la relación entre Mike y Once, algo que ha dado pie a que David Harbour explore con acierto su vis cómica, pero lo cierto es que se han ido dado las pizcas necesarias sobre todos ellos y con una fluidez por parte de los Duffer, directores y guionistas del episodio, intachable.
Los personajes conservan su encanto y su nueva situación puede dar el suficiente juego como para que uno nunca se canse de ellos. Sí que tengo especial curiosidad por cómo evolucionará el agridulce regreso de Dustin a Hawkins, pero en líneas generales todos los arcos que se plantean funcionan. Ahora la cuestión está en saber desarrollarlos.
La principal pega
Algo menos entusiasta soy en todo lo relacionado con la amenaza que va a volver a poner todo del revés. Ya en la primera temporada fue un aspecto que no terminó de convencerme demasiado y ese aspecto tampoco mejoró demasiado en la segunda. Soy consciente de que es algo necesario para que el lado paranormal de la serie siga ahí, pero en este primer episodio es lo que más ha transmitido la sensación de estar viendo otra vez lo mismo pero con ligeras variaciones.
Es curioso que los Duffer consiga que eso no suceda con el corazón de la serie que son sus protagonistas pero al mismo tiempo se frenen a sí mismos en lo que diferencia la serie en el plano puramente argumental. Esa fricción no hace que dejes de disfrutar con ‘Stranger Things 3’ porque todo lo que tenía de bueno la serie de entrada sigue ahí, incluso algo mejor en algún punto -se nota que ahora hay más dinero para la ambientación-, pero ese pero cada vez es más grande.
La cuestión está ahora en saber cuándo habrá un avance definitivo en todo lo referente al Upside Down y las criaturas que lo pueblan. En este primer episodio solo hemos tenido un pequeño aperitivo de los peligros a los que tendrán que hacer frente los chavales. Ningún problema en aceptar el peaje de la repetición si a cambio van preparando todo para una cuarta temporada en la que haya cambios reales. Si no, seguiré disfrutando de sus virtudes.
En resumidas cuentas, ‘Stranger Things’ mantiene los virtudes y los defectos de la serie en este primer episodio de su tercera temporada. En otra época las pegas me habrían molestado más, pero como entretenimiento veraniego pocas cosas mejores que ésta vamos a encontrar.
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