“Es divertido observar lo que une a todos los seres vivos…cuando las cosas van mal, y la presión se hace insoportable, todas las criaturas de la Tierra se esfuerzan por una única cosa…su propia supervivencia”- Dra. Iris Henimen
Después del parón de tres años después de ‘Salvar al soldado Ryan’, Spielberg regresó con tres proyectos muy distintos que filmó en pocos meses, una forma de trabajar que ha venido cumpliendo bastante a menudo. Tres películas muy distintas entre sí, aunque las dos primeras fueran relatos de ficción científica. De modo que apenas un año después del fracaso comercial y crítico de ‘Artificial Intelligence’, llegaba a las pantallas de todo el mundo su primera colaboración con Tom Cruise, un policiaco futurista con el que esperaban, además de un gran éxito popular, profundizar en algunos temas sociales, muchos de los cuales, a día de hoy, no es que suenen próximos, es que ya están aquí.
En mi opinión, si ‘Inteligencia artificial’ daba, en cierto sentido, la auténtica medida del talento de Spielberg, con sus luces (no pocas) y sus sombras (demasiadas), proyectos como ‘Minority Report’, mucho más humilde y contundente que la anterior, ofrecen una serie de características que se echan en falta en la carrera de este gran director: menor autorreflexión sobre el material tratado, y por eso mucha más espontaneidad y capacidad de análisis; exploración de temas universales de un modo menos autocomplaciente (aunque muchos de ellos se pudieran haber desarrollado más, como veremos); personajes menos impuestos por las debilidades spielbergianas y por ello más vivos. No es cine excepcional, ni mucho menos, pero sí notable en muchos aspectos.
Comienzo brillante, desarrollo a trompicones, una vez más
Steven Spielberg nombraba, extrañamente a mi juicio, a John Huston y a ‘El halcón maltés’ (una de las películas más torpes del maestro), como su influencia más directa a la hora de enfrentarse a la realización de ésta película. No veo yo, como a menudo me pasa con las declaraciones de este tipo en Spielberg, ninguna huella de aquella película en esta. Más bien sus imágenes, las mejores, nos remiten a la fuerza del mejor Hitchcock. Y es que creo que si el orondo británico hiciera películas hoy día, y le hubiera dado por la ficción científica, quizá podría haber hecho algo parecido a este relato, que comienza de manera magistral con la imagen borrosa de dos amantes, que son dos sombras besándose, y el corte a la imagen de unas inquietantes tijeras. Sin lugar a dudas, este es uno de los mejores arranques en toda la carrera de su director.
Los primeros diez minutos te muestran todo lo necesario sin necesidad de diálogos explicativos ni imágenes de relleno. John Anderton (Cruise) dirige la unidad de ‘Pre-Crime’, encuentra al futuro asesino, viaja hacia allí, y evita el asesinato ‘in extremis’. Hay un ritmo y un ingenio en estos minutos realmente admirables. La precisión con la que Spielberg planifica, monta y sonoriza este comienzo, está al alcance de muy pocos. Por otro lado, nos introduce en un mundo futuro de una coherencia y realismo (con algunos defectos que ya comentaremos) muy trabajados, que la sitúan en un lugar de privilegio entre los hallazgos de este género, aunque sean nada más que detalles como los carriles para circular en ciudad, o la lectura de retinas en cualquier punto de la urbe. En esos primeros diez minutos se nos dibuja con precisión de entomólogo a una pareja en caída libre, y a un jefe de polícia dedicado y con rasgos de pelele del poder, y a su equipo de colaboradores.
A partir de este comienzo, se pueden establecer una serie de ramificaciones morales y emocionales muy interesantes, aunque no todas estas arterias subterráneas están profundizadas con el mismo rigor y con similar inspiración. Con la aparición de Max Von Sydow (un intérprete incombustible, que aquí hace un trabajo perfecto), y de Colin Farrell (un magnífico actor, un tanto infravalorado, que aquí da muestra, una vez más de su naturalidad y saber hacer), la historia sube enteros, y ya pasamos al capítulo de las explicaciones, que son breves y concisas. Además, en los diálogos de Scott Frank y Jon Cohen, se apuntan interesantes líneas dramáticas que aunque luego no lleguen a nada, son tremendamente estimulantes, como cuando Witwer, el personaje de Farrell, insinúa el carácter metafísico, demiúrgico casi, del trabajo que realizan.
Pero hay más detalles interesantes que parece que van a provocar futuras conclusiones que nunca tienen lugar, ni siquiera sucintamente. Como la brillante conversación entre Anderton y Witwer sobre el carácter aleatorio del futuro, y la posiblidad de que los asesinatos futuros por los que se procesa a los pre-criminales en realidad no sucedieran. Además de que, técnicamente, no han hecho nada, aunque llegaran a hacerlo. Farrell, que aceptó el papel después de que Javier Bardem (“no quiero hacer un Spielberg cuando esto suponga saltar por tejados, sino cuando suponga contar por ejemplo la historia de los nazis” ...sin comentarios) lo rechazara, es el perfecto antagonista, inicial, de Cruise. A la aparente asepsia y nobleza de Anderton, Witwer opone su chulería y desvergüenza naturales. Pero la confrontación entre ambos, lamentablemente, durará poco una vez que Anderton se vea forzado a huir y a encontrar una salida a su pesadilla.
El relato adolece de fluidez y de un crescendo que a Spielberg, como hemos visto en este largo análisis a su carrera, siempre le ha costado lograr, salvo en contadas ocasiones. Cuando Anderton obtiene la información de la Dra. Henimen (sorprendente Lois Smith) se inicia su búsqueda del informe minoritario, y la película avanza en una nueva dirección que se hacía imprescindible, pues ya, tan pronto, parecía que la energía de la película se agotaba. Y cuando nos agotamos de la huida agónica de Anderton, obtenemos el emotivo momento en que Agatha (una soberbia Samantha Morton) extrae todo el dolor de Anderton especulando sobre lo que habría sido de su hijo perdido. Tom Cruise, por cierto, está estupendo, en un papel, digamos, políticamente incorrecto. Hay turbiedad y dificultad en un policía cuyo hijo pequeño está desaparecido, y presuntamente muerto, y su mujer le abandonó, además de sus problemas con las drogas. No recuerdo ningún papel de Cruise-estrella en el que esté enganchado a ninguna clase de droga.
Rasgos de estilo
Siendo ‘Minority Report’ un tech-noir (rasgo acuñado en el primer Terminator) su formalización parte de varias premisas lógicas y aceptables, y las lleva aún más allá en una puesta en escena sin duda deslumbrante, de factura perfecta y algo más. Un ejemplo de cine de autor en una gran superproducción. Spielberg se entrega, sin pudor, a las angulaciones del cine negro más extremo, con abundantes picados y contrapicados, con una luz de altos contrastes, en un buen trabajo de Janusz Kaminski, que filma en Super35 con un formato panorámico muy amplio, pero que jamás pierde el control del mismo. Hay sobreexposición en esta película, pero muy elegante, así como una degradación en su gama cromática.
Se puede decir que Spielberg se entrega sin desmayo a una narración que alterna, con algunas fisuras, lo trágico con la acción, y esta con el suspense. Y sale vivo del empeño, lo cual no es poco, aunque a medida que avanza la película, una vez más, pierde capacidad de arrastre emotivo. Con gran habilidad, nos introduce en el dolor de Anderton por el drama de su hijo desaparecido, para después deslumbrarnos en una persecución que deja todos los logros de la saga de ‘Mission: Impossible’ en agua de borrajas. Aunando los logros visuales de ‘Salvar al soldado Ryan’ (la cámara en mano, el uso frenético de la cortinilla del diafragma) con su habilidad para la dinámica, probada en los Indiana y su aventura marina, nos regala una sucesión insuperable de secuencias de acción, una colección de cumbres que externamente no decaen (salvo por algunos chistes malos marca de la casa, como esa carne a la parrilla calcinada por el fuego de los propulsores), aunque internamente se echa en falta una mayor indagación en Anderton (que felizmente tendrá lugar en la segunda colaboración Cruise-Spielberg) y en diversos temas muy interesantes ya señalados.
El diseño de producción, lógicamente, recuerda en muchos detalles al de ‘Inteligencia artificial’, aunque Spielberg es lo suficientemente inteligente como para diferenciarlas debidamente. Alex McDowell, en ese sentido, desarrolla aspectos en común con Rick Carter, pero también sabe desligarse de él. Los mundos de ambas películas comparten luminosidad tecnológica y ciertos diseños, pero se alejan sucintamente en el tono del ambiente que tratan. Así, la primera es más elegíaca, mientras que esta es directamente tétrica, aunque se echa en falta un mayor feísmo en algunos interiores. Aunque para texturas, las que aporta un inspiradísimo John Williams en una partitura soberbia, un tanto olvidada por sus seguidores.
Mi plano favorito es ese en el que las arañas recorren todo un complejo de apartamentos en busca de Anderton, leyendo las retinas de los vecinos. Un plano que perfectamente podría haber filmado el director de ‘La ventana indiscreta’. No hace falta más discurso que esa imagen, en la que en favor de una relativa seguridad, se pierde todo derecho a la libertad e intimidad personal. La cámara de Spielberg se muestra más inquieta, más nerviosa que nunca. No hay reposo, el nervio es el de la paranoia y la inseguridad absolutas en un mundo, en teoría, libre por fin de asesinatos. Por eso asombra la desgana y la poca convicción de su tramo final, poco creíble y escasamente dramático, que se erige como uno de los anticlimax más clamorosos de toda la carrera de Spielberg.
Conclusión
Por poco que aporte el visionado de la parte final de la película, queda ese regusto a filme de género muy elaborado y con zonas de gran intensidad y autoexigencia, en las que el director da fe de su inmenso talento para la aventura y el drama. Con sus leves arritmias, este es un filme notable, vigoroso y conmovedor, con el que Spielberg se afirma en una década de gran coherencia para él.