Aunque Spielberg ya había realizado algunas películas en televisión con anterioridad, y ésta en principio iba a ser una más, se considera oficialmente su debut porque fue la primera de sus películas en estrenarse en cines, si bien primero en Europa, y su creciente prestigio le permitió, de una vez por todas, abandonar la televisión y comenzar lo que tanto ansiaba: una prolífica carrera en el cine. Pero es que, además, filmó una joya del cine de aventuras, que aún hoy sigue siendo una de las más sencillas e imponentes de todas las suyas.
‘Duel’ es un telefilme soberbio que podría haber firmado Alfred Hitchcock (quien, como todos sabemos, dirigió numerosos telefilmes en Estados Unidos, varios de ellos brillantes), director del que, por otra parte, Spielberg era un gran admirador (conocida es esa anécdota cuando el británico le echó del set de ‘Topaz’, cuando aún no era más que otro chaval ambicioso). De hecho, aún hoy, creo que es una de sus cuatro o cinco películas mejor acabadas. Una fantasía oscura con tintes diabólicos que nos da a conocer a un narrador superdotado.
Adaptación de un buen relato corto del excelente escritor de ficción científica y fantasía Richard Matheson (autor de, por ejemplo, la excelente novela de vampiros ‘Soy Leyenda’, cuyas adaptaciones cinematográficas tanto dejan que desear), que se encarga también del guión; lo cierto es que este libreto le llegó a Spielberg de manos de su secretaria, que había leído el relato original en la revista Playboy. Enseguida vio el potencial de esta historia sencilla y poderosa y puso manos a la obra.
El rodaje fue completado en apenas trece días, tres días más de lo planificado, pese a todo, con diez días más para las labores de montaje, y estrenado como ‘La película de la semana’ en la cadena ABC. Nada podía hacer suponer aquel éxito rotundo que le daría por fin a Spielberg un lugar en la industria para poder desarrollar su talento. Tampoco sus anteriores trabajos televisivos decían gran cosa. Pero con este hito, recién comenzada la década de los 70, reclamaba a los veinticinco años un lugar en el cine.
Recursos estilísticos y narrativos
Generalmente suele clasificarse ésta película como un filme de suspense, o de acción, o incluso un thriller. Lo cierto es que tiene un poco de las tres cosas. Auténtico relato de pesadilla, seremos testigos de cómo un conductor corriente (que circula con un Plymouth rojo, no es casualidad el color) sufre el acoso bestial de un enorme camión completamente desvencijado y oxidado, sin ninguna razón aparente, y cuyo conductor siempre permanecerá oculto en la cabina, salvo unos pocos planos en los que por supuesto no le veremos la cara, y que acentuarán la sensación de desasosiego en el espectador.
Spielberg llega con la lección bien aprendida de que no hay mayor temor que aquel hacia lo que no conocemos o no se nos muestra en su totalidad, mucho más poderoso en verdad que a algo concreto. Así, desiste de explicar la razón del acecho del camión, o de ofrecer al espectador algo sólido a lo que agarrarse. Asistimos desconcertados a una cacería que por su ambigüedad se presta a todo tipo de lecturas, desde las más existencialistas a las más mefistofélicas. Spielberg tiene el buen gusto y el suficiente respeto por el espectador para no darle nada mascado, y dejar que sea él mismo el que, entre susto y persecución, se desespere y pierda completamente los nervios.
En el aspecto visual, existe un magnifico aprovechamiento del camión no sólo como vehículo o herramienta del enemigo, sino como enemigo mismo, por su aspecto inquietante (no exactamente negro, como algunos observan, sino del color del óxido más extremo, y con partes rajadas o agujeradas, como un animal herido) y su capacidad aniquiladora. De hecho, si en un principio tenemos la esperanza de ver cómo el conductor baja del autobús y termina su faena con un arma o sus propias manos, esta esperanza pronto se disipa cuando advertimos que no tiene reparos en utilizar el camión para arrasar por donde pasa. Spielberg lo filma siempre de manera poderosa (con graves picados o contrapicados), o fragmentándolo en numerosos planos, para dar cuenta de su enormidad y de su aura maligna.
Por otra parte, nos identificamos plenamente con este hombre corriente (interpretado con gran dinamismo por Dennis Weaver), por nombre David Mann (un nombre lleno de ironía, pues su apellido le hermana con todos los hombres, y quizá ese David recuerda del que venció a Goliath…), pues no hay nada más terrorífico en carretera que un camión sin control. Sentimos su pequeñez y su indefensión con una planificación muy certera, que tiende a empequeñecerle, a resaltar su nerviosismo, pero también a respetar su punto de vista, pues las magníficas persecuciones están contadas, sobre todo, a través de los ojos de él, y sólo pasan a ser el punto de vista del camión cuando la tensión alcanza los puntos más culminantes, en un auténtica confrontación de fuerzas, si bien tan desigual.
Pero en lo que Spielberg se revela como un verdadero prodigio es en la composición de los espacios rítmicos de esta joya oscura. Su pulso es el de un consumado maestro que jamás pierde el control de la tensión y que sabe ir a más sin decaer en ningún momento. Esta virtud superlativa está al alcance de muy pocos, y ni siquiera él mismo ha podido repetir tal dominio en alguna de sus aventuras hechas con mucho más dinero pero mucha menos pasión por filmar.
Conclusión:
Spielberg ya estaba preparado para retos de mayor envergadura, pues se había probado a sí mismo y a los demás que era capaz de hazañas narrativas como ‘Duel’. Lástima que en su siguiente largometraje (el primero verdaderamente para cines) comenzara con su habitual irregularidad. Pero de momento podía estar orgulloso de firmar una película completamente redonda, de atmósfera y ritmo perfectos.
Ver 29 comentarios