La República Galáctica está sumida en el caos. Los impuestos de las rutas comerciales a los sistemas estelares exteriores están en disputa. Esperando resolver el asunto con un bloqueo de poderosas naves de guerra, la codiciosa Federación de Comercio ha detenido todos los envíos al pequeño planeta de Naboo. Mientras el Congreso de la República debate interminablemente esta alarmante cadena de acontecimientos, el Canciller Supremo ha enviado en secreto a dos Caballeros Jedi, guardianes de la paz y la justicia en la galaxia, para resolver el conflicto....
La cuenta atrás ha empezado —de hecho, empezó en cuanto Disney anunció el comienzo del rodaje de la cinta. En el mejor de los casos, sólo queda una semana y pocas horas para que los fanáticos del universo creado por George Lucas en 1977 volvamos a acudir en masa a los cines de todo el mundo para dar cuenta de 'Star Wars. Episodio VII: El despertar de la fuerza' ('Star Wars. Episode VII: The Force Awakens', J.J. Abrams, 2015), el nuevo arranque que servirá para que la todopoderosa productora nos acerque, una vez al año, a esa galaxia, muy, muy lejana.
Y, claro está, en Blogdecine no podíamos dejar pasar la oportunidad que nos ofrece el estreno más esperado del año —¡¡¡de la década!!!— para mirar hacia atrás y revisar, una a una, las seis producciones que bajo el característico emblema de la 20th Century Fox comenzaron a hacernos soñar hace ya casi cuarenta años cuando el X-Wing de Luke Skywalker logró reventar por primera vez la Estrella de la Muerte del Imperio. Cuatro décadas en las que el redactor que os habla ha visto la trilogía original incontables veces y que hubieran sido mucho más largas si al señor Lucas no se le hubiera ocurrido la "genial" idea de ofrecernos tres películas con las que indagar en el pasado de uno de los villanos por antonomasia del séptimo arte, el legendario Darth Vader.
Adiós a la magia
Pero antes de que el estreno de 'Star Wars. Episodio I: La amenaza fantasma' ('Star Wars. Episode I: The Phantom Menace', George Lucas, 1999) llegara a los cines hace dieciséis años, a los fans galácticos se nos cumplía un sueño largamente acariciado, el poder asistir de nuevo a la proyección en pantalla de cine de la trilogía que George Lucas había ideado veinte años antes: precisamente con motivo de la celebración del vigésimo aniversario del estreno de 'La guerra de las galaxias' ('Star Wars. Episode IV: A New Hope', George Lucas, 1977), desembarcaban en los cines, arropadas del clamor popular, las "nuevas ediciones" de la terna de películas que habían marcado parte de nuestra infancia.
Y aunque el fanatismo mal entendido y el anuncio de que dos años más tarde asistiríamos al estreno de una nueva entrega de la saga no dejaban sitio a disquisiciones más cabales, lo cierto es que, vistas hoy, las adiciones y cambios que sufrían los metrajes originales en estas versiones "mejoradas" remozadas de los episodios IV, V y VI ya dejaban entrever aquello a lo que dos años más tarde comenzaríamos a asistir: el proceso de demolición sistemática de todo aquello que había hecho grande a Star Wars durante los catorce años que habían transcurrido desde el estreno de 'El retorno del Jedi' ('Star Wars. Episode VI: Return of the Jedi', Richard Marquand, 1983).
Pero, como digo, era tal la emoción que nos embargaba, que no nos podíamos plantear que esos nuevos planos digitales, esos polémicos remontajes de antológicos disparos y la recuperación de escenas que se descartaron en la sala de montaje lustros atrás, fueran el campo de experimentación que serviría de antesala a la desnaturalización que nos encontraríamos después en una nueva trilogía que, ante todo, y por mucho que éste redactor no lo quisiera ver así durante las seis veces que acudió al cine a dar cuenta de 'La amenaza fantasma', carece de forma alarmante de un muy alto porcentaje de la MAGIA que si tenían sus predecesoras.
El "asunto Jar Jar"
Mucho, y de formas muy hilarantes y cínicas, se ha hablado desde 1999 de Jar Jar Binks, ese personaje estúpido que habla de forma poco inteligible y que, creado de forma completamente digital —utilizando captura de movimiento—, es probablemente el exponente más alarmante del proceso de absurda infantilización al que George Lucas somete este arranque de la nueva trilogía galáctica. Un proceso que continuará abundando —como veremos mañana— en la segunda parte y que unido a otros muchos factores, es directo responsable de obliterar las impresionantes cualidades que la trilogía original había sabido ofrecer veinte años antes.
Tan inútil es la adición de Jar Jar, que la eliminación del personaje no habría afectado en nada al producto final. Es más, se antoja más que probable que sin el gungan, el severo lastre que de ritmo que arrastra la cinta durante toda su duración habría remitido en parte por lo muy exasperante que son todas y cada una de las intervenciones del extraterrestre. Aunque, siendo honestos, y después de la revisión que le hice hace unos días, muchos más son los cambios que el guión del filme necesitaría para poder salvar con honra dos horas y veinte de interminables idas y venidas.
Los constantes cambios de escenario, que se suceden "como si no hubiera un mañana", son sin duda otro de los principales problemas que arrastra 'La amenaza fantasma': herederos en cierto modo de las maneras narrativas que caracterizaban a la trilogía original, la compulsión por epatar al espectador con cuantas más "localizaciones", mejor, consigue hacer enrevesada madeja de un hilo conductor muy simple que ya el "opening crawl" inicial pretende arropar de una equivocada fachada de complejidad con todo el trasunto de la Federación de Comercio, el bloqueo y demás patochadas.
El problema del clímax cuádruple
Todo lo que vemos a lo largo del metraje en términos narrativos —aún no me he metido con interpretaciones o diálogos— es de una endeblez extrema que, no obstante, queda superada por la (muy) equivocada construcción del tercer acto, donde se nos ofrecen hasta cuatro acciones simultáneas que hacen añorar. y de qué forma, la espectacular triple aproximación que se hacía en el clímax de 'El retorno del jedi' tanto a la batalla sobre la superficie de Endor como hacia aquello que veíamos dentro y fuera de la segunda Estrella de la Muerte.
Apostando por el más difícil todavía, un George Lucas que se ve superado por las circunstancias yerra el tiro con el amplio desinterés que generan tres de las cuatro localizaciones en las que transcurre el último tramo de metraje de 'La amenaza fantasma', la que sigue al ejército Gungan mientras lidia con las fuerzas androides de la Federación de Comercio, aquella que nos muestra a la reina Amidala y un pequeño comando mientras incursiona en el palacio de Naboo para tratar de pararle los pies al Virrey de la Federación y la que nos lleva al espacio exterior en el caza pilotado por Anakin Skywalker, el que será el futuro Darth Vader.
Constantemente interrumpidos por el atropellado montaje de que hace gala este acto de la cinta, la parquedad de épica con la que discurren dichos segmentos contrasta —y de qué manera— con lo que a la postre es lo mejor de toda esta primera precuela de 'La guerra de las galaxias': el enfrentamiento a tres sables láser entre Qui-Gon, Obi-Wan y ese villano hiper-desaprovechado que es Darth Maul. Con sendos duelos entre Luke y Darth Vader como único referente de lo que los combates jedi podían llegar a dar de sí, ver a Liam Neeson, Ewan McGregor y Ray Park cruzando choques de luz, patadas y movimientos imposibles fue, ante todo, un auténtico "nerdgasmo".
Duelo de destinos
Y en que así fuera tuvo mucho, pero mucho que ver, el asombroso y espectacular tema compuesto a la sazón por John Williams. El maestro, cuyas últimas partituras habían ido alejándose progresivamente del sinfonismo desatado y romántico que el mismo había rescatado en su momento para Hollywood con el score de 'La guerra de las galaxias', afrontaba aquí un reencuentro que, para muchos —entre los que me incluyo—, era aún más esperado que la propia producción en sí. No en vano, toda una generación de cinéfilos y amantes de las bandas sonoras habíamos llegado a este mundillo de la mano de una de las fanfarrias más reconocibles de la historia del cine y poder volver a asomarnos a lo que Williams tuviera que añadir a tan rico universo musical era una oportunidad única.
Compleja y extensísima, la banda sonora de 'La amenaza fantasma' es por momentos tan agotadora como el filme que acompaña. Subrayando Williams cada momento de duración de la cinta, el abuso de leitmotifs parece venir a afirmar de forma inconsciente que sus intereses compositivos tiempo ha dejaron de moverse por los derroteros que Lucas le exige. Y eso es algo que, más que el visionado de la película, queda expuesto en la "Ultimate Edition" de dos discos y dos horas y cuatro de duración que Sony editaba un año después del estreno de la cinta. Habéis leído bien, sólo veinticuatro minutos de 'La amenaza fantasma' no cuentan con acompañamiento musical.
El exceso que ello supone ayuda a que las sensaciones que transmite la cinta no sean todo lo que uno esperaba de ella, sobre todo de cara a ese tramo final del que antes hablábamos que, en lo musical, queda igualmente caracterizado por constantes roturas cuando la acción salta de una a otra localización. En lo positivo, no obstante, habría que señalar tanto la reutilización de temas más que consolidados de la saga —el de la fuerza, por supuesto, cobra espectacular protagonismo puntual— como el acierto que suponen la adición del motivo asociado a Anakin, con claras reminiscencias de la marcha imperial, el que acompaña a las fuerzas de la Federación y, obviamente, el 'Duel of fates'.
Descuartizado de forma inmisericorde por el montaje, el espectacular tema coral que acompaña al enfrentamiento entre Qui-Gon, Obi-Wan y Darth Maul está a la altura de lo mejor que Star Wars ha dado de sí a lo largo de sus seis filmes en lo que a música se refiere, claro está, y la potencia que destilan las voces cantando en sánscrito unida a los ostinatos de las cuerdas y el acompañamiento de los metales, hace de este duelo de destinos uno de los mayores hallazgos de la nueva trilogía, sin hacer distinción a la cualidad de dichos hallazgos. En otras palabras, que a la hora de apuntar a lo mejor que los nuevos filmes ofrecen, este tema se gana a pulso un lugar destacado.
'La amenaza fantasma', sin rumbo ni director
Lamentablemente, no atesoran dicha posición tres factores fundamentales que habrían hecho del regreso de Star Wars lo que todos esperábamos: dirección, guión y actores. Y como por algún sitio hay que empezar, comencemos por éstos últimos. Si bien aquí las decisiones de reparto aun no caen en lo decididamente erróneo que veremos en el segundo filme, llama la atención —y no precisamente para bien— el desangelado talante del que hacen gala casi la totalidad de los intérpretes, reflejo fiel por otra parte de la desgana y el modo piloto automático con el que Lucas caracteriza tanto a este primer episodio como a la mayor parte de lo que ofrece la nueva trilogía.
Así, destacando sólo el carisma y la nobleza que Liam Neeson aporta a su Qui-Gon y, en menor medida, la frescura de Ewan McGregor como Obi-Wan —que, no osbtante, hace que añoremos, y mucho, al enorme Alec Guinness—, ni la impostura de Jake Lloyd en la piel de Anakin, ni la belleza de Natalie Portman, ni un poco creíble Samuel L.Jackson ni el regreso de Ian McDiarmid consiguen despertar el interés de un espectador anestesiado por mano de las muy forzadas y desnaturalizdas decisiones que George Lucas va tomando, ya desde el libreto, ya desde la puesta en escena del mismo.
Tras haber tenido la oportunidad de haber contado con Lawrence Kasdan o Frank Darabont como auxilio en la redacción del guión de 'La amenaza fantasma', que Lucas decidiera "liarse la manta a la cabeza" y redactar el solito en la soledad de su rancho los guiones de la nueva trilogía es, probablemente, lo que más hemos de lamentar los millones de fans de la saga: plagados de incongruencias para con la trilogía original —todos sabemos cuáles son, no hace falta volver a nombrarlas—, de insertos en forma de microorganismos que asesinan la magia de la fuerza y con diálogos que harían enrojecer a un niño de párvulos, es imposible saber qué diantres le pasó al director por la cabeza para escribir semejante hatajo de chorradas.
Y cuidado que, con todo —y hay que tenerlos muy bien puestos para aguantar algunas sentencias ("tu enfoque determina tu realidad") sin perder la compostura—, no se llega todavía aquí al nivel de ridiculez en grado sumo al que se reducirá un altísimo porcentaje de lo que veremos en la segunda parte de esta nueva trilogía. Eso sí, que no se confunda la afirmación anterior como una defensa de algo indefendible ya que, a mi entender, el guión de 'La amenaza fantasma' es la prueba más palpable de que el interés de Lucas por regresar a esta galaxia sólo residía en el vil metal y en la contrastada posibilidad de que las nuevas producciones fueran a destrozar la taquilla.
Mas poco importan cifras millonarias cuando, como decía antes, 'La amenaza fantasma' pone de relieve, y lo hace de formas que asustan, la alarmante carencia de magia de que se reviste la nueva trilogía: sus personajes no interesan y carecen del carisma que tuviera la terna protagonista de antaño; no hay emoción ni suspense en su devenir por cuanto se sabe cómo va a terminar todo —vamos, que la primera vez que aparece Lord Sidious, que el tema musical sea el original asociado al emperador es de una elocuencia extrema— y la sarta de estupideces que jalonan el metraje no compensa, de ninguna manera, lo atropellado y fragmentado de la narrativa.
No es 'La amenaza fantasma', en definitiva —y visto en retrospectiva, que ya apunté al comienzo la errónea lectura de la cinta que mi fanatismo provocó hace dieciséis años— un producto digno que raye a la misma altura de los peores momentos de la terna original. Una trilogía que, con sus errores, sigue manteniendo mucho mejor el "tipo" a sus casi cuarenta años de edad que estos vehículos para el derroche digital sin personalidad que tanto y tan rápidamente han envejecido en los tres lustros que han transcurrido desde su estreno. La fuerza, lamentablemente, no supo acompañar a Lucas.
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