Star Wars | 'El imperio contraataca', P.E.R.F.E.C.T.A

Son tiempos adversos para la rebelión. Aunque la Estrella de la Muerte ha sido destruida, las tropas imperiales han hecho salir a las fuerzas rebeldes de sus bases ocultas y las persiguen a través de la galaxia. Tras escapar de la terrible Flota Imperial, un grupo de guerreros de la libertad, encabezados por Luke Skywalker, ha establecido una nueva base secreta en el remoto mundo helado de Hoth. El malvado Lord Darth Vader, obsesionado por encontrar al joven Skywalker, ha enviado miles de sondas espaciales hacía las infinitas distancias del espacio....

Cuando se trata de 'El imperio contraataca' ('Star Wars: Episode V - The Empire Strikes Back', Irvin Keshner, 1980) los recuerdos se agolpan en mi memoria mucho más de lo que lo hacían ayer. Recuerdos de una tarde de domingo. De ir corriendo hacia el cine de la mano de una de mis tías. De saber que llegábamos tarde. De entrar cuando la proyección llevaba ya unos diez minutos. De sentarnos en el "gallinero" de una de las dos salas de cine que por entonces había en mi ciudad natal. Y de caer cautivado ante el primer plano que recuerdo haber visto de todo el universo Star Wars, el de los AT-AT atacando la base de los rebeldes en Hoth.

Más que ninguna otra de las seis películas, las emociones que han rodeado siempre a las "infinitas" revisiones que a lo largo de las décadas he hecho a la segunda entrega de las aventuras de Luke, Leia y Han Solo se han mantenido en lo más alto; no porque cada vez que vuelvo a encontrarme con ella sus dos horas me sirvan para (re)conectar con aquél "peque" de cinco años —que también—, sino porque, a la hora de hablar del capítulo intermedio de la trilogía original, lo estamos haciendo de una cinta que de punta a cabo, de arriba a abajo y bajo cualquier apreciación que quiera valorarse, devuelve resultados que la sitúan con amplia comodidad en los terrenos de las obras maestras del cine.

Y si no fuera porque me niego a desaprovechar la oportunidad de escribir sobre una de mis películas favoritas de todos los tiempos, esta bien podría ser una de las entradas más breves de cuántas he redactado a lo largo de mi tiempo en Blogdecine por cuanto el titular y la afirmación con la que he cerrado el párrafo anterior dan una idea exacta de lo que pienso de cuanto rodea al filme: da igual lo que pretendamos sopesar que todo en la secuela de 'La guerra de las galaxias' ('Star Wars', George Lucas, 1977) funciona a la perfección y a ese nivel que ha provocado que siempre se la considere la MEJOR de las seis cintas que nos han llevado hasta ahora a esa galaxia lejana.

Un cambio a mejor

Pasando por un momento personal complicado y sabedor de lo mucho que le había absorbido el proceso de producción de 'La guerra de las galaxias' —famosas son las múltiples anécdotas que rodean a los últimos días antes de la premiere de la cinta, días en los que él, su mujer y todo el equipo creían que no llegaban a tiempo— cuando George Lucas decidió dar luz verde a las dos entregas que completarían la trilogía, resolvió al mismo tiempo no figurar en ellas como director dejando tal labor en manos de dos cineastas a los que poder controlar "desde la sombra".

Ejerciendo pues un férreo control sobre la totalidad de la cinta —un control que será decisivo en los pobres resultados que ofrecerá la futura trilogía al no ceder Lucas ni un ápice de espacio a la colaboración en aspectos fundamentales—, resulta no obstante paradójico que la intercesión de dos nombres se encuentre en la base de lo que hace a 'El imperio contraataca' un filme muy superior a su antecesora, a su sucesora y, por supuesto, a cualquiera de los tres que conforman la trilogía de precuelas. Esos son, qué duda cabe, los de Irvin Keshner y Lawrence Kasdan.

Antiguo profesor de Lucas con una trayectoria poco brillante que lo convertía de manera inmediata en alguien manejable a ojos del cineasta, Keshner trae a 'El imperio contraataca' un bagaje que su pupilo aún no tenía y que, injerencias de éste al margen, hace del filme un ente más cohesionado en lo que a dirección se refiere, algo que beneficia sobremanera al natural fluir de un metraje —una fluidez que supera a la que ya podíamos encontrar en 'La guerra de las galaxias'— que expone y narra con precisión y que alterna las diferentes acciones de forma soberbia y, huelga afirmarlo, sabe manejar muchísimo mejor a los actores.

Y en ello tiene mucho que ver, por supuesto, un libreto que, firmado a cuatro manos entre Kasdan y Leigh Brackett, pule las imperfecciones más notables del trabajo de Lucas para la cinta anterior, no flaqueando en ningún momento en lo que supone su mejor virtud, unos diálogos que hoy siguen asombrando tanto o más que el primer día por su ritmo y por el perfecto acople de cada línea al personaje al que es asignado. En éste último sentido no hay mejor ejemplo que aquellas que se destinan a Han Solo, que aquí roba aún más protagonismo a sus compañeros que en la anterior entrega y que cuenta con frases antológicas como ese "Lo sé" que devuelve a Leia.

Aunque si de frases antológicas tenemos que hablar, no cabe duda de que la palma se la lleva un Darth Vader mucho más humanizado aquí que la máquina de matar sin remordimientos que veíamos en 'La guerra de las galaxias'. Un personaje que si ya en la anterior cinta se convertía en uno de los mayores hallazgos de Lucas por su imponente presencia y diseño, aquí alcanza el paroxismo en su enfrentamiento con Luke y, por supuesto, en esa revelación cuyos ecos todavía reverberan hoy, treinta y cinco años después, como uno de los momentos de mayor impacto de la historia del séptimo arte.

John Williams IMPERIAL

Comentaba ayer que, si bien era acompañada de un potente motivo ejecutado en los metales, la primera aparición de Darth Vader en la escena inicial de 'La guerra de las galaxias' y, por extensión, sus ulteriores incursiones en la cinta, no quedaban arropadas por un leitmotiv del mismo modo que sí lo hacían los personajes de Luke, Leia y el concepto de la Fuerza. Dicha carencia, de nimia relevancia dado el altísimo nivel al que rayaba el score, se suple aquí con creces por el que, sin lugar a dudas, es el mejor tema que John Williams compone tanto para la trilogía original como para la nueva, "La marcha imperial".

Dechado de orquestación marcial y de una potencia extrema, el motivo más reconocible de toda la saga junto a la fanfarria inicial queda asociado de forma inmediata al todopoderoso imperio galáctico y a ese caballero oscuro que es su máximo representante —mucho más que el Emperador, todo sea dicho— cuando sus notas acompañan al instante en el que, tras asistir con asombro al imponente tamaño de ese superdestructor que hace sombra a los de la primera parte, vemos el familiar casco de Darth Vader y escuchamos su no menos característica respiración.

Tachar de fundamental en la historia de la música de cine a dicho instante no comienza a cubrir la relevancia que adquirirá con el paso de los años un tema que, cuidado, sólo es la punta de un inmenso iceberg muchísimo más complejo e intrincado que lo que Williams ya había desarrollado para la primera entrega de la saga: arropada del oscuro talante que caracteriza a la cinta, la partitura de 'El imperio...' está salpicada de tantos y tantos momentos que resaltar, que casi habría que recurrir a la necesidad de afirmar que de sus dos horas y cuatro minutos —de nuevo, sólo veinte minutos sin acompañamiento— no sobra NADA.

Haciendo un recorrido ordenado de aquello que nos muestra el filme, habría que ir deteniéndose en esa evocadora y fugaz aparición del tema de la fuerza cuando la cámara nos presenta a Luke; en el motivo que el maestro escribe para el rescate del héroe por parte de los speeders; en el potente ataque de los AT-AT y los catorce minutos de música ininterrumpida que siguen a la batalla de Hoth; en esa maravilla que es la persecución por el campo de asteroides, llena de contrapuntos, saltos en la orquestación y un sentido del "mickey mousing" asombroso; en el lírico tema que se compone para Yoda o, por supuesto, en todo lo que trasciende en el clímax.

Un clímax que arranca con una versión del tema de Luke y la fuerza cuando el X-Wing del protagonista se aproxima a Bespin, que continua con una opresiva versión en los registros más graves de los metales de la marcha imperial; que sigue con la breve aparición del maravilloso tema de amor que se asocia a Han y a Leia y que, a partir de ahí, hilvana en un continuo discurso musical apoyado en los tres citados motivos —la fuerza, la marcha imperial y el de amor— todo un tramo final de metraje que, sin su ayuda, hubiera carecido del fuerte impacto emocional que atesora.

'El imperio contraataca', en perpetuo asombro

Nada ajeno a la comodidad en la que se encuentran Mark Hammill, Carrie Fisher y, sobre todo, Harrison Ford calzándose de nuevo los zapatos de Luke, Leia y Han, que lo ejemplar del trabajo de Keshner añade no pocos enteros a las muchas emociones que es capaz de transmitir 'El imperio contraataca' es tan obvio como que en aras de la consecución de dicho logro juegan también la mejor definición y humanización de Darth Vader, la aparición de Yoda y lo que le debe a su impresionante carisma la voz de Frank Oz —o lo que Alberto Trifol hacía en el doblaje al castellano— o las precisas intervenciones de los dos androides, cuyo protagonismo es mayor y mejor aquí.

No en vano, muchos de ellos llegaban a afirmar que el cineasta había sido su realizador favorito de los tres con los que habían trabajado durante la trilogía, y eso se nota. Tanto, que resultará paradójico que de cara a la tercera, todos pierdan algo de la fuerza que aquí atesoran, asomando en sus rostros un hastío que choca de frente con la naturalidad y la frescura de la que aquí hacen gala. Una frescura que, decía antes, dimana del libreto y, en términos estrictamente técnicos, hace de la cinta un espéctaculo superlativo si a lo que hemos de referirnos es al fastuoso diseño de producción o a unos efectos visuales que dan un salto espectacular con respecto a los de la primera parte.

Tanto es así, y tan precisa es la labor del departamento de trucajes, que vista hoy su edición original, sin esos molestos añadidos que se le adherieron tanto en 1997 como en su edición en Blu-ray —algo posible gracias a esas 'Despecialized Edition' que circulan desde hace tiempo por la red y que, a máxima calidad, contienen las cintas tal y como se estrenaron en los cines—, a 'El imperio contraataca' se le pueden señalar en muy pocos instantes las "vergüenzas", esas en las que el efecto visual es evidente.

Estos términos vienen pues a sumarse a el talante incólume con el que la producción ha soportado el paso de las décadas, dándole sopa con hondas en cualquier sentido a cualquiera de las cintas de la nueva trilogía, situándose por encima de mucho de lo que la ciencia-ficción y la fantasía nos ha ofrecido desde 1980 —que ya es— y logrando alzarse, aún más que su antecesora, como un clásico indiscutible, no ya de su género sino del séptimo arte en general. ¿Exagero? ¿Le doy demasiada importancia a un filme que no es otra cosa que un vehículo para el mero entretenimiento? Sinceramente, no lo creo.

A fin de cuentas, el cine siempre ha sido en su fundamento precisamente eso, entretenimiento. Y si algunos lo han olvidado en la búsqueda de definiciones distintas de este arte que tanto nos enamora —y en esa búsqueda han hallado matices unas veces adecuados, otras no tanto— es algo que no debería servir como demérito de aquellos productos que, tratando de hacer pasar un rato inolvidable de diversión lo logran con la facilidad y la categoría que hemos revisitado tantas y tantas veces en los últimos hace treinta y cinco años. Y, qué demonios, que si alguien se extasía con lo último de, qué sé yo, Paolo Sorrentino, estupendo, pero que nos dejen a los demás hacerlo a placer con lo que seguiremos defendiendo siempre como una cumbre del cine.

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