No hay nada como acudir a los fans para poner orden en lo que todo está saliendo mal en una franquicia, ¿no? Bueno, Rian Johnson no las tiene todas consigo (y sabe de lo que habla: ahora mismo puede ser, junto a Kathleen Kennedy, la gran bestia blanca de Star Wars de cara a los seguidores más radicales). Y para ser sinceros, nosotros tampoco.
Y no es manía persecutoria: 'Star Wars: El ascenso de Skywalker' es la prueba palpable de que no siempre conviene tomarse las correcciones de los fans al pie de la letra. Te lo explicamos en nuestra videocrítica, a la que puedes acudir con la paz de espíritu obligatoria antes del estreno, ya que viene absolutamente libre de spoilers.
En ella te contamos qué funciona y qué no en esta nueva entrega y por qué, te parezca irregular o un auténtico triunfo de la voluntad del pueblo, quizás la saga debería descansar durante un tiempo para replantearse sus logros y problemas durante los últimos años.
Hablamos de cómo esa presión de los fans ha estropeado la interesante historia de Rey, que estaba protagonizando un crecimiento a partir de la mismísima nada, sobre todo en 'Los últimos Jedi' y que los fans exigieron que tuviera un sentido.
Aquí la vemos entrar a formar parte de un legado que no solo no necesitaba, sino que echa por tierra hallazgos de las anteriores entregas. Además de que, con las prisas, nos propone una de las casualidades cósmicas más inverosímiles de la franquicia.
‘Star Wars: El ascenso de Skywalker’: catálogo de guiños
El otro aspecto que podemos entender como una genuflexión hacia los fans es el de la avalancha de guiños que suponen a veces un palo en la rueda del ritmo de la películas. Cosas como la aparición de Lando Calrissian o la flota de naves rebeldes son cromos sin demasiada vida ni justificación. Aunque otros, como determinados escenarios con solera o la recuperación de C3PO como el mayor pesado de la galaxia son resultones y funcionan.
La película funciona cuando más descerebrada y frenética se pone. El tercio inicial, por ejemplo, recupera lo mejor de las aventuras desprejuiciadas y algo pulp de la primera trilogía, con más aventura a lo Indiana Jones que ciencia-ficción de naves, y muchos desiertos, trompazos, trampas, humor y un trío protagonista que desborda química. Aunque el argumento en este arranque no tenga ningún sentido, su ritmo febril es contagioso.
El resultado en su conjunto es un desbarajuste argumental más preocupado de parchear lo que no estaba roto que de contar una genuína historia con vida propia. Un final algo amargo para la tercera trilogía, un entretenimiento competente a ratos y un aviso para Disney de que tiene que replantearse las cosas.
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