A propósito de esta revalidación de la franquicia 'Star Trek' en televisión, más de una década después de la algo mustia 'Enterprise', se está hablando del excelente momento que vive la ciencia-ficción en televisión. Y es cierto: es una época emocionante. El amante del género tiene razones de sobra para celebrar, y eso sin entrar en géneros adyacentes como el terror o la fantasía (que también pueden celebrar lo suyo).
Desde adaptaciones de autores consagrados como Philip K. Dick a series revolucionarias que están remodelando el propio lenguaje moderno de la ciencia-ficción; de series multipremiadas por la industria sin necesidad de renegar de sus raíces fantásticas a superproducciones que abanderan los catálogos de las principales plataformas. La ciencia-ficción vive un momento dorado en televisión.
Había sequía, sin embargo, de 'Star Trek', una franquicia cuyo medio natural y originario ha sido siempre la televisión (pese al éxito de las películas, de las míticas y originales de los ochenta a los recientes armatostes de ruido y luz de J.J. Abrams), quizás porque la episódica estructura de batalla de la semana le sentaba bien. Y la carencia de 'Star Trek' en los últios años conllevaba, pese a destellos ocasionales como 'Firefly', 'Babylon 5', 'Galactica' o los diversos productos 'Star Wars', una ausencia casi total de space-opera.
En efecto, la ciencia-ficción televisiva suele centrarse en las distopías, el futurismo, la sátira, la adaptación del clásico literario, pero ha dejado a un lado las batallas espaciales, la exploración del cosmos, el descenso a planetas inhóspitos y la interacción -pacífica o no- entre distintas razas del universo. Aquello que han hecho siempre tan bien, con sus inevitables baches, pero con un compromiso con la ideología de la serie original, las series de 'Star Trek'.
'Discovery' parece dispuesta (y encantada) de llenar ese hueco. Abraza sin problemas el ritmo sosegado, estrategico, de las batallas de siempre de 'Star Trek', y no lo llena todo de cazas hiperveloces y explosiones deslumbrantes. Se maravilla con la complejidad del cosmos puro, lo que viene a ser el núcleo de la space-opera: hay un momento en el que la protagonista observa un cinturón de asteroides en toda su grandiosa complejidad y se le saltan las lágrimas. Eso es el género, y una rama a la que no van a acercarse, por mera coincidencia temática, 'Westworld' o 'The Hadmaid's Tale'.
Espacio profundo
'Discovery' tiene una serie de problemas que adquirirán más o menos importancia según el nivel de integrismo trekkie del espectador. Por ejemplo: la serie está ambientada diez años antes de la serie clásica, pero no se ha puesto especial cuidado en que la tecnología parezca anterior o que haya una continuidad estética (olvidemos los pijamas de felpa: la iluminación del puente de mando es directamente de otra dimensión).
Y muchos espectadores encontrarán el desarrollo excesivamente discursivo, sobre todo si están acostumbrados a los aparatosos deus ex machina de 'Juego de Tronos'. Pero ahí ya entramos en terreno 'Star Trek' y en las características propias de la saga, porque si dejamos de lado cuestiones visuales (de hecho, estéticamente la serie parece una secuela de las películas-reboot de JJ Abrams), 'Discovery' es 'Star Trek' en estado puro.
Ese respeto a la tradición de la serie es ostentoso desde el mismo planteamiento de su reparto: Michael Burnham (Sonequa Martin-Green) y Philippa Georgiou (Michelle Yeoh), protagonistas absolutas de estos dos episodios iniciales, obedecen a las pautas de inclusividad y respeto a la diferencia habituales en 'Star Trek'. Martin-Green es la primera afroamericana que protagoniza la franquicia, y solo la segunda mujer tras Kate Mulgrew (de Star Trek: Voyager).
Michael Burnham es una humana criada por vulcanianos (y apadrinada por Sarek, padre del mítico Spock, lo que supone la conexión más abierta con la mitología oficial de la serie de un par de episodios que no se esfuerzan demasiado en proporcionar fan-service -por suerte-). También es parte de la tripulación de la nave de la Federación Shenzhou, comandada por Philippa Georgiou (Yeoh), Un feroz ataque Klingon desata una guerra que va más allá de poner en aprietos la integridad del puente de mando.
Se ha dicho que este arranque quiebra la tradición de la serie por las observaciones que hace acerca de la guerra y as decisiones que toman los oficiales, poco coincidentes con el espíritu ultrapacifista de Gene Roddenberry, creador de laa serie original y cuyo espíritu siempre ha planeado sobre las sucesivas iteraciones. Tendremos que ver cómo progresa la temporada, pero teniendo en cuenta lo ya comentado sobre lo inclusivo en cuanto a razas y sexos del reparto y que hasta se han molestado en que la especie Klingon tenga representación en distintas razas, es posible que veamos cambios de actitud en los personajes a la hora de afrontar el conflicto bélico. La herencia medio vulcaniana de la protagonista y cómo incidirá en los humanos que la rodean, posiblemente, tenga mucho que ver con ello.
Lo que sin duda podemos ya asegurar con estos dos primeros capítulos, más allá de fidelidad estética (que francamente, para el que la quiera) o filosófica (que habrá que esperar un poco para juzgar en su totalidad) es que son emotivos y están excelentemente bien escritos. El arranque de la serie, con las dos mujeres perdidas en un desierto y hablando de estrategia militar es poco más que un masaje para fans, pero a la vez es extrañamente estimulante.
Del mismo modo, las discusiones en el puente de mando acerca de la conveniencia y las estrategias de combate son ambiguas, tienen múltiples ramificaciones y no toman partido por ninguna opción. Intuímos qué mensaje transmitirá la serie finalmente, pero de momento hay una agradable sensación de que se va a dejar que los personajes hablen, evolucionen y se equivoquen. Es un cambio bienvenido ante tantos héroes televisivos de una pieza.
Hasta un aparente alivio cómico como Saru (Doug Jones), perteneciente a una especie capaz de percibir la muerte -lo que le convierte en la prudencia personificada hasta extremos psicóticos-, es capaz de transmitir ambigüedad y densidad a estos primeros arcos bélicos. Una fórmula (del primigenio Spock al inolvidable Data), la de este tipo de tripulantes, que no puede considerarse novedosa en el universo 'Star Trek', pero que sigue siendo una herramienta muy poderosa en manos de guionistas hábiles.
De hecho, solo hay una pega en todo esto. Bryan Fuller ('American Gods', 'Hannibal'), showrunner inicial de la serie junto a Alex Kurtzman (productor de las películas de Abrams), y que acabó saliendo del proyecto -oficialmente- por problemas de agenda, tenía un concepto inicial distinto y, a nuestro juicio, más atractivo. Hacer una serie con temporadas episódicas, en las que cada temporada se ambientara en momentos muy distantes entre sí de la historia de la Federación.
Ese concepto, desechado en favor de una historia lineal más convencional, puede que se retome en otra serie, si es que 'Discovery' Convence (aunque con la salida de Fuller de la franquicia, también es dudoso que acabe recuperándose), pero sin duda habría sido una experimentación con la linea temporal trekkie que podría haber dado unas cuantas sorpresas. En cualquier caso, 'Discovery' es lo que tenemos y puede presumir de un excelente arranque: conduce a la reflexión, tiene personajes bien definidos, batallas emocionantes y algún momento de genuina maravilla con la infinitud del espacio. Puro 'Star Trek'.
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