'Star Trek: Discovery' añade un sabor clásico a una enérgica temporada 2 que necesita fijar un rumbo

Es curioso ver cómo las grandes apuestas a menudo tiene costes elevados ya no a nivel monetario, sino al humano y creativo. Un ejemplo lo tenemos en 'Star Trek: Discovery' cuya segunda temporada estrenó el pasado enero CBS All Access (y Netflix a nivel internacional) tras producirse el despido de sus showrunners en plena realización de los episodios debido a "problemas de liderazgo" y presupuesto.

Por tanto, al igual que lo que pasó en la primera temporada, lo que vemos en estos nuevos episodios es el fruto de dos visiones distintas en torno a la aventura espacial. Dos visiones que, si bien son complementarias, pueden no funcionar si no se logran mezclar correctamente. Y eso es lo que más miedo me da de una temporada que ha comenzado bastante bien pero que da signos de tener demasiada gente al timón.

Tras el descubrimiento de la Enterprise al final de la primera temporada, al inicio de la presente nos encontramos con la llegada al mando de la Discovery del Capitán Pike (Anson Mount), dispuesto a normalizar la situación a bordo mientras que la tripulación sigue con su misión de exploración tanto de cosas espaciales. En esta ocasión, una serie de siete señales cósmicas con cierta relación con Spock.

Buscando un equilibrio entre la Star Trek de siempre y la actual

Hay una cosa muy interesante en torno a esta temporada 2 de 'Star Trek: Discovery': la sombra que Bryan Fuller y Alex Kurtzman y el diseño para la primera temporada ya parece lejana y se nota que Gretchen J. Berg y Aaron Harberts tenían ganas de contar episodios más de "toda la vida" dedicados al sector que clamaba que "esto no es "mi" Star Trek".

Y eso implica, en efecto, la clásica visita a un planeta que no es la Tierra pero como si lo fuera o las misteriosas señales estelares que hay que investigar. En ese sentido, la incorporación a la tripulación del capitán Pike (Anson Mount), predecesor de Kirk en el mando de la Enterprise se convierte en toda una declaración de intenciones y un pequeño "back to the basics" a la esencia exploradora, política y filosófica de la franquicia.

Esto no quiere decir que 'Star Trek: Discovery' haya perdido el gran componente emocional en esta transformación, o que esta haya sido radical. Pero sí que se observa cierta transición y búsqueda del equilibrio entre dos modos de entender la franquicia y la serie. Una, la que JJ Abrams aplicó en el revival cinematográfico de hace unos años y que tiene en Kurtzman su profeta; la otra, la visión más clasicista.

El plano de las emociones y la psique de la tripulación está muy presente y, de hecho, es el motor que no solo mueve a los protagonistas, sino que evita que tengamos la sensación de que esas rutas espaciales ya las hemos recorrido una y otra vez durante cincuenta años.

Ya en 'Hermano', el episodio con el que se abre la temporada, vemos que la presencia de los de la Enterprise no es baladí, sino que sirve para explorar la relación (la falta de ella, más bien) que Burnham (Sonequa Martin-Green) tiene con Spock. Esta subtrama, unida al día a día y los problemas de Saru, Stamets y Tilly son el ejemplo del equilibrio entre los dos modos de abordar Star Trek.

Un equilibrio en continuo peligro debido a la inestabilidad dentro de la sala de guionistas en la que Alex Kurtzman asumió el control tras el sonado despido de Harberts y Berg durante la producción de esta segunda temporada.

Afortunadamente para el espectador, solo se llega a intuir en la pantalla debido a que los que escriben y dirigen 'Star Trek: Discovery' son lo suficientemente competentes como para saber entregar un buen episodio cada semana. Puede que alguno sea más pausado, otro tenga mucha acción y entre medias tengamos un poco de todo, pero cada episodio es bastante disfrutable en sí mismo.

Hasta el momento hemos disfrutado de cuatro episodios en los que 'Star Trek: Discovery' sigue demostrando ser una serie muy interesante pero que no logra extirpar lo que no funcionó el año pasado (como ese empeño de darle a Burnham trama romántica). A cambio, la incorporación de Tig Notaro como ingeniera es de lo mejor que le ha podido pasar a la serie.

La pena es que entre unas cosas y otras (en un par de semanas veremos el primer episodio después del despido de los showrunners) la serie está luchando contra viento y marea tratando de consolidar una identidad que, de por sí, tardó bastante en encontrar. En esta nueva temporada tiene la oportunidad de oro para madurar lo logrado en la primera, pero para ello necesita un rato de tranquilidad.

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