A falta de dos títulos —sí, he dicho dos y no es una errata— para terminar con el especial sobre el gran cineasta Stanley Kubrick, debo confesar que en la revisión —ese importante ejercicio tan vilipendiado por el consumo rápido actual— de su filmografía ya son dos las películas que no me parecen tan grandes como me lo parecieron en su momento. La primera desilusión fue, tal y como dije en su momento, con ‘La naranja mecánica’ (‘The Clockwork Orange’, 1971), y en igual medida ha vuelto a ocurrirme con la que hoy nos ocupa, ‘La chaqueta metálica’ (‘Full Metal Jacket’, 1987), película con la que el cineasta cumple su deseo de volver a hablar sobre la guerra, aunque no se pronuncia moral ni políticamente al respecto, al mismo tiempo virtud y defecto de la cinta.
Creo firmemente que ambas películas se parecen más de lo que aparenta. Los protagonistas se enfrentan a algo que les queda grande, una de las constantes del cine de Kubrick, pero en el caso de los film mencionados, los personajes centrales son muy jóvenes. ‘La chaqueta metálica’ es una explosión de mil palabras por minuto, que cuando se tienen 20 años puede impresionar, y también unas escenas de acción muy bien filmadas. Pero el paso de los años, el tiempo en definitiva, cuya captura en pantalla sólo está reservado a los más grandes artistas, parece poner las cosas en su justo lugar, o al menos para el que esto suscribe así es. Evidentemente no me parece una mala película, pero está muy lejos de esa gran cinta bélica que muchos han querido ver.
Aunque Kubrick ha declarado muchas veces que nunca piensa en otros proyectos mientras trabaja en una película, la idea de volver a hablar sobre los conflictos bélicos —recordemos que ya lo había hecho en la que es su mejor obra, ‘Senderos de gloria’ (‘Paths of Glory’, 1957)— ya le rondaba la cabeza a finales de los 70, pero un hombre de apellido Coppola apareció con cierta película de título ‘Apocalypse Now’ (id, 1979), y además de cambiar el cine, supongo que don Stanley pospuso su idea en beneficio de otro proyecto, para nuestro deleite la magistral ‘El resplandor’ (‘The Shining’, 1980). Años más tarde, un director menos polémico de lo que aparenta, Oliver Stone, triunfó en todo el mundo con la estupenda ‘Platoon’ (id, 1986), poniendo de alguna manera las películas de Vietnam de moda. Kubrick se subió al carro, aunque asegura que la elección de la novela de Gustav Hasford en la que se basa el film, fue una coincidencia. Según el director, el tema le daba igual, puesto que había encontrado una buena historia en él.
Efectivamente, ‘La chaqueta metálica’ es probablemente la película de toda la filmografía del realizador en la que más se nota ese hecho. Puede que el tema de la historia no le importase demasiado, él siempre aspiró a contar temas más trascendentales, pero en este caso se queda corto, y el film parece por momentos una mera excusa para dar rienda suelta a la excelentes aptitudes de Kubrick con el uso de la cámara. Los primeros 40 minutos no dejan de ser un sargento berreando a un grupo de futuros marines de los Estados Unidos, un larguísimo tramo monotemático con cierto punto manipulador por parte de Kubrick. Afortunadamente se puede disfrutar de la excelente interpretación de Lee Ermey, veterano de Vietnam y asesor en film como el mencionado de Coppola, que consiguió el papel gracias a insistir continuamente, aún cuando Kubrick ya había firmado con otro actor —el que dispara desde el helicóptero a civiles vietnamitas— para el personaje.
En las audiciones para encontrar jóvenes marines, Ermey se puso a humillar a los mismos logrando impresionar a Kubrick que enseguida comprendió que el actor era el idóneo para el papel del sargento Hartman, que personalmente me parece una variación del Tom Highway de ‘El sargento de hierro’ (‘Heartbreak Ridge’, Clint Eastwood, 1986) pero totalmente deshumanizado. Todo ese tramo está impecablemente filmado, con técnicas de iluminación ya utilizadas en el anterior trabajo de Kubrick, por ejemplo, la luz utilizada en el barracón fue realizada a partir de potentes focos colocados en el exterior de las ventanas. Todo muy bonito, pero esta parte es bastante aburrida y Kubrick resulta demasiado evidente en sus metáforas —el inicio del film, rapando la cabeza a los soldados es una evidente muestra de querer enseñar a los soldados como unidades iguales las unas a las otras, arrebatándoles algo tan personal y característico como la cabellera—. Tras el desenlace, en el que un convincente Vincent D´Onofrio —que engordó para el papel rompiendo el récord que hasta entonces ostentaba Robert De Niro por ‘Toro salvaje’ (‘Raging Bull’, Martin Scorsese, 1980)— hace un homenaje al Nicholson de ‘El resplandor’, Kubrick corta convenientemente y la acción salta a Vietnam.
En contra de lo que se suele decir, yo prefiero la segunda parte del film a la primera. Stanley Kubrick es un poco más contundente en ella y resulta menos repetitivo que en su primera mitad. Leves y sutiles, éstas sí, indirectas al poder manipulador del periodismo dan paso a la escaramuza de un pelotón en el que sus componentes se verán las caras con el mismísimo infierno de la guerra, reflejado en los ojos de una niña vietnamita que ha actuado de demoledor francotirador, mostrando una vez más que los conflictos bélicos no entienden de edades ni de razas, se lo llevan todo por delante, robando, violando podríamos decir, uno de los tesoros más sagrados del ser humano, la inocencia.
Pese a todo Kubrick vuelve a quedarse en la superficie y evita desarrollar temas como la dualidad, otra vez presente en su obra tras ‘El resplandor’, pero esta vez plasmada de forma un tanto simple y evidente: uno de los protagonistas, Joker —un anodino Matthew Modine, al que Kubrick eligió porque le había gustado su interpretación en ‘Birdy’ (id, Alan Parker, 1984)— lleva en su casco la expresión nacido para matar, que choca directamente con el símbolo de la paz cuelga a modo de chapa de su chaqueta. Y en la bellísima escena final, mientras los soldados avanzan alumbrados por un fuego infernal, aquéllos cantan al unísono una canción infantil; en sus corazones no han dejado de ser niños. Unos niños que ahora juegan a la guerra.
Gustav Hasford continuó la acción en otra novela, en la que Joker se cambiaba de bando y terminaba siendo un oficial del vietcong. Menos mal que a Stanley Kubrick no le dio por adaptarla, aunque nunca se sabe, tal vez le hubiese dado por resultar mucho más crudo que en ‘La chaqueta metálica’, donde incluso eliminó, a mi parecer muy equivocadamente, una escena en la que le cortan la cabeza a la francotiradora vietnamita y se ponen a jugar al fútbol con ella. Por alguna extraña razón, Kubrick no quería mojarse más de lo necesario. Y todo sabemos que valor y arrojo le sobraba a este gran cineasta.