He comentado en otras ocasiones que existe una nueva manera de vender las premisas de los guiones durante el “pitching“ –presentación de un guion a una productora–, que pasa por encontrar un cruce curioso que deje al que escucha forzando la máquina de su imaginación. “Sería como una mezcla entre ‘Cantando bajo la lluvia’ y ‘El resplandor’” seguro que suscitará la curiosidad en los presentes, aunque no sabemos si para bien o para mal. Lo malo de esta fórmula es que, además de servir para llamar la atención sobre una idea ya concebida, parece que se estuviese utilizando para la invención misma de los argumentos fílmicos o novelescos. Con este procedimiento da la impresión de que se hubiese concebido ‘Soy el número cuatro’ (‘I am Number Four’, 2011), “como un cruce entre ‘Supermán’ y ‘Napoleon Dynamite’”. Enhorabuena, porque el engendro está servido. Que cada una de esas cosas sea atractiva por su lado no implica que la suma de ambas haya de resultar el doble de buena.
D.J. Caruso dirige un guion de Alfred Gough, Miles Millar y Marti Noxon, basado en la novela de Pittacus Lore, firma que engloba al dúo compuesto por Jobie Hughes y James Frey. ‘Soy el número cuatro’ entraría dentro de esos títulos que dejé pasar cuando vivieron su estreno cinematográfico y que recupero ahora en televisión. El arranque se me antojó tan irrisorio que mi primer impulso fue el de detener la reproducción. Los efectos especiales están bien resueltos y la puesta en imágenes demuestra que el director sabe, al menos, lo que hace. La firma de Guillermo Navarro (‘Hellboy’, ‘El laberinto del fauno’, ‘Crepúsculo‘…) se deja notar. Se percibe que la producción –donde está implicado Michael Bay– ha contado con un presupuesto suficiente para las necesidades de la historia. Lo que malogra la primera impresión es el ridículo diseño de las némesis alienígenas –los “almodovarianos” o “midiclorianos” o como se llamen–, con esos tatuajes craneales, esos dientes afilados y esas hondas voces distorsionadas. No ayudan las imágenes playeras, la actitud macarra de Timothy Olyphant –que encarna un papel paternal, pero quiere competir en macicez con su hijo ficticio, Alex Pettyfer– y la voz en off pretendidamente profunda del protagonista, que nos expone lo que la cinta debería mostrar, declarando así no solo su origen literario, sino asimismo la vagancia o incapacidad a la hora de trasladar esas explicaciones a escenas, completa un inicio desalentador. No obstante, continué.
He de decir que, si bien no se convierte en una cinta decente en ningún momento, sí supera esa sensación preliminar cuando el protagonista se inscribe en el nuevo instituto. Esta faceta en la que hay matones y pringados, así como niñas monas (Dianna Agron) que en esta ocasión hacen fotos en lugar de cantar, le queda perfecta a Caruso. Así, los fragmentos colegiales de ‘Soy el número cuatro’ funcionan igual de bien que una serie para chavales, lo que me parece que queda por encima de lo que ofrece el cariz extraterrestre. La banda sonora de Trevor Rabin no acompaña las emociones con acordes destacables, pero la selección de canciones incluye algún tema rockero que se deja oír. No solo mejora pasados los primeros minutos en lo que se refiere a la trama adolescente, pues también la acción resulta más vistosa y emocionante en la pelea final, en la que la participación de “la número seis” aporta mucho. La misma voz en off que al principio da tan mala imagen, como recapitulación final no resulta tan molesta.
El detalle de que los extraterrestres malvados utilicen el Internet para encontrar a los niños escondidos me pareció inmenso y, aunque aquí se da tan por hecho que pasa inadvertido, podría haber dado pie a teorías de la conspiración inspiradas, que servirían de punto de partida para un nuevo film, como que Google fuese un invento alienígena para controlar la Tierra.
Al igual que es fácil adivinar desde muy al principio que ‘Soy el número cuatro’ se basa en una novela, se hace patente sin dilación que las intenciones son las de crear una franquicia sin necesidad de esperar a ese final, al que solo le falta un “continuará”. No es buena señal que se puedan entrever estas cosas, ya que significa que nos están presentando muchos detalles de los que tenemos constancia que no habrá resolución, por el momento, y también porque no nos podemos desprender de la sensación de que nos encontramos ante una preparación y de que lo bueno llegará, si es que llega, más tarde, en sucesivas entregas. Al menos no le ocurre, como a otros primeros capítulos de sagas, que adolece de trama propia porque todo se reserva para las secuelas. Estaba bien cuando una película tenía éxito y de ella surgían nuevas entregas, pero que el guion de la inicial ya se escriba tan claramente con esto en mente hace pensar que toman un poco el pelo a los espectadores, pues no les están ofreciendo un film completo. Si encima no recauda el suficiente dinero como para que la continúen, el tiro sale sin duda por la culata. Porque está claro que algunos de los elementos que solo se apuntan y de los que se saca partido nada más que en el cierre, como el personaje de Teresa Palmer, habrían mejorado el conjunto de formar parte activa en la totalidad del film.
En definitiva, ‘Soy el número cuatro’ no añade ninguna originalidad con respecto a productos prexistentes del género de superhéroes, sino que en lugar de eso va tomando prestadas ideas de aquí y de allá. Su única contribución radica en situarla en un instituto para atraer al público más joven, lo que tampoco es novedoso al ciento por ciento –en la tele tenemos a ‘Kyle XY‘–. Varios de los apartados están resueltos de forma solvente y, según va avanzando, va resultando más entretenida, así que está claro que deja con ganas de más, a pesar de contar con algún aspecto menos logrado. Desaprovecha gran parte de su potencial y no arriesga, lo que da rabia, ya que, casi con lo mismo, los creadores podrían habernos ofrecido un producto de bastante más calidad e interés.
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