Dicen que la risa mejora la salud. Siendo así todos deberíais ir, sin dudarlo, a ver una película titulada ‘Soul Kitchen’, Premio Especial del Jurado en la Mostra de Venecia y lo nuevo del director Fatih Akin. No, no se puede ver en 3D ni la protagoniza ninguna estrella de Hollywood; es una producción alemana y el único actor que os puede sonar a la mayoría es Moritz Bleibtreu (porque habéis visto ‘El experimento’, ¿no?). Pero ante todo os aseguro que pasaréis un rato estupendo en la sala de cine y saldréis de ella de buen humor, con una sonrisa en el rostro. ¿De verdad que no os apetece?
Fatih Akin, de ascendencia turca aunque nacido en Alemania, es conocido y ha sido muy aplaudido en Europa gracias a sus historias dramáticas, como ‘Contra la pared’ (‘Gegen die Wand’, 2004) o ‘Al otro lado’ (‘Auf der anderen Seite’, 2007), por eso sorprende tanto que para su nuevo trabajo haya optado por dar un giro a la comedia, y le haya salido una obra tan redonda, fresca y viva. De las que no se basan en golpes, bromas escatológicas y referencias supuestamente graciosas sobre personajes famosos u otras películas. En definitiva, de las que no se encuentran fácilmente. Desafortunadamente, esto también se traslada a la oferta real de la cartelera, y es que me temo que muchos de vosotros no tendréis la oportunidad de encontrar ‘Soul Kitchen’ en ninguna de las decenas de salas a vuestra disposición, ni siquiera buscando en los cines de localidades cercanas. Paciencia, mucha paciencia.
‘Soul Kitchen’ es el nombre del restaurante de Zinos, un tipo que está atravesando una época difícil. Para empezar, tiene deudas atrasadas que no puede pagar. Por otro lado, su novia, su pareja estable desde hace años, se marcha a China por trabajo. Ella le ha pedido que la acompañe, pero él no puede (o no quiere) abandonar su local, así que se queda en Alemania y tratan de comunicarse vía Internet. Para empeorar las cosas, tras una visita inesperada (pero no casual) del inspector de sanidad, se le notifica que si no invierte una gran cantidad de dinero en modernizar y arreglar el restaurante, se lo quitarán. Zinos decide entonces que la mejor solución es dejarle el Soul Kitchen a su hermano. Pero éste es un tipo que acaba de salir de la cárcel por robo, que en lugar de trabajar se juega todo lo que cae en sus manos, y que no, por esto mismo, no hace más que pedirle dinero.
El bar de los líos
Aunque el tono es diferente, Akin sigue hablando de asuntos cotidianos, de personajes cercanos, de vivencias de inmigrantes (como sus padres) que tienen que salir adelante en un país que todavía se les resiste. Habla, en resumen, de situaciones que conoce de primera mano, con su mirada cruda y directa, sin falsedades ni subrayados innecesarios. En su nuevo trabajo, realizado con la firmeza de quien sabe que está retratando verdades (torcidas ligeramente para provocar la comedia, pero verdades al fin y al cabo), nos retrata a un puñado de personajes patéticos, cada uno con sus propias historias, que giran en torno a un enorme restaurante, viejo y destartalado, con una carta repleta de comida basura, situado en la ciudad de Hamburgo, donde nació el cineasta.
Del grupo de variopintos individuos que aparecen en la película, sobresale Zinos (Adam Bousdoukos), de ascendencia griega, un auténtico antihéroe. Empezamos y terminamos con él, y aunque sea una historia coral, sobre su espalda (su dolorida y maltrecha espalda) recae el peso de la narración, siendo el personaje que sirve de pegamento para unir todas las demás piezas. Todos los demás le buscan o le encuentran, por diferentes motivos (trabajo, dinero, amistad, avaricia, amor). Y esto ocurre cuando Zinos se encuentra en el momento más importante de su vida. Ése en el que todo lo que ha estado haciendo se vuelve contra él, ése en el que todo lo que cree se viene abajo. Ése en el que tendrá que abandonar todo lo que sabe, para convertirse en alguien mejor, si quiere sobrevivir. Es interesante ver cómo la vida y el estado de ánimo de Zinos se refleja perfectamente en su local; y cómo la evolución del personaje es la también la del Soul Kitchen. Su espalda también sigue una progresión en este mismo sentido.
Pero como digo, ésta es una película de muchos personajes, y la buena noticia es que todos están aprovechados. No sobra ni uno, todos tienen su motivo para estar ahí. Los actores además están estupendos, desde el principal, que vive cada escena con una increíble naturalidad, a los que podríamos llamar “secundarios”, entre los que destacan su novia (Pheline Roggan), que viene a confirmar que mantener una relación a distancia es prácticamente una misión imposible (sobre todo si es, como en muchas ocasiones, la inercia lo que une a la pareja), un brillante cocinero, antisocial, experto en lanzar cuchillos (Birol Ünel), el hermano ladrón, adicto al juego y aficionado DJ de buen corazón (Moritz Bleibtreu), y el villano de la historia (Wotan Wilke Möhring), un falso amigo que desea acabar con el restaurante y que protagoniza una de las escenas más desternillantes de la película (la que se produce por efecto del “postre mágico”).
La trama (escrita por Akin y Adam Bousdoukos) funciona, los actores viven sus personajes, la banda sonora es estupenda, acompañando adecuadamente la acción, la cámara lo capta todo sin que se note, que es exactamente lo que debe pasar siempre; en fin, la mezcla es deliciosa. Desde luego, ‘Soul Kitchen’ no es perfecta, le sobra metraje, como a la gran mayoría de las películas actuales, y hay alguna que otra situación que se podría haber perfilado algo más (como la relación con la familia de su novia o que el restaurante empiece a funcionar tan bien de la noche a la mañana), pero es poca cosa y no importa en absoluto cuando has pasado un rato tan agradable, tan divertido, viviendo las aventuras de Zinos y compañía. Por cierto, un último consejo: comed antes de ir a verla.
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