La antología 'Solos' que Amazon Prime Video estrena en España el 25 de junio -con más de un mes de retraso respecto a su lanzamiento en Estados Unidos- es una propuesta inusual por varios motivos. Por lo pronto, David Weil, su creador y también la personaje detrás de 'Hunters', la creó un poco a modo de respuesta a la pandemia de coronavirus, optando por un enfoque mucho más dramático dentro de la ciencia ficción cuando lo más habitual en ese tipo de obras ha sido girar hacia lo cómico.
Por otro, 'Solos' se desvía de las prisas propias del medio televisivo optando por construir la mayoría de sus siete episodios a modo de monólogo, queriendo así incidir en las emociones a través de las reflexiones que llevan a cabo sobre ciertos aspectos que fueron clave para que su vida haya acabado siendo de esa manera. El resultado oscila entre lo fascinante y lo impostado, tanto entre un episodio y otro como dentro de un mismo capítulo.
Una reflexión al servicio de sus actores
La angustia probablemente sea el sentimiento que más marca 'Solos'. En algunos casos es más evidente desde el comienzo de cada relato, pero lo habitual es que vaya in crescendo para cerrar cada uno de ellos por todo lo alto. Eso sí, todo está supeditado a la interpretación de sus protagonistas, viviendo y muriendo en su capacidad para insuflar verdad a un soliloquio que a menudo parece mucho más profundo de lo que es realmente.
Es cierto que algunas de las historias tienen más recursos, ya sea por la forma de poner en imágenes el hecho de estar hablando con uno mismo o porque existe algo que funciona a modo de interlocutor, pero siempre con la máxima de ahondar en el particular momento vital por el que pasa el protagonista.
Ahí está claro que contar con rostros populares como Anne Hathaway, Morgan Freeman, Dan Stevens, Uzo Aduba, Helen Mirren o Anthony Mackie ayuda a que el espectador tenga una mayor predisposición a dejarse llevar, y hay momentos en los que los esfuerzos de los actores acercan la serie a su techo, tanto por la conexión con sus personajes como por la posibilidad de llevarnos a meditar sobre nuestra situación actual.
Por desgracia, los guiones no son ni muchos menos redondos, y hay varios momentos en los que el artificio resulta evidente y nos expulsa de esa espacio emocional que intenta diseñar cada una de las historias. Tampoco ayuda que llegue un punto en el que da la sensación de estar girando sobre las mismas ideas sin ofrecer nada realmente satisfactorio más allá del impacto de las actuaciones.
Luces y sombras
Cierto es que hay un cuidado diseño de producción, en el cual se fomentan los espacios cerrados con un enfoque minimalista, pero siempre intentando que los escenarios en los que transcurren los hechos funcionen también un poco como reflejo de los propios personajes. Ahí algunos quizá echen en falta un mayor derroche visual para que el elemento de ciencia ficción no acabe resultando casi anecdótico en algunas historias, pero es lo que encaja en la apuesta que hace Weir.
Además, los relatos no están completamente desconectados entre sí, pero tampoco esperéis nada especialmente elaborado. Lo suficiente para darles un poco más de unidad más allá de lo temático y que esa sensación de repetición que va surgiendo a medida que pasan los episodios se modere. De hecho, el último quizá sea mi favorito en parte por ello, pero también por ofrecer un apasionante acercamiento a la importancia de la memoria.
Por lo demás, 'Solos' alterna en sus reflexiones sobre la naturaleza humana momentos de gran intensidad -pienso por ejemplo en lo mucho que logra Mirren con tan poco- con otros en los que uno no puede evitar estar viendo a un actor interpretar en lugar de a un personaje con auténtica voz propia -ahí quizá la mayor decepción sea Aduba-.
Esa alternancia de aciertos y errores no se debe al suave pero efectivo trabajo de puesta en escena, donde se presta especial atención a los primeros planos para dejar que sean los actores los que intenten elevar el material más allá de su alcance real sobre la página.
En resumidas cuentas
'Solos' es una propuesta estimulante que nunca llega a alcanzar la consistencia idónea para alcanzar su mejor nivel, lo cual hace que alterne aciertos y fallos de forma constante. Acaba primando lo primero, sobre todo por el trabajo de su llamativo reparto, pero es una pena que los jugosos conceptos que maneja no hayan sido desarrollados de forma más efectiva.
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