Cuatro años siendo el mejor final del verano posible de la mano de Steve Martin, Selena Gómez, Martin Short, decenas de estrellas invitadas y, oh sorpresa, un asesinato en el edificio
A menudo vemos series que, después de una primera temporada estelar, se encuentran sin saber cómo continuar y dejan a sus personajes vagando a la deriva, forzados a repetirse a sí mismos una y otra vez, con tramas calcadas y golpes de efecto que, con el tiempo, acaban por aburrir incluso a los fans más entusiastas. Sin embargo, de alguna manera, 'Solo asesinatos en el edificio' siempre ha sabido regatear la rutina de su propia existencia (la investigación, la relación entre los tres, los invitados estelares, el podcast) innovando en cada nueva tanda de episodios. Y, por suerte, la cuarta temporada no es una excepción.
¿Otro asesinato en el edificio?
No tiene sentido que la temporada 4 de 'Solo asesinatos en el edificio' se tome el nuevo crimen en serio. A estas alturas, el Arconia se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo, como las fiestas de Jessica Fletcher, y los guionistas de la serie han decidido tomárselo, lógicamente, a cachondeo. De hecho, el primer episodio, en el que se percatan del cliffhanger con el que acabó la temporada anterior, está plagado de metachistes deliciosos que dejan claro que, a estas alturas, ni siquiera pretenden que el público compre que esta fiebre de asesinatos continuos es creíble.
Después de tres temporadas de comedia surgida de los actos de los personajes y los giros de guion, ahora 'Solo asesinatos en el edificio' se sumerge de lleno en la autoparodia con la adaptación que Hollywood está haciendo de su podcast. Esto lleva a encontrar a sus doppelgangers (hilarantes Eva Longoria, Zach Galifianakis y Eugene Levy), que inevitablemente se verán arrastrados a la investigación de este año. El paso definitivo al humor absurdo funciona perfectamente (ese hombre obsesionado con la Navidad, esa pata de jamón en el baño), sin que por ello la investigación pasa a un segundo plano, como ocurría en la tanda de episodios del año pasado.
Puede que esta cuarta temporada se haya vuelto más excéntrica, pero no es, en absoluto, chirriante. De hecho, funciona mejor que la anterior porque su trío protagonista vuelve a estar unido, demostrando que las interacciones entre ellos son el verdadero motor que mueve la serie. Es más: mientras que en la temporada 3 estaban desperdigados a lo largo del argumento, aquí se apoyan entre ellos, bromean y hacen relucir más que nunca sus running gags habituales. Y es que 'Solo asesinatos en el edificio' puede innovar todo lo que quiera, pero siempre se sentirá como llegar a casa.
Adaptando la ficción
La combinación de Steve Martin, Selena Gómez y Martin Short, los secundarios habituales del Arconia, la investigación de los asesinatos y la grabación del podcast marcan el final del verano televisivo desde hace ya casi un lustro, y es imposible no sentirlo ya como tradición, lugar feliz, serie a la que acudir cuando todo lo demás falla. Y es que cada año es capaz de reinventarse -a su manera- y hacer fuerza con su impresionante catálogo de secundarios dejando siempre con un buen sabor de boca. Pero, como todas las veces que vuelves al calor del hogar, no todo son sonrisas y despreocupaciones.
Y es que esta temporada de 'Solo asesinatos en el edificio' se enfrenta a un problema que lleva acarreando desde su segunda temporada: la mezcolanza de tramas que se siente, quizá, un poco abrumadora, sin dejar tiempo a que los personajes respiren y que las sorpresas -que haberlas, haylas- calen en el espectador. A la abundancia de subtramas hay que sumarle las set pieces episódicas, que en este caso no terminan de funcionar siempre del todo, y, personalmente, me dejan siempre con la impresión de que, un poquito más afinada, la serie me podría gustar incluso más de lo que ya me está gustando.
No quiero que os llaméis a error: 'Solo asesinatos en el edificio' es una serie fantástica que continúa expandiendo su legado al mismo tiempo que hace pesca de arrastre con detalles (y personajes) de otras temporadas que aparecen para hacer su cameo correspondiente. De alguna manera se las ha arreglado para ser profundamente continuista y asombrosamente rupturista al mismo tiempo: al igual que pasaba en la temporada 3 con el musical y el fantástico 'Which of the Pickwick triplets did it', se niega a dejarse llevar por la corriente y ofrecer un misterio de tres al cuarto para simplemente contentar a sus fieles menos exigentes.
Visualmente, por supuesto, sigue siendo un pastelito: los tiros de cámara están escogidos con tino (ese momento de los tres mirando por un agujero, las ensoñaciones de Charles) y desafía constantemente a ese espectador resabiado convencido de saber todo lo que va a encontrar. En parte es cierto, pero la serie es capaz de driblarte cuando menos lo esperes. Y ese es su verdadero alma y el motivo por el que, a estas alturas, uno no querría que acabase nunca.
'Solo asesinatos en el edificio' es tan buena como lo ha sido siempre en esta cuarta temporada, añadiendo una capa de comentario meta y de comedia (aún más) extravagante que lo cambia todo para, una vez más, no cambiar nada. Puede que a ratos parezca que estira el chicle más de la cuenta (al menos en los siete episodios que hemos podido ver), pero se dedica muy sabiamente a evolucionar a los personajes, darles pequeños arcos dramáticos y dar una vuelta de tuerca al misterio cuando parecía que todo estaba dicho. Y qué demonios: hacer la quiniela de posibles asesinos es una de las tradiciones más bonitas de cada año.
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