De entre la enorme variedad de personajes que pululan por las películas, aquellos que suelen llamar más la atención, que enseguida se ganan las simpatías del espectador, son los solitarios. Personajes a los que las circunstancias hacen estar al margen de la sociedad, o simplemente de sus seres más queridos, viviendo en su propio mundo interno. Hay mucho atractivo en ese tipo de personajes, una cualidad que hace que nos acerquemos más a ellos pues la soledad marca tanto nuestro nacimiento como nuestra muerte, y hay dos géneros donde brillan con más intensidad, el western y el policíaco. No hay en la actualidad tantos personajes solitarios por lo que sentir fascinación como antes, ni siquiera son tratados con la misma fuerza que los maestros de antaño, pero actualmente hay dos films en cartelera que presentan a un par de tipos cuya mayor particularidad es que están solos ante el mundo: 'Teniente corrupto' ('The Bad Lieutenant: Port of Call - New Orleans', Werner Herzog, 2009) y 'Un tipo serio' ('A Serious Man', Joel y Ethan Coen, 2009).
En una, el solitario es un descontrolado teniente de la policía se ve superado por su dura cotidianidad, en la que tiene que lidiar con personajes de la más baja calaña,y también codearse con ellos. En la otra, el protagonista es un buen hombre, tanto que piensa que todo le va bien, hasta que sin saber por qué, su mundo se viene abajo quedándole sólo sus propias creencias como consuelo. Una es un drama policial, la otra una comedia. No son, ni serán, éxitos grandes de taquilla, pero de momento representan lo mejor de la oferta cinematográfica del presente año.
Un remake bien entendido
El a ratos excesivo Werner Herzog se ha atrevido con el remake de una de las películas de culto de principios de los noventa: 'Bad Lieautenant' de Abel Ferrara, para mí un film pretencioso donde los haya, eso sí, con una impresionante composición del gran Harvey Keitel. Las protestas por el nuevo remake no se hicieron esperar, incluidas las del propio Ferrara, quien llegó a insultar a a algunos de los responsables de la nueva versión. Herzog, que parece un tipo listo, se defendió explicando que él no había visto el film de Ferrara y que lo suyo en realidad no era un remake, sino algo muy distinto.
Así es, 'Teniente corrupto' se aparta considerablemente del film del 92 tanto en intenciones como resultados. Herzog habla de la locura desde una óptica menos provocadora, pero mayor en intensidad, viste a su protagonista con continuas amenazas y desgracias personales y al mismo tiempo dota al film de una extraña y conseguida atmósfera donde lo casi mágico tiene cabida, logrando embellecer un personaje odioso. Que Nicolas Cage se haya adueñado del personaje no deja de tener su gracia en esta inteligente broma de Herzog, pues aunque no resiste la comparación con Keitel —digamos además que los personajes son totalmente distintos—, logra conectar con el público gracias a su entregada composición, en la que evidentemente no le falta tiempo para gesticular como nunca, estando por primera vez en coherencia con lo que interpreta. Su histriónica interpretación se convierte en estrella absoluta de un film que avanza con ritmo firme gracias al inspirado trabajo de su director.
Un paseo por la locura ambientado en un decadente ambiente en la ciudad de New Orleans, producto del paso del huracán Katrina, que Herzog adorna con sugerentes secuencias oníricas en las que se atreve a hacer bailar a un alma break dance, entre otras locuras. Momentos casi mágicos, en los que cobra fuerza la excelente banda sonora obra del genial Mark Isham, que crea para la ocasión melodías jazzísticas con sabor a puro cine negro. Encima se atreve con un falso final feliz, que de irónica forma conecta con el principio, y aunque algunos elementos de su trama estén cogidos por los pelos, al final Herzog ha logrado divertirnos con su intensa y negra burla hacia el film de Ferrara, al que le da algunas lecciones de cine.
Una comedia muy personal
Tras haber sido el centro de atención con las exitosas, a nivel de premios y de taquilla, 'No es país para viejos' ('No Country for Old Men', 2007) y 'Quemar después de leer' ('Burn After Reading', 2008), films llenos de actores conocidos, los extraños hermanos Coen han decidido hacer algo más modesto, sin pensar tanto en la taquilla. 'Un tipo serio' ('A Serious Man') podría considerarse como una película menor dentro de la filmografía de los Coen, un pequeño cuento que curiosamente al que suscribe la ha parecido de lo mejor de los ilustres hermanos, de los que reconozco no ser ningún admirador. No soporto ni 'Fargo' ni' Barton Fink', y películas como 'El gran Lebowski' —cuyo mejor chiste está literalmente copiado de una película de Mel Brooks— me aburren soberanamente. Yo me lo paso mejor con cintas como 'Arizona baby' o 'El gran salto' ('The Hudsucker Proxy'), e incluso 'El hombre que nunca estuvo allí' o 'Ladykillers' me parecen mucho más interesantes que sus títulos más alabados.
Sin embargo, y a partir de la oscarizada cinta con Javier Bardem, los hermanos Coen no hacen más que alegrarme mis sesiones cinéfilas. 'Un tipo serio' narra la historia de un pobre hombre que cree tenerlo todo, pero al que las circunstancias superan de modo inevitable. Su mujer, que le ha sido infiel con uno de sus amigos, le pide el divorcio, sus alumnos no le hacen ni caso cuando explica en clase, incluso cuando suspende a un chico oriental recibe un soborno de éste para que lo apruebe, algo que va en contra de sus férreas creencias. Para colmo es el único que aguanta la extraña locura de su hermano, que le meterá en más de un problema. Todo el tono del film está marcado por su excelente y divertido prólogo, que funciona perfectamente como un corto separado del resto del film. La contenida comicidad y el absurdo más desternillante bañan toda la película, que no avanza precisamente con el mejor de los ritmos, pero es su tono lo que la hace buena.
Esta vez, los Coen han echado mano de actores poco conocidos por el gran público, realizando todos un gran trabajo, aunque sobresale por derecho propio un inspirado Michael Stuhlbarg, quien se adueña de la función y nos hace partícipes de sus miserias. Su rostro a veces desencajado, es el perfecto retrato de la inestabilidad que todos podemos sentir de vez en cuando, por muy cómodas que aparenten nuestras vidas. La mala suerte de este personaje es retratada con un fino sentido del humor por los Coen, en el que el actor encaja como un guante. El conciso retrato de los Coen de la sociedad americana de finales de los 60, a través de la historia de estos judíos verdaderamente raros, está lleno de detalles ingeniosos por parte de unos autores que tienen más mala leche de la que parece. Las alusiones a una canción de Jefferson Airplane son buena muestra de ello.
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