Hubo un tiempo en el que Oliver Stone fue uno de los directores norteamericanos más interesantes. Sus películas tenían una fuerza especial y además tampoco se cortaba a la hora de llevar su tesis hasta las últimas consecuencias. Personalmente creo que tocó techo con la sensacional ‘J.F.K.: Caso Abierto’, pero aún nos regaló propuestas muy interesantes como ‘Asesinos natos’ ('Natural Born Killers’) o ‘Un domingo cualquiera’ (‘Any Given Sunday’).
Por desgracia, el interés de su obra decayó de forma considerable con la llegada del nuevo milenio y nunca ha terminado de recuperarse de ese pronunciado bajón. Tenía ciertas esperanzas en que eso cambiase con ‘Snowden’, una cinta que le permitía manejar un material con el que hubiera sido capaz de hacer una cinta memorable de haberla rodado durante su apogeo. Lamentablemente no ha sido el caso y lo que nos da es un título a duras penas estimable y que enaltece en exceso la figura de su protagonista.
Las licencias dramáticas de Oliver Stone
Es cierto que actualmente vivimos una época tan marcada por el bombardeo de informaciones y dar prioridad a lo nuevo que a veces resulta muy complicado profundizar en aquellos temas realmente importantes. Por suerte, el caso de Edward Snowden ha sido documentado más que sobradamente para todos aquellos que quisieran saber más sobre lo que realmente sucedió, lo cual deja al descubierto las licencias dramáticas que Stone se toma para la película.
Eso tampoco es algo que deba sorprendernos por parte de Stone, quien nunca ha rehuido hacer los retoques necesarios a la realidad para que se ajuste a lo que él realmente quería contar. Aquí todo gira alrededor del conflicto interno de su protagonista sobre si está haciendo o no realmente lo correcto y cómo eso va minando tanto su vida personal como su propia salud, tomando una decisión por la que es juzgado como un héroe por la película.
Esa ausencia casi total de claroscuros en la definición de su protagonista se puede entender como una contramedida de Stone para hacer frente a las duras críticas recibidas por Snowden en su país, donde no pocos lo consideran un simple traidor. Sin embargo, eso también limita mucho el atractivo que Kieran Fitzgerald y el propio Stone escriben a partir del libro de Luke Harding.
Todos deberíamos tener ya un punto de vista más o menos claro sobre las acciones de Snowden, por lo que esta película poco o nada va a cambiar al respecto en términos ideológicos. No obstante, Stone expone en exceso la bondad desinteresada del protagonista, alterando hechos en su mayor parte para mejorar la imagen que se transmite de él cuando tampoco era algo realmente imprescindible. Los héroes también pueden tener ciertos detalles más oscuros.
Hay una gran excepción, eso sí, ya que la escena en la que consigue toda la información funciona muy bien en términos dramáticos e incluso de espectáculo, mientras que el hecho de tener que ir mostrando que estuvo mucho tiempo consiguiéndola podría resultar un tanto monótona y definiría sin posibilidad de error sus motivaciones demasiado pronto. Ahí es cierto que también se puede ver una creación de un conflicto interno, pero es que tampoco aporta realmente gran cosa más que retrasar lo inevitable.
Luces y sombras de ‘Snowden’
Además, ‘Snowden’ acaba siendo una película más sobre por qué Snowden hizo lo que hizo que cualquier otra y con esas alteraciones la imagen se distorsiona. Además, Stone no recupera ese nervio de sus mejores trabajos para que todo tenga una fuerza inusual y un ritmo envidiable aunque realmente tampoco pase gran cosa. Aquí apuesta por una solvencia más que digna, pero también un tanto impersonal. No noto estar viendo una película suya.
Por lo demás, Joseph Gordon-Levitt brilla como Snowden tanto en el terreno físico -no es un cambio tan espectacular como en otros papeles, pero realmente da la sensación de convertirse en él, algo a lo que también ayuda el tono de voz escogido para la ocasión- como en el emocional, manejando muy bien los vaivenes emocionales de su personaje. Sin él estaríamos hablando de una cinta apenas pasable, pero gracias a su aportación acaba siendo una propuesta interesante pese a las limitaciones que se autoimpone.
El resto de su suculento reparto está un poco desaprovechado al quedar todos ellos reducidos a una mera función de complemente del protagonista en alguna de las caras que intenta mostrar. Los que mejor parados salen son Shailene Woodley que aporta frescura y un toque más humano a la relación de pareja de Snowden, y Rhys Ifans, tenebroso -la película apunta sin rubor hacia él como una especie de villano a falta de algo mejor- e imponente como el padrino del protagonista.
En definitiva, ‘Snowden’ no es el regreso por la puerta de grande de Oliver Stone que muchos deseábamos. De hecho, tampoco se percibe mucho su mano en lo formal, mientras que en términos dramáticos no terminan de funcionar del todo bien todas las licencias que se toma. Con todo, se ve con interés y Gordon-Levitt realiza un notable trabajo dando vida al protagonista. Aceptable pero intrascendente.
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