La sorpresa del cine de terror de hace dos años regresa con una continuación frenética, ruidosa y carente del elemento sorpresa
El guionista Kevin Williamson introdujo las grandes reglas de las secuelas del cine de terror en ‘Scream 2’: mayor número de cadáveres y escenas de muertes mucho más elaboradas y bestias, y Wes Craven llevó al efecto su fórmula con gran éxito. Eso es lo que ha planteado e director Parker Finn en su ‘Smile 2’, una continuación directa de la primera, un éxito inesperado de 2022, que es más loca, más gore y mucho más grande.
El gran “pero” es que no es ni distinta ni mejor que la original, salvo por su original premisa de meternos directamente en la ansiedad de una estrella del pop como Dua Lipa o Lady Gaga, encarnada aquí en la superdiva Skye Riley, quien comienza a experimentar fenómenos cada vez más terroríficos e inexplicables justo antes de embarcarse en una nueva gira mundial. Abrumada por la avalancha de sucesos espantosos y las presiones de la fama, se ve obligada a confrontar los hechos de su pasado antes de que la entidad de la sonrisa se apodere de su vida.
Una irreprochable oportunidad perdida
Las expectativas altas con ‘Smile 2’ parecen no tener mucho sentido, pero a pesar de ofrecer dos horas de risas, sangre y diversión macabra, no se puede sacudir la sensación de que ha llegado de forma precipitada. Parker Finn es un virtuoso a la hora de mover la cámara, pero evita demasiados riesgos, sin innovar o llevar al extremo su propuesta inicial, traicionando sus propias promesas de que iba a ofrecer algo inesperado o sorprender respecto a lo que había visto. Todo es más impactante, pero también más estridente y tosco, aumentando lo ya mostrado con lentes macro, pero sin experimentar con las posibilidades oníricas de la maldición.
Contaba el director que la falta de presupuesto de la anterior impidió hacer algunas escenas, y todo indicaba a que se refería a su corto de origen de la saga ‘Laura Hasn’t Slept’, que se permitía más fugas a lo ‘Pesadilla en Elm Street’ en 10 minutos que en las más de dos horas de metraje de esta. Aquel pequeño trabajo corto mostraba toda una dimensión maleable y extraña, desconocida, que aquí no se atreve a explorar. El cebo de ofrecer algo "totalmente diferente" queda más en evidencia cuando se ve que ha calcado hasta la estructura interna de la anterior. Imita demasiado los puntos cruciales de la anterior, no hay nuevas escenas, solo las multiplica en escala.
Por ejemplo, la fiesta del cumpleaños aquí se corresponde con un acto benéfico que acaba con una coda ridícula casi similar a cuando Rose se caía en una mesa, el gag de la llamada del conocido presente vuelve a repetirse sin disimulo, la visita de la psicóloga de la anterior se mira aquí en la escena del hospital, y lo mismo con la del primer contagio, la de exposición de las reglas, las primeras apariciones, hasta los engaños que se mueven en el tiempo, la aparición del trauma del pasado etc etc. Todo es un calco con más esteroides y menos sutilidad.
Una secuela sin ambición, pero efectiva
¿Es esto tan malo? Bueno, es una secuela y al final las secuelas hacen esas cosas, sentémonos a disfrutar de la conformidad, pero todo deja la sensación de que el estudio la quería rápido para aprovechar el tirón y han cogido el camino del “más grande y más acción”, dejando también la impresión de que hay exigencias de carácter empresarial. Uno de los elementos más frustrantes es que la película nunca supera su primera escena, un plano secuencia que funciona por sí mismo y aprovecha las reglas establecidas y aprendidas en la primera para llevarlas más allá, en un aperitivo de la locura de contagio inducido a otros y muertes encadenadas en lo que se podría haber convertido la secuela.
Pero también deja ese prólogo una pista de las intenciones de la operación cuando el personaje de Kyle Gallner empieza a decir cosas que los espectadores que conocen la primera no necesitan saber y obviamente están verbalizadas torpe y expresamente para el que no la ha visto y no se entera de nada. Hay una apuesta de inversión en presupuesto y publicidad mucho más grande que la original y el estudio necesita llegar a los que se acerquen a esta secuela de forma casual, con el reclamo "la película de terror con una Taylor Swift" que no saben ni lo que es la primera aunque esta lleve un dos detrás.
El mayor problema es que no explora detalles que sí se veían apuntados en la anterior, como el cuello blando que se doblaba o el señor que se quitaba la máscara de piel, etc etc. En aquella parecía que podía pasar cualquier cosa y aquí siempre pasa lo esperable. Puede que demasiadas esperanzas para una propuesta que busca jugar sobre seguro, probablemente el pasaje en taquilla a una película más arriesgada para el director, quizá esa contención en los elementos menos asumibles por un público tradicional significan un free pass para su remake de ‘La posesión’.
Gore salvaje para el gran público
Aunque también se deja ver que el éxito de la primera ha dejado manga ancha para mostrar violencia gráfica que pocas veces nos encontramos en la gran pantalla: el gore es muy cafre, tanto en las muertes y en su brutal escena final, que en una peli-evento de estas características es casi imposible de ver. Cuando ‘Smile 2’ por fin arranca y va más a lo loco es muy divertida, pero queda la losa de haber pasado casi una hora de perezoso remake de la anterior sin mucha más innovación que la profesión de la protagonista o mostrar más cantidad de gente sonriendo, lo que además le resta efectividad al recurso.
Y es en la ejecución del terror donde ‘Smile 2’ muestra su flaqueza, que falla en detalles en los que la anterior triunfaba. La increíble banda sonora electrónica de Cristóbal Tapia de Veer aquí se vuelve más bien electrocutante, como si quisiera movernos a base de descargas. Los sustos con elementos intradiegéticos de la anterior (gritos, un claxon) se vuelven golpes de sonido extradiegéticos apoyados por el volumen. Parece que no hay confianza plena en las escenas que han cocinado, aunque también hay un elemento redentor que sí se mantiene y es una buena noticia, porque seguramente va a hacer millones.
La razón es que es un producto de franquicia prácticamente impecable que va a convencer a muchos escépticos de la primera gracias a su codificación más asumible del humor corrosivo de aquella, que incluso hubo opiniones “expertas” que aseguraban que no existía. Si ‘Smile 2’ funciona es porque lanza su perversa concepción de la comedia macabra a extremos hilarantes, maltratando y usando a su personaje como a una marioneta, sin ningún tipo de elemento redentor, haciendo que acabe funcionando como consecución de momentos histriónicos, misantrópicos e implacables con la diva pop.
Un satíra sobre la salud mental en un mundo neoliberal
Tampoco se puede no admirar el gran trabajo de Naomi Scott y su facilidad para entrar y salir de situaciones de presión psicológica extrema, logrando lo que al final parece ser el motor de esta secuela, que es lograr una inmersión en la psique de alguien con un nivel de exigencia vital extremadamente dura y la ironía de que la respuesta a ella solo pueda ser el mostrar una gran sonrisa al público, porque no hay otra forma posible de responder a las expectativas que el sistema aplica sobre las personas que no pueden permitirse un respiro.
Esto va dejando una bienvenida semilla anticapitalista en la que parece que lo importante en la sociedad actual es siempre ganar dinero primero, luego ya, las secuelas mentales y de bienestar cotidiano dan igual. En el mejor momento de la película hay un “fuck you” al sistema que no puede pasar desapercibido en el mayor momento de celebración del esfuerzo como moneda de cambio del éxito individual neoliberal que hemos vivido en mucho tiempo. Bravo ahí al guion que no da por perdido el fondo que hacía singular la primera.
Así que, aunque de la impresión de que es un trabajo de mercenario, ‘Smile 2’ sí es plenamente coherente con el fondo y forma de la anterior, fijando las claves de juego de la saga, y aunque da la impresión de que guardan cosas para una posible nueva secuela (aunque deja una gran pregunta al final), la falta de creatividad en las posibilidades no es decepcionante de por sí, pero desde luego hacen contraer muchísimo las expectativas con un director talentoso que a veces parece demostrar estar más interesado en la pulcritud técnica que en explorar las posibilidades del género.
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