'Slender Man': un incomprendido film de terror adolescente que merece otra oportunidad con su llegada a Netflix

'Slender Man': un incomprendido film de terror adolescente que merece otra oportunidad con su llegada a Netflix

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'Slender Man': un incomprendido film de terror adolescente que merece otra oportunidad con su llegada a Netflix

Slender Man’ (2018) es una adaptación al cine de un famoso creepypasta que se estrenó en cines en 2018, tras una controvertida y tortuosa producción en la que Sony se vio enfrentada a las quejas de miles de usuarios que exigían un boicot por tratar de forma frívola los hechos reales que sucedieron en 2014, cuando dos niñas de Wisconsin, de solo 12 años, llevaron a su mejor amiga al bosque y la apuñalaron 19 veces en ofrenda a la entidad y demostrar que esta era real.

El film se cubrió de un aura de negatividad que le hizo dar tumbos durante meses, con incontables retrasos y cambios en la mesa de montaje. Su tráiler tuvo una reacción negativa tal que el film fue mutilado en la mesa de montaje, y la mayoría de las escenas más violentas del primer adelanto fueron cortadas, uno de los motivos por los que la película se percibe como un film inofensivo para adolescentes, cosa que en parte tiene algo de sentido, ya que, lejos de ser una adaptación para adultos, ‘Slender Man’ funciona en el universo del cine de terror teen.

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El lenguaje propio del terror para adolescentes

Lejos de exploraciones de la leyenda urbana que buscan acercarse a las raíces del contenido creepypasta, de ahondar en su poder evocador de horrores colectivos, que tienen tratamientos del tema como la serie ‘Marble Hornets’ (2009-2014), a la que siguió una película bastante pobre, o de las variaciones que captaban la esencia siniestra de esas historias de ‘Channel Zero’ (2016-2018), esta ‘Slender Man’ no se diferencia mucho de algunas propuestas del cine de Wes Craven, ubicando los miedos en la adolescencia temprana.

Si bien el cine de terror adolescente tuvo un resurgir en los 90, con múltiples variaciones de ‘Scream’ (1996) que posteriormente evolucionaría con ‘Destino Final’ (Final Destination, 2000), el público potencial de la gran mayoría de estrenos en el siglo XXI ha cambiado a un sector adulto y se ha ido diversificando hasta ocupar distintos nichos que se repelen unos a los otros en un falso sistema de escalones propiciado por una visión piramidal de cine que empuja a asociar productos de mejor y peor categoría por su nivel de seriedad o temas más difíciles de digerir.

Donde una serie como ‘Pesadillas’ (Goosebumps, 1995-1998) podía tener finales mucho más siniestros que ‘Déjame Salir’ (Get Out, 2017), pese a no ser excesivamente gráfica, el terror dirigido a niños siempre se va a ver como un producto menor, cuando sencillamente tienen otros códigos y pueden ser disfrutados de otra manera. Esto ha aparcado el cine de terror adolescente en un rincón incómodo. Por ejemplo, ‘It Follows’ (2014) se disfraza de film de terror de instituto, pero tan solo utiliza a personajes de esa edad como piezas de un ajedrez más maduro.

Heredera soft del horror juvenil de Wes Craven

Es decir, David Robert Mitchell trabaja sobre la imagen romantizada de la adolescencia de un adulto, específicamente de una nueva generación que pretende comprender. Sin embargo, los productos PG-13 de, por ejemplo, Blumhouse si entienden los códigos absurdos que los adolescentes quieren ver en el cine, pero acorralan las posibilidades del género a una serie de reglas que limitan todo a variaciones del modelo ‘Destino Final’. Así, en los 2010 tenemos algunos ejemplos marginales, rutinarios como ‘7 deseos’ (Wish Upon, 2017) o creativos, como las infravaloradas ‘Friend Request’ (2016) o ‘Countdown’ (2019).

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Las últimas son buenos ejemplos de que puede haber un cine de terror dirigido a un espectro entre los 13 y 23 años que entienden el universo en el que transcurren y que responden ante las estructuras seriadas de muerte a lo ‘Diez Negritos’ clave en el slasher de toda la vida. ‘Slender Manes parte de ese reino de películas, pese a que la leyenda urbana sea estudiada y se pretenda reapropiar por un público adulto. Los foros, los chats de aplicaciones y los stories donde compartir historias falsas o verdaderas están en una franja de edad que coincide con esos intereses cinematográficos.

Por ello, la trama del film de Sylvain White se centra en tres chicas que invocan al SlenderMan que creen que es la única forma de recuperar a su amiga desaparecida Katie, y utiliza una estructura que emana vibraciones de ‘The Ring’ (Ringu, 1998) y ‘Pesadilla en Elm Street' (A Nightmare on Elm Street, 1984) y no sale mucho de ahí. Un vídeo maldito, avistaciones sacadas de la red y algunas de las fotos que hicieron al mito real en la red… es un relato sencillo que no pretende ni necesita dar vueltas de guion sino que quiere adentrarse en la experiencia absorbente de las chicas.

Angustia adolescente y pesadillas surrealistas

La mayoría de imágenes espeluznantes en la película buscan la desorientación, no hay ninguna explicación coherente o lógica. No sabemos de dónde sale el ser, no sabemos sus reglas, todo parecen trucos mentales, pero en ocasiones parece corpóreo. Lo único claro es que puede aparecer en cualquier momento y que, al igual que los pensamientos desagradables, no parece que haya una forma sencilla de hacerlo desaparecer. Y esta es la clave del horror extraño, atípico que podemos encontrar en ‘Slender Man’, hay una claustrofobia constante.

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Aunque no esté en pantalla, una vez ha aparecido, sabemos que efectivamente es como un virus que no pueden quitarse encima. No hace falta que se echen a dormir, la idea es que la idea está plantada en la cabeza de todas ellas y echa raíces de forma que sus terrores crucen constantemente la barrera de la realidad y el sueño. El director se deleita reflejando la sensación sobria y devastadora de la conciencia de estar perdido por completo en una maraña de historias turbias cuando eres un adolescente.

La estética sucia y misteriosa recontextualiza la imaginería salida de las pesadillas en un opresivo film constantemente oscuro, que suma peso a la soledad de las protagonistas y se refleja tímidamente en la brecha generacional, en los miedos al sexo, al embarazo, o los abusos paternofiliales que quedan delineados muy sutilmente. El Slenderman refleja la parte más vulnerable de las chicas y va tomando forma hasta descomponer la realidad en la que se mueven. Hay constantes escenas de distorsión del espacio, de las formas y los pasillos que indican un posible origen cuántico pero queda de igual forma dentro del enigma.

Cine gótico digital

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Lo más sorprendente de ‘Slender Man’ es que no está tan centrado en asustar al espectador –apenas hay sustos como los de las películas de los Warren– y sin embargo presta atención a la atmósfera, los parajes sombríos, y organizar la estética alrededor del hombre alto, incluyendo imágenes infernales —embarazos grotescos, cabezas vacías, sin cara, miembros desmembrados como en un cuadro de arte surrealista– que no necesitan llegar al gore para elaborar un lenguaje poco habitual en el cine dirigido a su público.

Hay horror corporal sin sangre en paisajes brumosos, y fondos que podrían aparecer en ‘Sleepy Hollow’ (1999) y habrían convertido al film en un favorito de góticos de la época de esplendor del movimiento en los 90. El desarrollo, centrado en una de las chicas, sigue los pasos de un descenso a los infiernos, como puede hacerlo ‘La escalera de Jacob’ (Jacob’s Ladder, 1990) y como aquella, se mueve ingrávidamente, con lógica abstracta sin ninguna intención de ir más allá de la representación de la angustia adolescente, la pérdida de control y una sensación de entrar en el reino del horror cósmico, algo que no podemos entender.

La paranoia opresiva de la américa rural conservadora, la relación de la fantasía como forma de escape y la confrontación con los propios miedos, como por ejemplo el de la protagonista, impactada por la historia de una compañera preñada a los 17 años, o cómo ve a su chico como un monstruo, llegado el momento de practicar sexo. Muchas hebras colocadas con intención, como la presión por cuidar de su hermana pequeña, en una convergencia nada gratuita con ‘Verónica’ (2017), y cómo se equipara el paso a la edad adulta femenino con un pasaje del terror con seres sin cara.

Horror sin moraleja

Ambas comparten un tono melancólico y deprimente, un eco que succiona las esperanzas típicas de una persona de 14 a 18 años cuyas vidas no son truncadas por un asesino con máscara que las castiga por tener sexo, sino que viven en una espiral autodestructiva más perversa, que va cerrando el balón de oxígeno hasta que el tercer acto se convierte en una persecución a través de sueños, visiones alucinógenas y visitas a zonas del bosque que solo existen en la cabeza de quien las ha visto antes donde no debería.

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Slender Man’ no tiene una moraleja, no es un cuento sobre chicas que se portan mal y son castigadas, es más terrorífico que eso porque son completamente normales, inocentes e ingenuas al tontear con el creepypasta que les lleva a la locura. Es un film inusitadamente cruel con sus protagonistas, cuyo final es un fundido a negro absoluto, y eso es algo que no suele ser habitual en el cine de terror adolescente. En algunos pasajes, transita por caminos que la acercan, efectivamente, al caso real que tanta controversia le causó.

¿Una polémica éticamente justificable? Hay un aire maligno asociado al dudoso gusto de incluir ofrendas infantiles al hombre del saco de internet en una película precedida por un crimen real con esos elementos, lo cual convierten a ‘Slender Man’ en una película más turbia de lo que parece, que quizá merece ser percibida de forma exageradamente negativa, como castigo por jugar con lo que no debe, pero ese mismo pecado la convierte en un título maldito que, a pesar de no ser tan intenso como prometía el primer montaje, produce una incomodidad indefinible y perdurará como uno de los productos juveniles más retorcidos que se hayan facturado en Hollywood.

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