Los hermanos Colin y Greg Strause dirigen el guión de Joshua Cordes y Liam O’Donnell para ‘Skyline’, un film que nos presenta el amanecer de lo que podría ser el fin del mundo. La ciudad despierta y, cuando se abren las persianas, resplandores azules atraen a los ciudadanos, que se queden mirando sin poder apartar la vista. Naves espaciales alienígenas han llegado a la Tierra para abducir a los habitantes. Solo quienes consigan dejar de mirar a la luz se salvarán. Los protagonistas descubren que pueden huir hacia el puerto y escapar en barco, pues el agua parece ser el único lugar que no ha sido infestado.
Los invasores, creados por ordenador, cuentan con un diseño resultón, además de que funcionan y se integran sin problema con las imágenes, tanto en los exteriores, que veremos casi siempre desde ventanas o azoteas, como en los interiores donde se esconden los terrícolas. Las escasas secuencias de acción están rodadas y montadas con habilidad y resueltas de forma que los movimientos se comprenden y se ubican. No se ha escatimado presupuesto en el destrozo de coches, helicópteros, cazas o naves y las localizaciones son las más adecuadas para lo que se está narrando. El efecto especial de maquillaje para las caras y cuerpos de los afectados está logrado.
La fotografía podría haber sido más viva, en lugar de esta opción estética tan lavada y con tal predominancia de azules, que la acerca demasiado al capítulo de serie de canal especializado en ciencia ficción; pero sirve bien a sus propósitos. En resumen, la parte técnica de ‘Skyline’ es la que obtiene todos los elogios que se pueden dirigir hacia la cinta.
La comedia del año
‘Skyline’ no intenta ser una propuesta de acción ni trata de mostrar a unos héroes que salvan el planeta o lo que queda de su civilización. Los autores han buscado crear una historia de supervivencia de unos pocos, centrándose así en los personajes que ocupan el foco de atención y en su desarrollo vital a través de estos devastadores acontecimientos.
Los inconvenientes a esta decisión los encontramos cuando vemos que todo esto les ocurre a unos personajes deplorables. Como en el inicio de ‘Cloverfield’, las futuras víctimas de la invasión, a las que se conoce a través de una fiesta, caen tan mal, que inmediatamente te pones del lado de los alienígenas y esperas que los abduzcan lo antes posible.
La protagonista (Scottie Thompson) es un ejemplo canónico de lo que describe el grupo de facebook «para ser tan tonta, no eres tan guapa» —fotografía previa—. Esta chica, con su labio operado y con su novio tatuado, cree que es demasiado elegante para mudarse a Los Ángeles y no deja de mostrarse digna e indignada, sea cual sea la circunstancia. Tal es la ridiculez de los sentimientos de los personajes, que las escenas de diálogo, dramáticas y emotivas, se convierten en cómicas. Y es que los pobres extraterrestres eligieron un mal sitio para robar cerebros.
La baja categoría de los actores —esto ocurre cuando todo el dinero se dedica al diseño de bichos por ordenador—, así como la labor de dirección de los mismos, no sirve precisamente para salvar estas exigüidades del guión, que me sorprende leer que está escrito a cuatro manos. Eric Balfour, a quien se pudo ver en ‘24’, carece del carisma suficiente como para protagonizar una aventura como ésta, y sus frases de salvador de su familia o de líder de grupo resuenan huecas. (Spoiler): su rebelión final contra la invasión cerebral nos vuelve a llevar a esa sensación de parodia no intencionada, no solo por la poca empatía que nos había transmitido el personaje hasta entonces, sino también por la forma en la que está ejecutada (fin del spoiler).
David Zayas (‘Dexter’) es quizá el mejor intérprete que se encuentra en la pandilla, pero su conexión con el resto es tan risible que no redime al grupo. El único destello de humor provocado se sitúa en su personaje, con su momento «fumar puede matar» y su frase en español, pero lo que podría haber ido en la línea de ‘Deep Blue Sea’ se queda solo a medio camino de ese desenfadado trato hacia los protagonistas.
Podríamos encontrar personajes e intérpretes como estos en un film de serie Z o en una cinta consciente de su propia bufonada, como ‘Serpientes en el avión’. Sin embargo, aquí se incluyen, sin pudor, sin redención ni atisbo de autoconsciencia, en un conjunto de alto presupuesto y efectos especiales correctos. De esta forma, ‘Skyline’ se eleva de ser otra cinta más de guerra de los mundos a una propuesta cómica, que incluye su propia ‘Scary Movie’ dentro de sí misma, y cuyo único disfrute posible pasa por acudir a la sala en grupo de amiguetes sin vergüenza y dejarse llevar por la risa. Lo que tampoco me parece una mala opción.
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