Aunque descubras el truco antes de tiempo, no es culpa del mago prestidigitador
Sé que, a veces, los críticos pecamos de alimentar excesivamente el hype con frases que parecen escritas para poner en un cartel, como "no has visto nada igual" o "te sorprenderá a cada minuto". Son maneras básicas de llamar la atención del público y, tristemente, son lo único que a estas alturas de siglo XXI, repletos de estímulos por los cuatro costados, puede hacerlo. 'Strange Darling' es una de estas películas que vienen precedidas por un gran hype y este tipo de palabras grandilocuentes. ¿Es satisfactoria? Sorprendentemente, sí. ¿Cumple con dicha grandilocuencia? Ese es otro cantar.
Me lo dejas todo desordenado
No es mi intención romper el globo de hype que te hayas podido crear con 'Strange Darling'. De verdad, deberías verla: no solo funciona a las mil maravillas, sino que es una de las cintas de género más estimulantes del año, se atreve a tocar un tema complejo de una manera tan macarra como divertida y su fotografía es exuberante (obra, por cierto, de Giovanni Ribisi, que debuta en el puesto aquí por todo lo alto). Sin embargo, dentro de su intento de transgresión en ocasiones no termina de acertar, y sus prometidos "giros continuos" se quedan en, básicamente, solo uno. Eso sí, vaya giro.
JT Mollner (que será, por cierto, el guionista encargado de llevar a la pantalla 'La larga marcha' de Stephen King, que a su vez ha laureado 'Strange Darling') es terriblemente inteligente al jugar con las expectativas del espectador en todo momento, especialmente en una primera hora portentosa en la que juega con los diálogos forzados e imposibles, los silencios o el clásico juego del gato y el ratón, pero en la que logra llamar nuestra atención desordenando la cinta. No es un golpe de azar, claro, sino la clave del éxito de su narrativa: si se nos ofreciera linealmente, 'Strange Darling' no perdería todo el interés (seguiría siendo visualmente espléndida), pero sí gran parte de su atractivo.
La película consigue crear tensión constante en el espectador jugando con un tema tabú, y su atrevimiento tiene recompensa provocando una de las mayores sorpresas del cine en los últimos años. Una pretendidamente problemática que, como tal, va a causar polémica (estéril, por supuesto) en redes sociales. No es algo que el directo rehúya, desde luego, y en lugar de plantear distintas soluciones o matices, decide ir con la brocha gorda en ristre. Y es, francamente, refrescante. El problema es que más allá de la provocación, la sorpresa y la fantástica estética rodada en 35 mm, la cinta tiene tramos donde se encuentra un tanto vacía. Y es una pena.
Es el juego del gato y el ratón
Una vez puestas las piezas en el tablero de ajedrez, la película no sabe cómo moverlas para que la partida sea más interesante que vistosa, y acaba cayendo en escenas cliché más que superadas a estas alturas: las persecuciones por una carretera vacía, la casa olvidada en el bosque, el asesino implacable. Es, al mismo tiempo y por sorprendente que suene, completamente distinta a todo lo que hemos visto y un tópico constante, como si no se atreviese a romper del todo con los lugares comunes más allá de su gran giro argumental.
Pese a que la crítica parezca un poco tibia, no quiero llamar a nadie a engaño: 'Strange Darling' es muy disfrutable de manera constante. Su juego narrativo sabe perfectamente cuando lanzar las sorpresas al espectador, su intento de transgresión es refrescante y, aunque es cierto que tiene momentos excesivamente alargados, consigue que mantengamos todos los sentidos puestos en la pantalla, de una manera magnética, ante la atrocidad, el estupor y el descaro de la cinta.
Para su disfrute es imprescindible, eso sí, dejarse llevar. Estar preparado para gozar con los engaños de la trama, con los colores chirriantes de su fotografía, con la actuación excesiva de Willa Fitzgerald (no es una crítica, sino lo que la película exige), con un director dispuesto a demostrar lo que vale a la desesperada, con unas secuencias sexuales imposibles, con una narrativa fragmentada y desordenada por su propio bien. 'Strange Darling' es un mago que esconde un gran número dentro de su sombrero, y es tu labor como público no señalar que tú ya intuías lo que iba a pasar o enfadarte por adivinar el truco.
Porque, pese a sus imperfecciones, sus intenciones son fantásticas. No es fácil querer revolucionar un género, y, desde luego, es loable intentar atreverse a ir donde nadie más ha ido aún a sabiendas de que la recepción puede no ser la más cálida en todos los lugares. El resultado es atrevido, singular, imperfecto y llamativo, con uno de esos momentos en los que todo el cine se sobresalta al mismo tiempo y que pasará a los anales de la historia. Ser diferente ya debería ser suficiente motivo de orgullo en tiempos de cine clónico. Y 'Strange Darling' consigue serlo con creces. Celebrémoslo.
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