Sitges 2024 | 'Desert Road' es un bucle que juega con los clichés del género y los reconvierte en la película más sorprendente y estimulante del año

Con cuatro duros, Shannon Triplett ha creado una obra con ganas de ser de culto que espera ser descubierta por el público. Ahora solo falta que acudamos a su llamada

Recuerdo cristalinamente la primera vez que vi 'Coherence', porque fue un pase absolutamente abrumador. De pronto, una nueva narrativa y una manera inédita de contar ciencia-ficción se abría ante nosotros, tomándose su tiempo para que entendiéramos su lógica interna, sorprendiendo con giros increíbles de la trama, no alargando la situación de manera artificial hasta hacerla insostenible. Desde entonces quiero ir al cine siempre a sentirme, aunque sea alguna vez, con la misma ilusión de ver algo tan nuevo, emocionante, creativo y profundamente único. No suele pasar, y menos cuanto a medida que las películas se acumulan y la capacidad de sorpresa baja. Por eso me alegré tanto al recuperar parte de esa energía en 'Desert road', una cinta que junta todas mis obsesiones en apenas hora y media de auténtica fantasía.

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Once more with feeling

Coge una cucharada de viajes en dimensionales (y/o en el tiempo), mézclala con otra de bucle espacial, añádele una pizca de cuento de fantasmas, algo de angustia existencial y paradojas en las que es mejor no pensar. Eso es 'Desert Road', una cinta sin complejos que jamás trata de ser lo que no es: una muestra perfecta de ciencia-ficción de bajo presupuesto que para fascinar solo necesita una gasolinera, una carretera perdida y una cámara de fotos. Y, por supuesto, un guion a prueba de bombas que permite al espectador atento ir ligeramente -y solo ligeramente- por delante.

Durante la primera mitad, 'Desert Road' es una maravillosa paranoia con elementos pretendidamente sencillos en la que una chica no es capaz de dirimir qué es lo que está pasando exactamente a su alrededor, perdida entre su coche estropeado, una fábrica misteriosa y un área de servicio sospechosa en un bucle que cada vez se va poniendo más y más raro. Pero, a diferencia de muchas películas que pretenden hacer lo mismo que ella, su ambición está perfectamente medida y es siempre fiel a sí misma. Hay giros que lo cambian todo, sí, pero se sienten orgánicos en todo momento porque, realmente, han estado enfrente de nosotros todo el tiempo.

A Shannon Triplett, que debuta en el cine con esta pequeña maravilla, le ha beneficiado tener poco dinero, porque, tal y como pasa en las mejores películas, se ha visto obligada a agudizar el ingenio y mostrar una narrativa única que no tiene tiempo que perder y esparce sus pistas a lo largo del metraje, asemejándose más a un enigma que resolver junto al público (y al mismo tiempo que este) que a una historia repleta de golpes de efecto sacados de la nada. Y lo mejor es que en ningún momento se le acaba la mecha, consiguiendo que la tensión y la curiosidad siempre vayan in crescendo hasta un clímax plenamente satisfactorio. No es tan fácil de conseguir cuando el público se las sabe todas.

Descanse en bucle

Triplett es perfectamente consciente de que solo tiene una posibilidad de causar una buena primera impresión, y ha hecho todo lo posible para que la recordemos. Pero para dejar marca en un panorama de cine de género tan saturado como el actual no basta con un guion que reparta los misterios a lo largo del metraje y los resuelva de manera coherente, ni dejarse la piel por renovar una narrativa que utiliza los tópicos del género a su favor: además, tiene que estar protagonizada por un personaje que nos importe. Por suerte, lo consigue.

Clare podría haber caído muy fácil en el rango de los personajes crispantes e insoportables, pero el guion se preocupa de que antes la veamos en su mejor momento, carismática y brillante, antes de caer en la desidia, en un descenso a la locura imposible en el que no puede evitar comportarse como una lunática y que, paradójicamente, le ayuda a evolucionar, a entenderse a sí misma, a crecer y darse cuenta de quién es realmente. Porque cada pieza de 'Desert road', por pequeña e imposible de colocar que parezca, encuentra su sitio en un puzzle perfecto que no deja nada al azar. No solo en el plano de la trama en sí misma, sino también del desarrollo emocional.

Os reconozco que me cuesta encontrar defectos tangibles a 'Desert road' más allá de un par de detalles tiquismiquis (un final ligeramente más alargado de lo que debería, una paradoja que queda en el aire, etcétera). Es uno de los debuts más interesantes de los últimos años, una película que encapsula mis clichés favoritos del género dándoles una vuelta de campana para mostrarlos bajo una nueva perspectiva, una película medida hasta la extenuación que, gracias al bajo presupuesto, puede permitirse ser ella misma y no depender de las notas de ningún estudio. Es fascinante, única y apasionante en su pequeñez.

Por supuesto que no es perfecta, ni te va a cambiar la vida (no del todo, al menos) o a tocar de manera que otras películas con mayores pretensiones sí consiguen, pero es un ejemplo ideal para señalar que no es necesario quemar billetes para emocionar, que una historia no necesita fuegos artificiales constantes para enganchar al público, que una película realmente buena nace de un guion de hierro realmente bueno. Que menos es más. Que el cine de género no necesita de barbaridades, giros de guion torticeros ni escenas saturadas de información visual para triunfar. 'Desert road' es una de las grandes obras del año, a pesar de que quizá no llegue ni a estrenarse en nuestro país. Si lo consigue, haceros un favor: no os la perdáis por nada del mundo. Ya me lo agradeceréis luego.

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