Sitges 2024 | 'Apartment 7A' es un sorprendente remake de la mítica 'La semilla del diablo' que llegó disfrazado de precuela

Aunque Natalie Erika James esconde algunos trucos de prestidigitadora, la película no consigue elevarse lo suficiente como para quitarse el sambenito

Creo que nadie se va a escandalizar si digo que vivimos en la era de las franquicias. Todo, absolutamente todo, es candidato a convertirse en saga si tiene un poco -un poquito nada más- de trascendencia en la cultura pop. Y si para ello tenemos que resucitar películas y propiedades intelectuales de hace más de cincuenta años, pues que así sea. No es que no haya nuevas ideas, que las hay: es que en Hollywood prefieren pisar sobre seguro, contar las mismas historias otra vez actualizándolas para un nuevo público que no existe, fingir que respetan el legado cuando lo que hacen es pisotearlo de manera continua. Y es en este contexto en el que llega 'Apartment 7A', la precuela de 'La semilla del diablo'.

Cómo se ha puesto Idealista

'Apartment 7A', que nace con la idea de ser simple contenido para streaming, es, para sorpresa de nadie, simple contenido. De hecho, la promesa de explicar lo que pasó antes de 'La semilla del diablo' es una mera excusa para hacer un remake de la primera parte, esta vez protagonizado por una bailarina que sufre las mismas revelaciones y conoce a los mismos personajes que Mia Farrow en la cinta original. Es un absoluto sinsentido, una gloriosa absurdidad tan ridícula e innecesaria como desesperada. Pero eso lo sabemos todos de entrada antes de verla... incluidos sus creadores.

¿Es decepcionante que Natalie Erika James no se haya rebelado contra las órdenes de Paramount+ al tomar las riendas de esta película que trata de modernizar una película que sigue sin haber perdido ni un ápice de su frescura y su terror? Sí, desde luego, pero al menos la directora de la fabulosa 'Relic' ha dado un pequeño giro inesperado, ha tenido un conato de personalidad e indomabilidad en la forma de detalles visuales que perlan un metraje consciente de que no va a pasar a la historia. El guion no ayuda, claro (no oculta en ningún momento su condición de simple encargo aburridísimo), pero hay momentos donde se deja ver que, con más libertad, podría haber sido una grata sorpresa.

El momento en que la nueva Rosemary, Terry, es impregnada por el diablo, con tintes de musical y de terror moderno, con la cámara en perpetuo movimiento, es ilusionante. Tanto, que uno puede llegar a creer que la película se zambullirá en lo onírico y dejará de lado la manida historia para centrarse en dar personalidad a su apartado visual. Pero claro, esta intención de desmarcarse de lo esperado solo vuelve a cuentagotas. Son solo unos minutos, pero es una alegría saber que hay una persona detrás de una cinta tan formulaica que podría ser la perfecta candidata a ser dirigida por una IA dentro de no tanto tiempo.

Vamos a hacer diabluras

Hay otra pequeña luz dentro del gris continuo de 'Apartment 7A' gracias a una Julia Garner que sigue siendo una presencia más que agradecida en pantalla y que se lo pasa pipa a lo largo de un metraje que le permite excederse, bailar y expresarse gestualmente como pocas películas lo harían hoy en día. Ya que estamos todos metidos en este viaje sin billete de vuelta a lo mediocre, vamos a pasárnoslo todo lo bien que podamos por el camino. El resto del reparto no le queda a la zaga: todos actúan como si estuvieran en un telefilme, sí, pero en el más divertido de toda su vida, que se niega a ponerles un control en sus exageraciones al actuar. Todos están excesivos, desmesurados, extravagantes. ¿De qué otra manera podrían llamar la atención sobre un copia-pega de algo que ya conocemos de sobra?

Tampoco quiero llamar a engaño: por mucho que sea capaz de encontrarle puntos positivos a la experiencia de ver 'Apartment 7A', el sentimiento que me dejó mientras pasaban los títulos de crédito fue de una profunda e irreal tristeza. Esto es el cine ahora: el remake de un clásico pintado como precuela directo al streaming. Por más que le quieran poner capas de personalidad por encima y de utilizar la brocha gorda para llamar nuestra atención, es muy deprimente que el medio se reduzca a esto, como la flor marchita a la que tan solo le quedan unos pétalos y que seguimos regando con la esperanza fútil de que resucite.

Si nunca habéis visto 'La semilla del diablo' es posible que os sorprendáis con 'Apartment 7A'. Al fin y al cabo, la historia sigue siendo buenísima, y pese a su intento por modernizarla, no puede evitar tener un tinte clásico que la hace, paradójicamente, relevante y novedosa a día de hoy. Pero si tengo suerte y llego a vosotros antes de que la veáis, no lo dudéis ni por un momento: ved en su lugar la película original. Tiene un ritmo mucho más apropiado, actuaciones serias de quien sabe que no está trabajando en un dislate, un final mítico por méritos propios y una dirección impecable. Y contra eso, esta precuela no tiene nada que hacer.

Cuando hablamos de la diferencia entre "cine" y "contenido" nos referimos a obras como 'Apartment 7A', simples añadidos a un catálogo gigantesco que sirven para ser la novedad de la semana y olvidarse para siempre hasta que un día, dentro de una década, se borre de los servidores y nadie vuelva a preguntarse jamás qué pasó con ella. No nace con la intención de perdurar, sino de engañar a alguien para que entre en la plataforma durante dos horas mientras mira el móvil y, con suerte, se quede a ver otra cosa. Puede que la directora y los actores quieran iniciar una pequeña revolución para dar dignidad al contenido, pero es imposible. Porque al final, como pasa con el escorpión, está en su naturaleza.

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