Se presenta en Sitges 2022 la danesa ‘Speak No Evil’, un thriller con toques de dramedia (muy negra) que muestra a los espectadores los peligros de no hablar sobre las incomodidades por cortesía, lo que lleva a una dinámica retorcida de consecuencias impensables. El director Christian Tafdrup da vueltas sobre el concepto de confiar en los extraños con demasiada rapidez y expone de forma alegórica cómo el civismo desmesurado tiene una parte contraproducente.
La idea de que uno nunca debe hablar con extraños es una lección recomendable que los padres suelen enseñar a sus hijos, pero tiene un elemento moralista que busca crear cierto pánico entre diferentes sectores de población. Aquí el director plantea casi una sátira malévola sobre la cultura nórdica de llevar los buenos modales al extremo, sin embargo hay una lectura más nihilista y es cómo el mundo utilitarista en el que nos encontramos ha dejado de lado la diplomacia hasta un punto hobbesiano, asimilando el punto en el que nos encontramos.
Sin embargo, esa lectura es una interpretación que no debe extraerse sin peaje. Su tono de comedia de cuarentones —lo que se ha desarrollado en el mundo occidental con el sobrenombre de “dramedia”— indica un ánimo algo aleccionador cuyo castigo recae sobre sus personajes principales, una familia danesa de vacaciones en la Toscana. Bjørn (Morten Burian) y Louise (Sidsel Siem Koch), padres de la joven Agnes (Liva Forsberg), rápidamente se hacen amigos de una familia viajera de los Países Bajos. Patrick (Fedja van Huêt) y Karin (Karina Smulders), padres del tranquilo y curioso Abel (Marius Damslev), sienten un gran cariño por ellos.
La mala educación
Meses después, invitan a la familia danesa a su casa de campo, donde Patrick y Karin, de espíritu libre, dan rienda suelta a la locura de sus formas peculiares. Pero cuando la familia holandesa se vuelve demasiado para Bjørn y Louise, pronto descubren que la cortesía excesiva no es suficiente para escapar de un juego siniestro que se complica como en una especie de pieza de cámara perversa. La película funciona de forma óptima cuando sus personajes usan la cortesía para explicar las diferencias culturales y la empatía para manejar los malentendidos.
Las estrategias para evitar la confrontación y racionalizar la incomodidad se exponen como una táctica que los humanos suelen emplear para salir de situaciones difíciles en las que no tienen la intención de ofender, con lo que el guion de Tafdrups funciona como un juego que explica por qué a muchas personas les resulta difícil expresar cómo se sienten realmente, e incluso cuando lo hacen, hay una sensación de claustrofobia al buscar las palabras adecuadas, lo que hace que la dinámica expuesta sea muy verosímil y perversamente perturbadora.
Tafdrup consigue hacer reales tácticas de bullying adulto de formas demasiado reconocibles. Patrick se burla de Agnes por llamarse vegetariana pero seguir comiendo pescado, y luego, borracho, manipula a Bjorn para que pague la cuenta exorbitante de la cena del cuarteto, que siendo un invitado, Bjorn se siente obligado a cubrir sin reparos. Hasta que llegan a tener comportamientos demasiado provocadores como para no generar una alarma que resulta muy implausible, por muy arraigada que esté la buena educación.
Moraleja con gusto dudoso
Los mejores momentos de ‘Speak No Evil’ suceden cuando no da pistas de hacia dónde va, pero llega un punto de inflexión donde la dinámica cambia y está claro que la amabilidad ensayada del primer acto esconde algo mucho más oscuro, hasta el punto en el que la película resulta predecible. Tafdrup enfatiza su idea de lo que vamos a ver con la partitura musical de terror colocada en escenas inofensivas, como la de las dos familias dando un paseo por un hermoso paisaje, y va torciéndose hacia algo que busca ser Yorgos Lanthimos o Haneke.
Hay lecturas que pueden exponer la existencia monótona de la clase media o alta, vista como una "muerte espiritual" con consecuencias psíquicas de estar cómodo gracias a lo material y, sin embargo, personalmente insatisfecho. Pero la historia decide pasar de esas reflexiones y se dirige hacia un final casi inevitable para los espectadores algo experimentados, que hayan pasado por tragos como 'Twentynine Palms' (2003) resultando tan tremendista al final del camino que es difícil no saborear un poso reaccionario en el proceder.
Si hay cuentos para asustar a los niños, hay otros para asustar a padres. ‘Speak no Evil’ es uno de los segundos y, a pesar de que el cuarteto de actores centrales es sobresaliente en todo momento, esta lección sobre los peligros de los buenos modales no logra que su incomodidad tenga un efecto justificable, más allá de la condena de una clase media pusilánime que, en una interpretación muy inconcreta, podría servir como revulsivo ante el conformismo social frente a la costumbre y el adocenamiento frente a los que solo buscan el beneficio de unos pocos a costa de la mayoría.
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