Todo aquél que me conozca mínimamente, o que haya compartido conmigo una conversación al respecto, sabrá que soy un hombre de cine. Aunque suene como poco menos que un sacrilegio en pleno 2020, he de reconocer que me cuesta horrores entregarme a los placeres de las series de televisión, prefiriendo las historias condensadas —en, a ser posible, 90 minutos— que no se extiendan durante varios episodios o, en el peor de los casos, temporadas.
No sorprende en absoluto que, tras varios intentos este mismo año, hayan sido el titán del fantástico nacional Álex de la Iglesia y su inseparable guionista de cabecera Jorge Guerricaechevarría quienes hayan roto esta dinámica con su arrollador regreso al terreno catódico 12 años después de ‘Plutón BRB Nero’, bajo el título de ’30 monedas’.
En el primer capítulo de la producción de HBO, la dupla compuesta por el director y el escritor vuelven a recuperar la esencia de la imperecedera ‘El día de la bestia’; brindando a los fans del género más puro y autoconsciente un cóctel imposible de satanismo a golpe de metralleta, criaturas lovecraftianas y ecos roleros, salpimentado con una comedia costumbrista marca de la casa que termina de redondear el que, probablemente, sea el último gran fenómeno televisivo del año.
La libertad creativa más absoluta
El contundente prólogo de la carta de presentación de ’30 monedas’, dominado por la pólvora, la sangre y el esoterismo, ofrece en pocos minutos un fantástico indicativo de lo que estamos a punto de presenciar: un despliegue inimaginable de horror y locura ambientado en un pueblo perdido de Segovia, en el que reina la libertad creativa más absoluta.
Posesiones, tiroteos, aberraciones de otros (infra)mundos... Todo, absolutamente todo tiene cabida en un episodio que híbrida a la perfección terror, acción, intriga y comedia en poco más de hora y cuarto en un crescendo constante. Una caída libre que enlaza giros demenciales con un ritmo salvaje ante la que sólo se puede responder con el asombro más genuino y con la incertidumbre ante qué será o próximo que De la Iglesia y Guerricaechevarría se saquen de la manga.
Envolviendo la experiencia, ’30 monedas’ hace gala de un impecable tratamiento formal acorde a los estándares a los que nos tiene acostumbrados HBO, y que complementa un espectacular diseño de producción con la impoluta dirección de fotografía de Pablo Rosso y con unos efectos prácticos y visuales para quitarse el sombrero.
Puede que el mayor pecado que comete el capítulo esté estrictamente relacionado con su cadencia narrativa, dando la sensación de que está sobrepasando el límite de velocidad recomendada durante la mayor parte de su metraje. La cantidad de información y el número de personajes —interpretados por un reparto en el que brillan todos y cada uno de sus integrantes— que circulan en pantalla se antojan excesivos tratándose de un primer acto condensado en 80 minutos; pero esto, probablemente, sólo sea una concesión necesaria para poder abarcar la descomunal escala que apunta a tener el resto de la temporada.
Después de este excelente aperitivo, ’30 monedas’ se postula firmemente a coronar 2020 como la última gran serie de terror del año —con permiso de ‘La maldición de Bly Manor’ y ‘The Stand’—. Esto aún está por ver, pero, por el momento, su primer episodio es una clase magistral que condensa todo lo que hay que hacer para poner en pie a un público tan selecto y especializado como es el del Festival de Sitges. Sencillamente brutal.
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