Seguimos nuestro periplo por Sitges 2019 con otra sesión doble de críticas breves para que no os perdáis nada de lo más destacado de la 52 edición del certamen catalán por excelencia.
En el menú de hoy el tono es la conexión principal entre los dos platos principales: la sanguinolenta aventura en alta mar de 'Harpoon' y la grotesca aproximación a los traumas que nos genera la familia de 'Come to Daddy'.
'Harpoon'
Tres amigos, tres personalidades explosivas, un barco en medio de la nada y mucha, mucha mala leche. Estos son todos los ingredientes —además de un talento desbordante— que ha necesitado el realizador Rob Grant para articular un reivindicable thriller que hace de su modestia una virtud, y que derrocha estilo y mala leche en cada uno de sus ajustados 80 minutos de duración.
Como si una actualización en clave millennial de 'La narración de Arthur Gordon Pym' de Edgar Allan Poe se tratase, 'Harpoon' ofrece una travesía violenta, con los suficientes secretos y traiciones como para mantenerte en vilo en todo momento, y con un humor negro que se eleva como el mayor reclamo de una producción que ni innova, ni trata de hacerlo.
Su inspirado trío protagonista, encabezado por un Munro Chambers —a quien conoceréis por haber protagonizado la encantadora 'Turbo Kid'— y una narrativa ágil y sin ningún tipo de complejos, conducida por un narrador sencillamente hilarante, ponen la puntilla a una de esas pequeñas sorpresas que solemos encontrarnos de pascuas a ramos en el festival.
'Come to Daddy'
Aunque 'Come to Daddy' sea su debut en la dirección de largometrajes, el nombre de Ant Timpson no es, ni mucho menos, ajeno al Festival de Sitges o al género fantástico. En su faceta de productor, el neozelandés ha hecho posibles cintas como 'Deathgasm', ambas partes de la antología 'The ABC's of Death', 'Turbokid' o la inclasificable 'The Greasy Strangler'. Casi nada.
Con este bagaje entre muerte, violencia, comedia y propuestas únicas, no es de extrañar que su salto a la realización haya dado como resultado un cóctel tan peculiar. Porque 'Come to Daddy' es un thriller único en su especie, con un tono peculiar, un sentido del humor de lo más mohíno y una visión sobre la familia y los dolores de cabeza que genera de lo más peculiar.
Por suerte, su simplemente funcional realización o su, en ocasiones, algo sincopado ritmo —probablemente, uno de los mayores achaques del largo—, son dos pequeñas piedras en el camino que compensan con creces las interpretaciones de Elijah Wood —tan libre y acertado en su elección de proyectos como de costumbre— y, sobre todo, un Stephen McHattie soberbio. Genial para pasar noventa minutos sin demasiados quebraderos de cabeza.