La sexta jornada de Sitges 2010 tenía una pinta inmejorable. Lo nuevo de Takashi Miike y de Takeshi Kitano. Cine de samuráis y yakuzas. Pero separados, cada uno en su terreno y en su salsa, no mezclados de mala manera como excusa para el gore, la acción barata, el abuso de los tópicos o las poses huecas. A las diez de la mañana se proyectó '13 Assassins', sobre un grupo de guerreros que deben impartir justicia, y a las cuatro de la tarde se pudo ver 'Outrage' (a la misma hora que 'Rare Exports', a la postre la gran triunfadora del certamen), el esperado regreso de Kitano al cine de la mafia japonesa. Por desgracia, ninguno de los dos realizadores acudió a Sitges para presentar sus trabajos, y es que esta año la organización no ha estado muy afortunada con los invitados. Pero volvamos al cine...
'13 asesinos', justicia, deber y muerte
Hay algo fascinante en la figura del samurái. A pesar de todas las películas que se han hecho sobre ellos, muchas de ellas mediocres y con falsos retratos, sigue intacta la magia, el poder de seducción de estos antiguos guerreros japoneses. Si bien el título clave es (y será siempre) 'Los siete samuráis' de Kurosawa, hay otros de innegable talento que no conviene olvidar; uno de ellos es 'Trece asesinos' ('Jusan Nin no Shikaku', 1963) de Eiichi Kudo. Casi cincuenta años más tarde nos llega el remake firmado por Takashi Miike, el ejemplo más claro y rotundo de cineasta inclasificable. Miike le da a todo, juega con lo que sea, rueda sin descanso y es capaz de lo mejor y lo peor. Por fortuna, su última película es uno de los trabajos más inspirados, intensos y estimulantes de toda su extensa carrera.
'13 asesinos' (vendida internacionalmente como 'Thirteen Assassins') nos traslada al Japón feudal de mediados del XVIII. Es una época de paz, una mala época para el samurái. Sin embargo, una serie de despiadados crímenes cometidos por el señor Naritsugu Matsudaira, hermano del Shogun, cambiará el panorama. Un oficial encarga a Shinzaemon Shimada (Koji Yakusho) la misión de asesinar al cruel Naritsugu, y aunque es poco menos que un suicidio, el hombre acepta el encargo con felicidad. Forma un pequeño grupo de samuráis bien entrenados, valientes y fieles, y prepara el plan para acabar con el hermano del Shogun... un objetivo protegido por cientos de hombres que darán su vida por proteger a su señor.
La película tiene dos partes muy diferentes. La primera es muy sobria, realista, elegante, y también algo aburrida (entre otras cosas, al principio cuesta seguir las conversaciones, con tantos nombres nada más empezar); se centra en la presentación de los escenarios, las costumbres y la gente del momento, el planteamiento de la misión, la revelación de los hechos que la provocan (escenas sangrientas que adelantan lo que vendrá más adelante) y el reclutamiento del grupo que lleva a cabo el protagonista. Se hace algo lenta la primera hora, y es que está filmada con menos energía, pero parece algo realizado a propósito para preparar adecuadamente al espectador y provocar un mayor contraste con la segunda parte del film.
Un segundo bloque que es una auténtica gozada, un emocionante y salvaje espectáculo de acción. Cuando hablé de 'Secuestrados', dije que se trataba de una violencia sádica y enfermiza; uno de esos relatos en los que tipos brutales someten con crueldad a individuos débiles (mujeres casi siempre) mientras la cámara lo capta de manera realista. A diferencia de esta forma de violencia, que tiene sus seguidores, '13 asesinos' apuesta por la violencia como un recurso dramático, como algo inhumano que explota cuando ya no puede contenerse, y cuyas consecuencias son indeseables y fatales. Es una salida brutal, pero se muestra de manera noble y bella (como un deporte mortal); son luchadores, asesinos, en un escenario sin inocentes. En nombre de la justicia o del deber, por dinero o por placer, ninguno de estos hombres se engaña y ninguno espera clemencia. Sólo una muerte digna.
'Outrage', un Kitano sin fuerza
Menos afortunado ha estado Takeshi Kitano con su esperada vuelta al cine negro. Diez años después de 'Brother', el japonés recupera su lado más violento y nos narra otro de esos relatos sobre la mafia con los que empezó a convertirse en un cineasta respetado internacionalmente (siendo comparado con Eastwood o Tarantino). Escrita, dirigida y protagonizada por Kitano, 'Outrage' ('Autoreiji', 2010) gira en torno a un poderoso clan mafioso, cuyo orden parece en peligro; el "padre" teme que una unión entre dos de sus "hijos" puede desestabilizar la "familia", así que convence a uno de ellos para que rompa el vínculo con su "hermano", si quiere seguir conservando sus privilegios. Otomo, al que da vida Kitano, será el principal encargado de solucionar el asunto.
Básicamente, el film consiste en una sucesión de conspiraciones, discusiones, gritos e insultos, aliñada con disparos, golpes y asesinatos, que dura casi dos horas. Todos los personajes son piezas sin valor en un tablero dispuesto por el jefe del clan, que se enfrentan entre sí con su aprobación, en una desesperada lucha de poder. Una lucha absurda, sin sentido, pues todo lo que sucede forma parte de un siniestro plan cuya única solución es el mantenimiento del más poderoso; el padre se erige como una figura divina y caprichosa que se divierte viendo pelear a sus hijos por unas pequeñas porciones del gran pastel.
El principal problema de 'Outrage' es que ya la hemos visto antes, Kitano ya ha rodado esto en otras ocasiones. No está inspirado con la puesta en escena, su guión es demasiado simple, centrado sólo en los enfrentamientos, sin ofrecer un retrato de las intimidades de los personajes (apenas hay un par de trazos sobre la vida personal de Otomo), y la narración se vuelve repetitiva, sin margen para la emoción ni la sorpresa (el desenlace es de lo más previsible), sólo hay destellos en algunas situaciones violentas, como la del cúter o la lengua (Kitano argumenta que busca lo inesperado en esos momentos donde parece que va a ocurrir lo de siempre). Tras sus reflexiones sobre el arte y su propia obra (entre las que destaca la estupenda 'Achilles and the Tortoise'), parecía una buena idea que el cineasta recuperara su versión yakuza, pero ha entregado un relato sin energía, rutinario, apoyado en el pasado, en los aciertos de sus trabajos anteriores.