Las dos películas de las que os voy a hablar a continuación formaban parte de la sección oficial competitiva de la pasada edición del festival de Sitges. Ambos trabajos proceden de Asia oriental, sus tramas están marcadas por retorcidos ajustes de cuentas y tienen a una mujer como como eje central del relato. Aun así, son dos obras muy diferentes, una es muy arriesgada, jugando peligrosamente con recursos de videoclip, mientras que la otra es más convencional, si bien está filmada con mucha elegancia. Os invito a descubrir dos de las películas más estimulantes de la programación de Sitges 2010:
‘Confessions’, terrible venganza
Hace casi un mes que asistí al pase de la japonesa ‘Confessions’, pero la recuerdo perfectamente, como si la hubiera visto ayer, aunque muchas más han pasado por mis retinas desde entonces. Que una obra se te quede grabada con tanta fuerza no indica necesariamente que sea un trabajo formidable (¿alguien ha podido olvidar los bodrios que ha visto en su vida?), pero en este caso sí creo que dice mucho a su favor. Porque en un principio ‘Confessions’ destaca por su atrevido y preciosista estilo visual, pero a diferencia de muchas otras películas que ofrecen esto mismo, no es eso lo que llega a cobrar relevancia y con lo que uno se queda, sino con la contundencia de un relato perturbador, violento y lleno de sorpresas.
Basada en una novela de Kanae Minato, ‘Confessions’ (‘Kokuhaku’, 2010) está escrita y dirigida por Tetsuya Nakashima, y fue elegida por Japón para competir por el Oscar a la mejor película de habla no inglesa (si recordáis, España envía la inédita ‘También la lluvia’, de Iciar Bollaín). La historia arranca en una clase de instituto, mientras la profesora habla a sus alumnos, intenta explicar algo, los chicos hacen de todo menos prestarle atención. Pero todo está a punto de cambiar, todos enmudecen cuando la mujer revela que la muerte de su hija, ahogada en la piscina del centro escolar, no fue accidental; fue un asesinato cometido por dos de los chicos que están sentados frente a ella. A partir de ese momento se inicia una imparable cadena de confesiones que esconden y originan terribles crímenes.
Cuesta entrar en ‘Confessions’, como si el espectador fuera uno de los jóvenes alumnos que no son capaces de concentrarse y atender a su profesora, que de forma impasible continúa hablando, como si fuera lo más normal del mundo que nadie escuche lo que está diciendo. Cuesta porque Nakashima plantea una narración muy poco convencional, casi suicida, que avanza a través de constantes monólogos, muchos de ellos en off, que van destapando secretos e intenciones, obsesiones y planes, mientras la cámara se detiene en detalles, gestos, rostros, acciones y paisajes, mostrados a cámara lenta, a veces incluso de manera repetida. Puede que parezca algo insoportable, pero una vez que entras, entiendes el mecanismo y te dejas llevar, la película te llega a hipnotizar. Una realización plena de coraje e ingenio, impecable labor del reparto (la mayoría son adolescentes) y un guión sorprendente que mezcla el thriller con el drama social de manera fabulosa. Hay que verla, la experiencia merece la pena.
‘The Housemaid’, seres de hielo
Tras pasar por el festival de Cannes llegaba a Sitges la surcoreana ‘The Housemaid’ (‘Hanyo’, 2010). Se trata de un remake del film homónimo dirigido por Kim Ki-young en 1960, un melodrama que pretendía concienciar al público y condenar el adulterio. Como la original de la que se nutre, la nueva versión escrita y realizada por Im Sang-soo es hija de su tiempo, huye de lecciones morales (de hecho algunos de sus personajes son directamente amorales) y plantea lo que suele llamarse un “thriller psicológico”, un drama cargado de tensión, erotismo y violencia, que llega a alcanzar momentos difícilmente soportables, sobre una mujer enfrentada a las gélidas maquinaciones de dos auténticas lobas (por no decir otra cosa que suena peor).
‘The Housemaid’ nos presenta a Eun-yi, una joven sin dinero ni estudios que cree encontrar una gran oportunidad cuando le ofrecen servir en la mansión de una familia rica. La mujer encaja con suerte en el gélido hogar, logrando la amistad de la pequeña y un trato correcto con los padres. La situación cambia de manera irrevocable cuando, una noche, tras dejar a su mujer en la cama, el marido baja y visita a la criada, que acepta someterse a sus deseos. La relación continúa a espaldas de la esposa, hasta que se descubre que Eun-yi está embarazada…
Sobresale el despiadado retrato que hace Im de una clase alta (no necesariamente coreana) desalmada, que trata a sus sirvientes como seres inferiores, juguetes de los que se puede disponer en cualquier momento, o destruir si molestan; también cabe destacar la cuidada puesta en escena (esencial para subrayar la frialdad del entorno) y la portentosa interpretación de Jeon Do-yeon, consolidándose como una de las mejores actrices del planeta. Sin embargo, la película se hace algo pesada conforme se va desarrollando un conflicto que no tiene mucho recorrido, dando vueltas sobre los mismos puntos ya tratados. Im va creando unas expectativas que luego es incapaz de cumplir, dando fin al drama (convertido en pesadilla) de una manera más brusca y menos imaginativa de lo que cabría esperar. La película funciona, pero no llega a impresionar.