Durante el frío invierno ruso de 1943, un batallón de la División Azul se topa con un cadáver de un soldado español que no ha muerto en la contienda, sino que ha sido víctima de un cruento ajuste de cuentas. Sobre su pecho se han gravado en sangre las palabras “mira, que te mira Dios”. Un solado que había sido policía queda encargado de la investigación del caso. Así comienza ‘Silencio en la nieve’, la adaptación de la novela ‘El tiempo de los emperadores extraños’, de Ignacio del Valle por parte de Gerardo Herrero, partiendo del guion de Nicolás Saad, que se ha estrenado esta semana con el protagonismo de Juan Diego Botto, Carmelo Gómez, Víctor Clavijo, Sergi Calleja, Adolfo Fernández y Andrés Gertrúdix.
Está claro que, si se ambienta cualquier historia durante una guerra y se escoge a los protagonistas en un bando concreto, las connotaciones políticas no se pueden obviar. Lo extraño sería que estos dos señores, mientras indagan, no se topasen a cada momento con sospechas de traición y con la obligación de demostrar constantemente de qué parte están en modo de exaltaciones patrióticas e insultos al contrario. Estas cuestiones se sitúan en el film como enmarcación histórica, pero no lo invaden ni desvirtúan su esencia de thriller. Lo que ocupa todos y cada uno de los diálogos es la investigación que, de forma muy ordenada, cabal y creíble, lleva al protagonista hasta el culpable. La solución no es previsible, pero una vez resuelto el caso, todo encaja y no se puede decir que haya habido trampas para crear despistes, falsos culpables ni escamoteo de la información para evitar que se adivine. Quien no se entretenga con un seguimiento de pistas, al modo tradicional, en el que una lleva a la otra y así se concatenan sucesivamente, se aburrirá con una película en la que casi todo son diálogos, pero para mí es uno de los géneros más disfrutables. Además, como me quejo una y otra vez de que las películas tarden en arrancar, encontrarme con una que presenta el conflicto principal en su primera escena supone alborozo.
Las tramas secundarias se despachan con rapidez como consecuencia más o menos inevitable de adaptar una novela, en la que cabe más contenido no solo porque no hay límite al número de páginas, sino porque la estructura en literatura es menos exigente que en el cine. Personalmente, prefiero que se haya optado por abreviar excesivamente los asuntos amorosos y familiares a que le hubiesen dedicado demasiado tiempo, deteniendo así las pesquisas cada dos por tres. La opción de eliminarlas por completo tampoco me habría parecido la más acertada, ya que estas subtramas sirven, al menos, para dar alguna pincelada sobre el personaje de Arturo Andrade, quien, de otra forma, parecería demasiado inhumano.
Los actores están correctos en general. Diría que se los percibe creíbles, desde Carmelo Gómez hasta el último testigo entrevistado, gracias a unos diálogos naturales, que no escatiman los tacos y que reproducen en habla de la época, además de la jerga militar… es una de las ventajas que tiene ver una película patria, que no hay que escuchar un doblaje basado en una traducción hecha en un registro más elevado –menos coloquial– que el original, ni escuchar una v. o. en la que conectemos mucho menos con la cotidianeidad de las interpretaciones. Sorprende Juan Diego Botto con una versatilidad que hasta ahora no había demostrado y que no le auguraría, ya que, para mí, siempre será ese concienciado de buena familia que tan bien se retrató en este cameo.
‘Silencio en la nieve’ cuenta con un buen diseño de producción. Aunque sea algo que no debería mencionarse, cuando se trata de cine español parece inevitable resaltar como virtudes las ausencias de algunos defectos. Por lo tanto, habrá que decir que el aspecto general de la película es correcto y que en él que no se percibe que se haya escatimado con el presupuesto ni que se hayan resuelto cuestiones de forma chapucera. Solo en una ocasión –en un recorrido en camión– se puede adivinar que se habrá combinado el rodaje en estudio con algunos exteriores, ya que se ve un tanto extraño el montaje entre los planos muy cortos de los actores y los exteriores sin referencia. Si bien Gerardo Herrero no tiene una mano especialmente hábil, considero que en este caso resulta solvente y que las críticas que pueda recibir esta película hacia el departamento de dirección probablemente estén más motivadas por trabajos previos de Herrero o por su fama que por el resultado presente que, sin ser perfecto, funciona.
‘Silencio en la nieve’ es la mejor película española que he visto en 2012, lo cual, por el momento o es mucho decir, ya que el año no ha hecho más que empezar. Pero me temo que, según avancen los meses, la cosa no va a cambiar exponencialmente. Este thriller arranca presentando el conflicto de forma fulminante y, a partir de ahí, centra un alto porcentaje de sus minutos en la resolución del caso de los asesinatos múltiples y deja entrar temas religiosos y políticos de manera natural como forma de dar realismo al marco histórico en el que se encuadra.
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