Con la salvedad de algunas adaptaciones de queridos clásicos animados, el cine familiar en acción real no pasa por su mejor momento en términos de acogida por parte del público. El reciente fracaso de ‘Mi amigo el gigante’ (‘The BFG’) tampoco va a ayudar a que eso cambie, por lo que es más probable que en todo caso se hagan cintas con un presupuesto medio o bajo, ya que así resulta más sencillo conseguir algún tipo de beneficio.
Esa es exactamente la apuesta de Luc Besson y EuropaCorp con ‘Siete vidas, este gato es un peligro’ (‘Nine Lives’), cinta con la que buscan repetir el éxito cosechado en el cine de acción con sagas como ‘Transporter’ o ‘Venganza’ (‘Taken’). Para ello contrataron a Kevin Spacey para meterse en la piel de un ejecutivo que acaba convirtiéndose en un gato. Una propuesta bastante ridícula cuyo resultado tampoco difiere demasiado de nuestros peores temores al respecto.
Rozando la vergüenza ajena
‘Siete vidas, este gato es un peligro’ es una mala película. Podríamos resumirlo en que arranca con una serie de vídeos graciosos de gatos de Internet y que después pega un bajón de interés para jamás recuperarse. Sólo con eso creo que ya será suficiente para muchos, ya sea para buscar algún vídeo similar para calmar sus ansias de gatos o para simplemente huir ante lo que les espera, pero la clave de todo está en los detalles y ahí la película juega en diferentes niveles.
El primero, y más llamativo, es ver a Spacey en una producción de estas características cuando hace ya varios años que se prodiga muy poco en la gran pantalla al estar ocupado con la televisiva ‘House of Cards’. Como era de esperar, él es lo mejor de la función, aportando cierta sobriedad al conjunto mientras conserva su forma humana y lidiando lo mejor que puede con ese componente gatuno en el que se mezcla un toque del Angry Cat con gracias de nivel dudoso.
Justo es reconocer que el guion firmado por Gwyn Lurie, Matt Allen, Caleb Wilson, Dan Antoniazzi y Ben Shiffrin ofrece alguna réplica a Spacey que el actor sabe aprovechar para darle un efectivo toque de sarcasmo. El problema es que son pequeños oasis en un mar de mediocridad, donde no faltan las bromas que dan literalmente vergüenza ajena. No es que lleguen, por poner un ejemplo radical, al nivel de ‘Pancho, el perro millonario’, pero no se quedan lejos.
’Siete vidas, este gato es una peligro’, además de mala, rutinaria
El gran problema es que esa es realmente la gran baza que juega ‘Siete vidas, este gato es un peligro’, porque por lo demás se opta por un relato convencional en el que cualquiera ve venir a la legua lo que va suceder y también la inevitable moraleja final. Sin esa necesaria chispa, la película pronto pierde nuestro interés, algo de lo que incluso sus responsables parecen consciente, por lo que se apuesta por una duración hiperreducida. Ni eso la salva de rozar el desastre absoluto.
Tampoco ayuda demasiado el discreto trabajo de puesta en escena de Barry Sonnenfeld, uno de esos que se limitan a poner la cámara para que no desentone. No sería mala opción si lo que sucede en pantalla destaca para bien, pero aquí delata primero la falta de ideas del guion y después el reducido dinamismo del relato. Y es que una cosa es dejarse llevar por la inocencia de lo que se plantea y otra estar dispuesto a aceptar lo que sea por estúpido que pueda llegar a ser.
Además, ‘Siete vidas, este gato es un peligro’ tampoco se molesta en crear un universo, por sencillo que sea, sino que las cosas suceden un poco porque sí y los personajes van teniendo que amoldarse a ello. Me gustaría decir que ese todo vale es su mayor problema, pero hay tantos que cuesta encontrar algo que merezca la pena ser rescatado. Quizá que el resto del reparto intenta salvar con dignidad la situación, pero llega un punto en el que ni eso sirve para poder sostenerla.
En definitiva, ‘Siete vidas, este gato es un peligro’ es una pérdida de tiempo en la que únicamente un par de gracias y la, eso sí, muy desaprovechada presencia de Kevin Spacey evitan el colapso absoluto. Al menos no llega a ser insultante y dura muy poco, pero es bastante triste tener que acudir a eso a la hora de hablar de las virtudes de una película. Por lo demás, mezcla de ridículo y rutina. Para olvidar.
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