Si nos fijamos en cada película por el género al que pertenecen, no nos queda otra que decir que una comedia es buena si nos hace reír, un drama si consigue que lloremos desconsoladamente y una cinta de terror si logra meternos el miedo en el cuerpo. Luego eso tiene muchos peros, pero el más importante para mí en este último caso no son los sustos gratuitos que no llevan a ninguna parte, sino que llega un punto en el que una película te haga pasarlo mal es muy complicado.
Siempre quedarán los aprensivos con los que lograr eso sea sencillo, pero el resto va curtiéndose con el paso del tiempo y hace falta algo más que echar mano de recursos que pudieran funcionar en el pasado y que a estas alturas ya están desgastados que provocan más pereza que cualquier otra cosa. Ese es el gran mal que padece ‘Siete deseos’ (‘Wish Upon’), una película que recuerda a otras y en la que no hay nada estimulante que la haga merecedora de nuestro tiempo.
Influencias no muy bien asimiladas
Las historias de terror llevan mucho tiempo jugando con la idea de que algo te conceda tres deseos que pueden volverse en tu contra. La génesis de todo eso está asociada a ‘La pata de mono’ (‘The Monkey´s Paw’), el relato escrito por W. W. Jacobs en 1902, pero hay muchos más ejemplos en los años posteriores -incluso tuvo cabida en la serie española ‘Historias para no dormir’-. Se trata de una premisa con muchas posibilidades, pero hay que saber manejarlas y ahí es donde ‘Siete deseos’ se queda en tierra de nadie.
De hecho, viendo la película uno casi se acuerda más de ‘Destino final’ (‘Final Destination’), ya que la caja de música que encuentra la protagonista requiere de muertes cada vez que concede un deseo y la puesta en escena durante esos momentos de John R. Leonetti, responsable de la lamentable ‘Annabelle’ y de actualidad últimamente por haber confirmado el rumor de que Steven Spielberg dirigió ‘Poltergeist’, recuerda mucho a la de la cinta encabezada por Devon Sawa.
No he hecho esa última puntualización en vano, ya que uno de los detalles más llamativo de la primera entrega de la saga ‘Destino final’ es que las muertes tendían a resultar un tanto ridículas -la segunda parte es justo mi favorita de la saga en gran medida porque cuidaron mucho mejor ese punto, compensando así la pérdida de “originalidad”-, restando así impacto a los que deberían los mejores momentos de la película. En ‘Siete deseos’ viene a pasar lo mismo, sobre todo con las primeras muertes.
'Siete deseos' carece de intensidad
Otro aspecto que juega en su contra es que Leonetti nunca sabe cómo sacar partido a la sencillez de la que hace gala el libreto firmado por Barbara Marshall. Es cierto que al mismo le falta empuje, pero un buen director habría sabido cómo crear la atmósfera adecuada para al menos transmitir sensación de inquietud al espectador. Además, en este caso cuenta con una adecuada fotografía de Michael Galbraith, pero nunca se lleva más allá, quedando todo como que las cosas van sucediendo, careciendo de cualquier tipo de intensidad.
En definitiva, ‘Siete deseos’ no es una completa pérdida de tiempo, pero sí es una película de terror que nunca da con el tono adecuado para sacar todo el partido posible a su premisa. Las cosas van sucediendo siguiendo una relativa lógica -que ya es más de lo que pueden decir muchas propuestas de este género-, pero la inquietud de sus personajes nunca se traslada a los espectadores, haciendo que todo lo que suceda nos transmita bien poco.
Ese es el gran mal que asola ‘Siete deseos’, el hecho de que las muertes vayan sucediéndose y a nosotros nos importe todo bien poco. La única vez que Leonetti consigue algo con cierta tensión es cuando juega con el espectador a través del montaje paralelo para hacernos dudar quién será la persona que va a morir entonces. Por lo demás, una mezcla entre la tendencia al ridículo apuntada antes con el hecho de que las decisiones de la protagonista resultan un poco difíciles de creer.
Es cierto que esto último se vincula a una especie de dependencia de la caja de música en la que se incide durante el tramo final, pero antes simplemente da la sensación de ser una irresponsable con la que es imposible tener la más mínima empatía. Además, Leonetti también fracasa a la hora de mostrarnos la felicidad sentida por el personaje interpretado por Joey King. Ella hace lo que puede por lograr que conectemos con ella, pero el personaje no está bien escrito y eso es algo que ella no termina de poder compensar.
Eso es algo que también afecta al resto de personajes, causando que las muertes que van sucediéndose pierdan aún más impacto y que la propia evolución del relato se convierta en una oportunidad perdida detrás de otra. Eso sí, la gran clave de todo es la ausencia de tensión, lo que hace que te deje en un estado similar a cuando pillas algo en televisión y por simple pereza no cambias de canal o te pones a hacer otra cosa.
En definitiva, 'Siete deseos' no es un desastre, pero sí es una película que aborda el terror de forma tan descafeinada que hace imposible meterse en la historia que nos está contando. Al menos no insulta a nuestra inteligencia, pero es todo tan anodino y previsible que lo mejor que puede decirse es que no molesta y que pronto nos olvidaremos de ella. Dudo mucho que eso vaya a motivar a nadie para querer verla...
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