Todos los años acudo al cine, con gran ilusión, a ver lo nuevo de Woody Allen. Como ya sabéis, es uno de mis cineastas favoritos. Una de las ventajas de ser un fan del neoyorquino es que trabaja con una regularidad impresionante, así que no hay que esperar demasiado para ver su último trabajo. Claro que esto, paradójicamente, dota de una cierta irregularidad a su cine, pudiéndose uno encontrar con que un año entrega una película maravillosa, y al siguiente un entretenimiento pasajero. En todo caso, salvo alguna mala cosecha, el cineasta no suele caer bajo.
Precisamente, sentía especial interés por ver ‘Whatever Works’ para quitarme el mal sabor de boca que me dejó la que considero que es su peor obra, ‘Vicky Cristina Barcelona’, cuya mediocridad me dejó perplejo hace un año, planchado en la butaca. La primera vez que Woody Allen rodaba en España, sí, pero miremos lo que hizo cuando rodó en Londres… El cineasta debió revisar muy poco uno de sus peores guiones, y a los productores españoles les traería sin cuidado, pensando en lo que iba a recaudar una comedia donde Scarlett Johansson y Penélope Cruz se metían mano. En fin, un mal año. Desde hace una semana está en nuestros cines la siguiente, que afortunadamente es mucho mejor.
Decía Allen recientemente, mientras rodaba su nueva película (de nuevo en Londres), que nunca piensa en el título hasta que el trabajo ya está terminado, y ve el resultado completo. Entonces lo decide, según crea que es buena o mala, dando una pista al público, para que no se lleve un chasco. Si esto es así, y no otra broma de un hombre íntimamente vinculado al humor, parece que el director no apostaba demasiado por ‘Whatever Works’, traducida feamente en nuestro país como ‘Si la cosa funciona’.
En realidad, dejando a un lado las suposiciones, el título le viene estupendamente a la película. Primero, porque es una frase que el protagonista usa en varias ocasiones, para destacar la escasa relevancia (verdadera) de nuestros actos; segundo, porque la película, aun con sus errores y la modesta potencia de su motor, funciona, consigue su propósito, divierte y hace reflexionar. De hecho, el principal problema de ‘Whatever Works’ es que Woody Allen ya ha filmado otras como ésta, y le han salido mejores, más completas. Si por el contrario, esta película nos hubiera llegado un par de décadas atrás, el impacto sería mayor, y también su valoración.
Así podía haber sido, si Allen no llega a guardar el guión en ese famoso cajón a donde van todas sus ideas, hasta que llega el momento apropiado para rodarlas. Al parecer, escribió la historia de ‘Whatever Works’ pensando en que Zero Mostel interpretaría al protagonista; la muerte del cómico, en 1977, hizo que Allen se olvidara del guión. Treinta años después, ante la amenaza de huelga de los actores, el director de ‘Annie Hall’ se acuerda de la vieja historia de Boris Yellnikoff. La reescribe, actualizando las referencias políticas, y se lo entrega a su equipo de casting, con la esperanza de encontrar al protagonista adecuado.
A diferencia de lo que se ha aventurado en muchos textos sobre la película, Allen nunca se planteó dar vida a Boris, porque no se parece a él. Según sus propias palabras, el personaje es demasiado antipático para que él lo pudiese encarnar adecuadamente, el público no se pondría en su lugar, lo rechazaría; necesitaba a alguien que pudiera insultar y menospreciar a los demás, pero que al mismo tiempo cayera bien, resultara simpático. Cuando se le dio a Allen el nombre de Larry David, todo cobró sentido. David ya había trabajado para él en un par de ocasiones (en ‘Días de radio’ e ‘Historias de Nueva York’), pero ésta sería la primera vez que tendría un papel importante. Y lo cierto es que está perfecto, es justo lo que necesitaba este guión.
La película se beneficia del gran trabajo de Larry David, pero para que el conjunto funcionara era necesario igualmente encontrar a una actriz que encajara en el molde de Melodie St. Ann Celestine, una de las chicas clásicas del cine de Allen. Es la chica tonta, ingenua, muy viva y alegre (posiblemente por ser tonta), el contrapunto perfecto para el protagonista, pesimista y amargado, con la idea del fin del universo siempre en mente. Uno ve a David en el personaje y cree firmemente que el hombre no haya necesitado mucho esfuerzo para interpretarlo (recomiendo desde aquí su desternillante serie ‘Curb Your Enthusiasm’). No sé hasta qué punto Evan Rachel Wood es como Melody, pero lo cierto es que la chica está impecable. Al parecer, el acento sureño lo incorporó después de que Allen le diera el papel, lo cual viene a confirmar que Wood se tomó muy en serio el trabajo.
La película brilla cuando gira en torno a estos dos personajes, Boris y Melody, pero pierde fuerza cuando se desvía para contarnos otros encuentros, otros romances (Henry Cavill es muy guapo, pero tiene el talento de un muñeco de cera) y otras vivencias paralelas. Cuando el destino, siempre presente en el cine de Allen, trae a escena a los padres de Melody (Patricia Clarkson y Ed Begley Jr.), baja bastante el interés, pues aunque haya momentos simpáticos a costa de estos dos personajes, con los que el neoyorquino puede jugar ampliamente, se interrumpe lo que verdaderamente importa, la relación entre el tipo trágico y la chica cómica, dando la impresión de que se han unido, torpemente, dos historias en un mismo guión.
Pasando por alto la escasa fortuna de Allen en este aspecto, y que se llegue a un desenlace que me parece muy forzado, creo que ‘Whatever Works’ es una de sus mejores películas. A mi compañera Beatriz no le parece que funcione, y estoy seguro que no es la única que lo piensa. Es una película muy irregular, llena de imperfecciones, pero también, sobre todo, con grandes aciertos. Logró hacerme reír a carcajadas (creedme, no soy de los que se ríen fácilmente en una sala de cine) y las reflexiones del protagonista sobre la vida y la sociedad son viejas, pero no dejan de ser acertadas y necesarias. La vida puede ser triste y monótona, corta y fugaz, pero siempre podemos recurrir al cine de Woody Allen, profundo y divertido.