De mal gusto, cabría añadir.
Ya decía el pasado viernes en las últimas líneas de 'After Earth' (id, M. Night Shyamalan, 2013) que dudaba mucho que 'La visita' ('The Visit', 2015) fuera a ser capaz de devolvernos, aunque sólo en parte, al cineasta que nos había encandilado en su momento con aquellos tres títulos que no sólo conforman sin duda alguna lo mejor de su cine, sino también de lo más granado que Hollywood nos ha ofrecido en las dos últimas décadas. Desafortunadamente, el pequeño hálito de esperanza que aún conservaba con respecto a Shyamalan es obliterado, y de qué manera, por este esperpento mediocre que es su último filme.
A priori, que la ¿desesperada? asociación con Jason Blum encontrara traslación en una nueva iteración sobre lo saturadísimo del found footage no parecía la opción más recomendable para intentar encarrilar la trayectoria de Shyamalan. A fin de cuentas, con todo lo que se ha estrenado en el ¿género? desde que los Myrick lo pusieran de moda a finales de los noventa, que el cineasta de origen indio optara por él parecía, sobre el papel, una suerte de búsqueda desesperada de la recuperación del favor del público con lo que aparentaba ser el regreso a los terrenos sobrenaturales que se mantienen como lo más taquillero que ha conseguido el realizador.
Ni rastro
Cuando es tanto lo que podríamos afirmar en contra de las decisiones que Shyamalan va tomando en el transcurso de la hora y media sobre la que se prolonga 'La visita', debería resultar complicado seleccionar un punto de partida. Pero no es ese el caso aquí cuando la mayor parte de la mediocridad que comentaba más arriba recae, sí o sí, sobre lo que el director lleva a cabo tras el objetivo: recalando en unas fórmulas desgastadas de tanto uso, los constreñidos modos del found footage comprometen de tal manera la libertad de actuación del artista, que no hay aquí rastro alguno del estilo que tanto llego a depurar en el pasado.
Dicha cualidad queda aplastada por las necesidades que requiere el género —sé que no lo es, pero nos entendemos, ¿no?—, esto es, mucha cámara en mano, abundantes planos subjetivos, excesivas secuencias en las que poco se puede apreciar en pantalla por lo agitado del movimiento del objetivo y demás características de una forma de hacer cine que, si tuviéramos que valorar en relación a lo que Shyamalan exploró en el grupo más brillante de su filmografía, se encuentra sin lugar a dudas en lo opuesto del espectro de lo que éste llegó a mostrar en los momentos de mayor genio narrativo y cinematográfico de su filmografía.
No hay aquí encuadres imaginativos, soluciones visuales excepcionales o instantes singulares de esos que dejaban sin aliento en títulos como 'El sexto sentido' ('The Sixt Sense', 1999), 'El protegido' ('Unbreakable', 2000) o 'Señales' ('Signs', 2002), y lo poco —ínfimo, casi inexistente— que cabría destacar es tan nimio que ni siquiera merece el esfuerzo que requeriría el volver a repasar mentalmente la totalidad del metraje para traer aquí a colación momentos que, en definitiva, no llegarían a la altura del betún a lo más común que podíamos apreciar en la terna de producciones anteriormente citadas.
'La visita', WTF???!!!
Dejando claro pues que es la realización lo peor de una proyección de la que, sinceramente, no me veo en disposición de rescatar nada, hay otros dos valores en 'La visita' que se sitúan a muy pocos enteros del trabajo tras el objetivo de Shyamalan y que abundan sobremanera en que la percepción sobre el filme sea tan paupérrima: los actores y, cómo no, el guión. De hecho, es éste último el que vuelve a provocar los mayores arqueos de cejas en clara señal de sorpresa y desaprobación ante lo que se nos va mostrando.
Comedia intencionada completamente disfuncional que se mezcla con thriller de muy engañosas y aún más previsibles trazas, lo que el libreto del filme desarrolla y lo que los diálogos van desgranando difícilmente puede analizarse sin caer en la mofa que de igual forma merecen, por momentos, los dos protagonistas principales de la acción, unos adolescentes —para ser exactos un pre-adolescente y una adolescente— a los que les toca en desgracia el tener que dar credibilidad a las frases que Shyamalan pone en sus bocas.
Partamos de la base que, desde el momento en que el chaval arranca a rapear —y no queréis haceros una idea de lo lamentable que resulta dicho instante doblado al español—, uno abandona por completo el interés hacia lo que 'La visita' tenga que contarle: de tal calibre es lo ridículo, equivocado e inservible de la inclusión de dicha escena, que a partir de ella cuesta mantener la atención sobre lo que se pretende narrar; máxime si, no contento con una, son tres las ocasiones en las que Ed Oxenbould aparece en pantalla improvisando rimas de lo más esperpénticas.
Quizás os pueda parecer exagerado que dichas ocasiones tengan el peso suficiente como para dejar de lado la posible apreciación de lo que el resto de la proyección ofrece, pero es tal el tamaño del calzador con el que están metidas, que terminan por desplazar a un conjunto que, seamos francos, se ve venir a la legua y nada nuevo logra ofrecer, no ya en la trayectoria de Shyamalan —eso es muy obvio— sino en los géneros a los que se va adscribiendo: su parte de drama familiar ya la habíamos visto expuesta de muy mejores maneras en el pasado del director y el resto, que no suscita ninguna reflexión, es tan común que ni siquiera vale la pena traerlo a colación.
Con 'La visita', como bien apuntaba uno de vosotros en los comentarios de 'After Earth', Shyamalan ha terminado de agotar el crédito que podía seguir concediéndosele en la confianza de que, tarde o temprano, volvería por sus antiguos fueros. No es así, y muy atractiva tendrá que ser su próxima propuesta para que me piense si desembolsar la entrada de una función que el pasado viernes bien podría haber dedicado a algo más productivo. No me atrevería a decir que M. Night Shyamalan ha muerto en términos cinematográficos, pero que una de sus extremidades inferiores está metida —y bien metida— en la tumba es, a estas alturas, incuestionable.
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