Historias que en su traslación a la gran pantalla han abarcado géneros de índole muy diferente, no es complicado apercibirse de que con mayor o menor intensidad, la totalidad del cine de Shyamalan siempre se ha dejado impregnar de cierto tono de fábula, moraleja incluida. Y si en 'El bosque' ('The Village', 2004) era dónde dichas tonalidades más se dejaban notar en la comparación con el trayecto previo del cineasta, es con 'La joven del agua' ('Lady in the Water', 2006) cuando el director explotará de lleno las posibilidades del cuento cinematográfico llevado a sus últimas consecuencias.
Acaso porque dicha decisión comporta la asunción de condicionantes que harían de otro filme objeto de burla y crítica voraz. Quizás porque la traducción de los mecanismos propios de una narración fabulada no se hizo con toda la precisión que hubiera sido deseable. O puede que, directamente, porque los varios problemas que arrastra la cinta habrían sido fácilmente eludibles por el Shyamalan que conocimos en la terna que supone la cima de su cine, no creo que nadie se eche las manos a la cabeza al afirmar que, si bien con el tiempo he aprendido a apreciar en lo que vale la belleza inherente a la historia que aquí se nos traslada, no fue así cuando la vi en el cine hace nueve años.
A golpe de Deus ex machina
De hecho, las apreciaciones que recuerdo haber vertido sobre 'La joven del agua' al salir de la sala se encaminaron a encumbrar la práctica totalidad de los aspectos de la producción...la práctica totalidad, menos el guión. Porque es aquí donde Shyamalan, del que ya he comentado que habría necesitado en alguna que otra ocasión de alguien que le revisara los diálogos, consigue de forma más evidente que en numerosas ocasiones el público pueda llegar a sentir tal vergüenza ajena derivada de las conversaciones que tienen lugar entre algunos de los personajes que, dependiendo del talante del espectador, la función puede quedar arruinada irremisiblemente.
Sin querer entrar en muchos detalles por aquello de que alguno pueda hacer saltar la alarma, sí puedo aventurar una suerte de resumen sin spoilers que deje claro a que me estoy refiriendo: tras plantear de forma diáfana en el soberbio prólogo que el hombre se separó de las ninfas y de los consejos que éstas daban, relegándolas a una pura leyenda, Shyamalan se saca de la manga a un par de personajes que conocen todos y cada uno de los detalles que rodean a estos seres fantásticos mejor que si fueran uno de ellos.
A estos personajes —madre e hija— recurrirá el protagonista, en ocasiones con métodos que rayan lo absurdo, para poder avanzar en su misión de proteger a Cuento, la ninfa que ha quedado atrapada en nuestro mundo. Este recurso, que sobre el papel no debería haber supuesto ninguna traba para el discurrir de la historia, deja en entredicho la “credibilidad” —eufemismo obvio donde los haya— de un guión que se mueve por terrenos demasiado crípticos, llegando la trama en torno al cuento a tornarse tan compleja conforme avanza la acción que, en última instancia, no hay quien se la crea por mucho que se quiera considerar como eso, un cuento...para adultos, claro está.
'La joven del agua', fin y principio
De vital relevancia a la hora de poder tachar a un filme como sobresaliente o magistral, que el guión de 'La joven del agua' fuera un elemento tan disfuncional en aquél primer visionado, y que dicha disfuncionalidad siga presente años y revisiones después —atenuada, pero presente a fin de cuentas— viene a afirmar con contundencia que es esta fábula aquella que cierra una puerta y abre una completamente diferente en la trayectoria de Shyamalan. Atrás quedan sus mejores incursiones en la gran pantalla. Por delante, todo un rosario de lo peor que ha llegado a ofrecer. En medio de ambos mundos, una producción que se debate entre uno y otro.
Apoyando a lo que vendrá, no insistiré más en ello, el guión. En favor de lo que fue, para empezar, una dirección espectacular que vuelve a dejar muestras de asombro y maravilla: si bien abusa en exceso de los desenfocados forzados, Shyamalan demuestra de nuevo ser un realizador mayúsculo que sabe sacar partido de unos escenarios y unas situaciones harto ridículas; y a su buen hacer tras las cámaras debemos, por poner un par de ejemplos, el montaje paralelo en dos tiempos diferentes en el que Cleveland va averiguando los personajes del edificio que tienen que ayudarle, y sobre todo, la conversación a tres bandas en el piso de los hindúes con Cuento en la ducha. Impresionante.
Un calificativo éste último que hay que aplicar, sí o sí, a ese actor llamado Paul Giamatti que se merienda, sí o sí, a todo aquél que se le pone por delante —ayuda indudablemente que en él vuelque el cineasta el mayor esmero de definición y trasfondo—, llámese una comedida Bryce Dallas Howard, un correcto Shyamalan que se reserva aquí algo más que un mero cameo o el espléndido Bob Balaban que el cineasta utiliza como una nada sutil crítica a los que nos ganamos la vida hablando de cine dibujándonos como los elementos más prescindibles e inútiles de todos los que, de una forma u otra, inciden sobre una producción cinematográfica.
Ahora bien, si hay un presencia constante en las producciones del director que vuelve a alzarse aquí por derecho propio como lo mejor de todas que ofrece el filme, eso es la música de James Newton Howard. Incluso cuando la historia hace tiempo que han dejado de hablarnos al corazón y son sólo las imágenes las que siguen manteniendo cierto poder hipnótico sobre el espectador, es la partitura de Howard la que fascina sin remisión, y aquí no hay mejor ejemplo que el TEMAZO que acompaña al anti-climático clímax de la cinta.
El inconmensurable tono épico de esos cinco minutos finales, la fuerza poética de la conclusión del cuento y que, incluso a pesar de los pesares, la cinta deje un regusto agradable, se deben sin duda al talento sin par que Newton Howard derrocha en cada línea de pentagrama de cuántos componen 'The Great Eatlon'. Si con él estamos hablando de un filme irregular que sirve como antesala del descenso a los "infiernos" de Shyamalan; sin su presencia es muy probable que 'La joven del agua' hubiera sufrido aún peor suerte que haber sido devorada de forma inmisericorde por la crítica de la pasada década.
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