Sherlock Holmes es uno de los personajes de ficción que más veces se han llevado al cine (o la televisión). Ha habido adaptaciones para todos los gustos, siendo la serie de películas protagonizadas por Basil Rathbone a finales de los años 30 y los 40 del siglo pasado las que aún persisten como las más prestigiosas. Posteriormente aparecieron muchas películas que optaban por la fidelidad a la hora de adaptar al cine al personaje creado por Arthur Conan Doyle, siendo la excepcional ‘La vida privada de Sherlock Holmes’ quizá el mejor acercamiento cinematográfico a la figura del famoso detective.
También se intentó cruzar su camino con casos reales y enfrentarlo a Jack el destripador (‘Estudio de terror’), Disney realizó su versión apócrifa (la muy recomendable ‘Basil, el ratón superdetective’) y también hubo acercamientos cómicos como ‘Sin pistas’, la cual fabula con la idea de que Watson, tras el notable éxito de sus novelas, tuviera que contratar a un actor para hacerlo pasar por el auténtico Sherlock Holmes e investigar un caso. Y además, en los años 80 se hizo una versión televisiva protagonizada por Jeremy Brett que goza del favor de la mayoría de los seguidores del personaje.
y es que el cine exprimió al máximo las posibilidades que ofrecía este detective decimonómico, tanto que en este siglo XXI no terminaba de aparecer ninguna versión que consiguiera destacar, pero todo eso cambió con el estreno de ‘Sherlock Holmes’, la singular versión dirigida por Guy Ritchie en la que se intentaba respetar ciertos elementos clásicos, pero introduciendo aspectos modernos para así poder venderla como un blockbuster convencional. El resultado molestó a algunos, pero yo me sitúo en el bando de los que gozaron con un buen entretenimiento que me pilló por sorpresa, ya que esperaba una gran pifia que terminase de matar el interés cinematográfico del personaje. Además, la BBC estrenó una nueva serie de televisión poco después que fue muy bien recibida, dándose la casualidad de que prácticamente han coincidido en el tiempo los estrenos de ‘Sherlock Holmes: Juego de Sombras’ y el de la segunda temporada de ‘Sherlock’.
Hay un problema bastante usual a la hora de afrontar las secuelas de algunos grandes éxitos de taquilla, y es que no saben qué hacer exactamente. ¿Apostar por hacer lo mismo y que la gente los critique por repetitivos o intentar algo diferente? Soy consciente de que lo segundo suena a ideal y el hecho de que se contratase a Michele y Kieran Mulroney, los guionistas de ‘Sherlock Holmes: Juego de Sombras’, varios meses antes del estreno de la primera parte hacía pensar en que se habían tomado en ese serio este apartado, pero la realidad es bien distinta: Sí que la historia intenta ser algo más oscura, pero fracasa por su cobardía a la hora de llevarlo a cabo. Y es que hay un par de momentos dramáticos en la película que podían haber marcado la totalidad, pero el primero pronto es olvidado (algo incomprensible dada la importancia del mismo) y en el segundo se echan atrás en cuestión de un par de minutos. Vamos, un guión cobarde.
El resto del guión se debate entre ser demasiado explicativos en algunos aspectos del misterio que envuelve a Moriarty y en otros tener bastante perdidos al espectador para luego no ofrecer nada que sirve de compensación al llegar al final. Lo demás no es un más que un ejemplo de guión de un blockbuster sin identidad propia (hay mucho del tradicional viaje del héroe en su estructura), que no sabe muy bien cuál es su objetivo y que se limita a poner que pasan muchas cosas (algunas de ellas aún logran ser entretenidas, pero otras no) para así despistarnos de un misterio de chichinabo que nunca logra atrapar el interés del espectador, algo a lo que tampoco ayuda el abuso de los flashbacks para explicarnos giros sorpresivos de guión que por sí mismos no tenían ningún tipo de sentido. Vamos, un guión cobarde y tramposo.
Una de las cosas que más me gustaron de ‘Sherlock Holmes’ fue el trabajo de Guy Ritchie en la dirección, ya que supo imprimir cierta modernidad al relato sin que se convirtiese en un festival de excesos. Me viene a la mente su forma de representar el ingenio del protagonista a la hora de enfrentarse a una pelea mediante la cámara lenta. Me agradó especialmente que no se usase de forma descontrolada, pero se ve que a Ritchie se le infló el ego tras oír comentarios de este tipo y ha optado por añadir un montón de momentos de este estilo en la secuela, y también de meter la cámara lenta en una persecución que acaba siendo mortalmente cansina por culpa de la sobreutilización de este recurso. Por lo demás, la puesta en escena transmite sensación de monotonía, de no saber cómo sorprender al espectador y limitarse a hacer lo mismo, aunque aún es peor lo que sucede en la banda sonora: Hans Zimmer realizó un trabajo magistral en ‘Sherlock Holmes’ dando una sonoridad peculiar a la película, pero aquí sólo funcionan los momentos en los que se reutilizan temas, mientras que el resto carecen de la fuerza necesaria para potenciar lo que está sucediendo. Una pena.
Y lo peor de todo es que la televisiva ‘Sherlock’ sí ha sabido demostrar en su segunda temporada que se pueden tomar decisiones de guión cuestionables (el arranque y el desenlace del primer episodio), pero ofrecer un entretenimiento de mucho nivel manteniendo un estilo similar (sigue sin cansar la sencilla forma que tienen de mostrar visualmente la capacidad deductiva de Holmes), pero añadiendo cosas (Sherlock Holmes ya es conocido públicamente por el blog que tiene Watson) y sabiendo utilizar a sus personajes. Sé que las comparaciones son odiosas, pero película y serie han dejado de ser complementarias y una se ha alzado como clara vencedora en este duelo particular.
El reparto de ‘Sherlock Holmes: Juego de Sombras’
Robert Downey Jr. es un ejemplo de carisma hecho persona, sobre todo en este resurgimiento artístico por el que pasa tras el estreno de la muy estimable ‘Kiss Kiss Bang Bang’. No obstante, eso no es siempre suficiente para liderar una película de estas características, y es curioso, porque con ‘Sherlock Holmes: Juego de Sombras’ pasa algo parecido que con ‘Iron Man 2’: El protagonista quiere evolucionar pero no termina de decidirse abiertamente a ello, y esa tierra de nadie reduce mucho su atractivo. Mientras que en ‘Iron Man 2’ dio cierta pena su ridícula forma de retratar la etapa alcohólica de Tony Stark, en ‘Sherlock Holmes: Juego de Sombras’ no consiguen transmitirnos el ejercicio extra de inteligencia que requiere la amenaza a la que se enfrenta. Tan pronto llega un pequeño momento de seriedad como Sherlock se convierte en una especie de Mortadelo con disfraces más extravagantes que efectivos en la mayoría de los casos. Eso sí, decir que Downey Jr. está mal sería mentir, pero muestra un magnetismo mucho menor que en la primera entrega, y sólo alguna pequeña gracia ocasional consigue recordarnos al Sherlock Holmes con el que consiguió encandilarnos.
El resto de actores que repiten también se ven afectados por la clara inferioridad en todos los niveles de esta secuela: Jude Law pasa de ser un perfecto contrapunto a Holmes y de mostrar mucha química con Downey Jr. a ser un personaje accesario, cuya presencia parece surgir más por la necesidad de tener a Watson en el relato que porque realmente vaya a aportarnos algo. Ojo, la actuación de Law es muy respetable y sigue siendo un buen Watson, pero la forma de ser utilizado en la película desluce mucho su trabajo. Peor aún es el caso de Rachel McAdams, cuya presencia está muy desaprovechada y carece de la oportunidad de dar a su Irene Adler la importancia que requería. Aquí vuelve a proceder hacer una comparación con el inicio de la segunda temporada de ‘Sherlock’, ya que también se introduce a ese personaje modernizándolo, es decir, convirtiendo a Adler en una especie de dominatrix que consigue fascinar al protagonista por sus métodos, y no la poco más que una chica descarada que es la Adler de McAdams. Soy consciente de que también repite Kelly Reilly como la prometida de Watson, pero no me aportaba nada en ‘Sherlock Holmes’ y tampoco lo hace en la secuela. Ahí no hay cambios.
Tampoco puedo decir nada especialmente bueno de las nuevas incorporaciones: Esperaba que Jared Harris fuese un buen Moriarty y aquí la película superase a la serie (el Moriarty de ‘Sherlock’ me resulta un pelin excesivo), pero no tiene los suficientes minutos en pantalla como para que realmente nos creamos la genial maldad inherente al personaje. Una lástima, ya que sus primeras apariciones sí lo presagiaban. Sin embargo, Harris es el que sale mejor parado de entre los nuevos: No sé muy bien los motivos que llevaron a aceptar a Noomi Rapace aparecer en la película. Bueno, miento, el dinero, porque su personaje es la cosa más anodina del mundo, ya que más que una acompañante de Sherlock y Watson en su intento de vencer a Moriarty es un bulto para que un personaje femenino tenga cierta presencia en el relato. No obstante, mi mayor decepción fue el Mycroft al que da vida un Stephen Fry al que me cuesta recordar un trabajo tan desacertado como éste. Y es que Mycroft no es un equivalente en genialidad a su hermano Sherlock, sino un alivio cómico que nunca hace gracia (especialmente horrible su escena más natural) y que tampoco nos aporta nada destacable.
En definitiva, ‘Sherlock Holmes: Juego de Sombras’ es una experiencia insatisfactoria que falla estrepitosamente como relato de misterio y que como mero divertimento llega a hacerse pesado en varios momentos. Guy Ritchie ha optado por potenciar en exceso algunos elementos que quedaban muy bien en la primera entrega y que aquí acaban rayando al espectador. Además, las principales adiciones al reparto resultan fallidas y los personajes que ya conocíamos pierden carisma y química entre ellos. No es un desastre de película, pero sí una cinta mediocre bastante por debajo de su predecesora. Es una pena que no se molestasen en tener un guión un poco más trabajado y prefiriesen un éxito fácil que no creo se repita si vuelven a ser tan descuidados en la tercera entrega. Os recomiendo que mejor veáis ‘Sherlock’ y olvidéis la existencia de esta prescindible película.
PD: Premio para el primero que acierte el origen del titular de mi crítica.