En el panteón de las películas de superhéroes de DC, ‘Shazam!’ de David F. Sandberg fue un balón de oxígeno y aire fresco, y tras haber visto la fase 4 de Marvel, aún destaca como algo especial: una película emotiva, basada y apoyada en sus personajes, con buenos gags de humor y con el propósito de hacer que el espectáculo nunca se interponga en el camino de contar una historia con alma. No era fácil repetir el pequeño milagro, y ciertamente ‘Shazam: la furia de los dioses’ queda muy por detrás de aquella.
Sería bueno informar que la secuela sigue igual de ocurrente, atinada e imaginativa, pero lo cierto es que parece sobrepasada por el espíritu del “más grande es mejor” que acecha a los grandes estudios cuando se ponen nerviosos. Afortunadamente, lo que funcionaba antes todavía lo hace, pero se ve salpicado por la “taquillitis” y la necesidad de competir con las películas evento de Marvel, olvidando que en este caso concreto el menos es más.
Peor que la anterior, mejor que muchas actuales
‘Shazam: la furia de los dioses’ nos reúne con Billy Batson, pero ahora Asher Angel aparece mucho menos, quizá porque se ha hecho un hombretón y puede chocar su actitud cuando tiene forma de superhéroe, con la cara de un Zachary Levi que quizá ha presionado para aumentar su tiempo en pantalla. Encontramos al héroe con síndrome del impostor y miedo a perder a su familia de acogida, con quienes ha hecho una suerte de “Goonies” con superpoderes que es bastante divertido ver interactuar.
Aunque salvan muchas vidas, su inexperiencia e inmadurez causan daños materiales tan grandes que las noticias los han apodado "Los Fiascos de Filadelfia", y el hermano adoptivo/mejor amigo de Billy, Freddy, un siempre genial Jack Dylan Grazer, dedica cada vez más tiempo a perseguir sus propios objetivos, cortejando a una chica nueva en la escuela llamada Ann, interpretada por Rachel Zegler ("West Side Story"). La secuela sigue jugando con el hecho de que los niños prefieren jugar videojuegos o hacer los deberes que tener obligaciones de superhéroe.
Los malos aquí son Hespera, interpretada por Helen Mirren, y Kalypso, interpretada por Lucy Liu, que han regresado a la Tierra en busca del bastón mágico que Billy rompió al final de la última película. Nos enteramos que el mago Shazam (Djimon Hounsou) lo usaba para mantener a los dioses y la magia fuera del reino de los mortales, y ahora que se ha roto, esas amenazas pueden regresar. La presencia de las hijas de Atlas no es el fuerte de la película, y su escena de introducción es tan genérica que recuerda a películas o series que ya hemos visto en estos años, de ‘Wonder Woman 1984’ a ‘Caballero Luna’.
El final de una era en DC+
Se deja notar un agotamiento de la fórmula, una receta que empezamos a recibir como una vuelta constante a lo mismo, con cierta intuición de que el cine de superhéroes empieza a devorarse a sí mismo. Cuando ‘Shazam 2’ se enfoca en la comedia y los personaje es fabulosa, con detalles como su interacción con una pluma estilográfica mágica llamada Steve, que toma el dictado con demasiada precisión, dejando alguna secuencia cómica que nos devuelve a la ‘Shazam’ que nos gustó hace cuatro años.
Pero es imposible evitar el clásico clímax aparatoso, donde los monstruos CGI se vuelven locos en Filadelfia, con efectos que, aunque no son convincentes, si tienen un diseño oscuro que nos recuerda las raíces de terror del director —que vuelve a darle un cameo a la muñeca Annabelle— y despliega una serie de homenajes deliciosos a los monstruos mitológicos del legendario Ray Harryhausen de películas como ‘Furia de Titantes’ y ‘Jasón y los Argonautas’.
Pero lo que hace que la película no se caiga en los terrenos de ‘Black Adam’ es su humor y mucho corazón en la excelente dinámica de la familia de superhéroes, que cuando se alterna con acción y deslumbramiento visual equilibrado deja ver el potencial que nunca acaba de aprovechar. Su trama bastante sobada y, a veces, incoherente, deja paso a un final demasiado sobrecargado, que sin embargo sabe plantar y recoger ideas, dotando de significado a los actos de heroísmo que se supone que deben dar sentido al nombre del género.
Cine de pipas tan inofensivo como entretenido
Y es que, incluso con sus defectos, no podemos evitar disfrutar viendo a Levi y sus coprotagonistas, tanto en la versión joven como en la de superhéroes, mientras idean planes y los resuelven con diferentes carambolas, como la genialidad del uso de un paquete de caramelos. Hay una sensación de ingenuidad que recuerda de nuevo a los viejos tebeos, más simples y clásicos que, a pesar de todo, ‘Shazam 2’ consigue recuperar, recordándonos que a veces el cine de superhéroes no tiene por qué ser otra cosa que una recreación de ese tipo de viñetas sin demasiada carga.
Hay dos escenas adicionales durante los créditos finales que no revelaremos aquí, pero la primera es un tanto embarazosa y la segunda parece señalar un camino en el universo cinematográfico/televisivo de DC ahora en manos de James Gunn y Peter Safran, que no es fácil interpretar. No está claro si Shazam, Billy Batson y compañía tienen espacio en los planes para el futuro con el gran reinicio, pero en muchos instantes, la forma en la que se plantea la acción y la impronta visual recuerdan a una DC que ya fue.
Hasta cierto punto ‘Shazam: la furia de los dioses’ parece una despedida de ese ciclo, un final de etapa que se certifica por cierta aparición agridulce, incómoda, como una forma de dejar claro que hace falta un nuevo rumbo. Tenemos esa sensación cuando el film intenta parecerse a una gran película de acción de éxito, más superficial y llena de rayos y lluvia de efectos sin sentido, pero al mismo tiempo es la rara adaptación de cómic que hace un excelente trabajo al recordar que sus héroes pueden ser infantiles y ridículos, con momentos pensados para emocionar a los más pequeños, quizá para recordarnos que el género siempre estuvo dirigido a ellos en su primer recorrido comercial.
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