Tenía bastante difícil 'Shameless' el afrontar su recta final. No solo por su producción en tiempos de pandemia (que ya hablaremos) sino porque la marcha de Fiona al final de la temporada 9 suponía un cambio de ciclo y abocaba a la serie (que podemos ver en Movistar+) hacia su término próximo.
Y así ha sido, la temporada 11 de la ficción desarrollada por John Wells se estrenó el pasado diciembre con cierta calma chicha en la que los Gallagher y allegados intentan seguir ganándose la vida como puedan capeando la pandemia por el coronavirus.
Por ejemplo tendremos a Debbie (Emma Kenney) intentando compaginar su negocio de soldadora a domicilio con ser madre; Carl (Ethan Cutkosky) irá de unidad en unidad de policía; Lip (Jeremy Allen White) intentará tomar las riendas de ser el "patriarca" de la familia mientras, además, tiene que resolver sus propios problemas domésticos, etcétera.
Ser Gallagher en tiempos de COVID
Si hay una cosa que destacar de esta temporada final de 'Shameless' es lo consciente que ha sido la serie de la situación que reina en el mundo. Es raramente refrescante ver cómo la ficción aborda el día a día de la vida en tiempos de pandemia donde otras lo han tocado tangencialmente o le han dedicado un episodio y poco más.
Ojo, que no digo que se deba tocar o dejar de tocar la pandemia ya que es decisión del creador de turno el si y el cómo abordarla, pero en caso de la serie de John Wells y Paul Abbot hubiera quedado especialmente raro siendo una dramedia tan anclada a las características del South Side de Chicago y están en una época en la que la mascarilla es obligatoria (siempre que no se pueda mantener la distancia de seguridad) a nivel estatal.
En mi opinión, esta integración funciona muy bien a pesar de que, más allá de las licencias artísticas al respecto al plasmar el uso de las mascarillas y otras precauciones COVID-19, reconozco que visto desde ojos españoles puede resultar algo aleatorio. Pero esto no solo va de mascarillas, va de la situación económica (y general) en tiempos inseguros y cómo esto se ceba con los de siempre.
También capta la fatiga y el clima de crispación de los tiempos. La bomba que suelta a mitad de temporada Lip sobre el vender el hogar familiar pone a los hermanos en pie de guerra conscientes de que eso supone un antes y un después para todos ellos. El proceso de maduración a golpes se acelera y solo la noticia de que Frank (William H. Macy) sufre demencia alcohólica recordará la certeza de que son todo un clan.
Hasta la vista, Gallaghers
Por lo general, 'Shameless' siempre ha tenido claros sus pilares combinando la comedia gamberra con drama familiar con una fórmula bastante pulida pero que, a veces, queda repetitiva. Sobre todo tras diez años de serie. A pesar de que podamos pensar que es mucho tiempo, la ficción ha seguido funcionando bastante bien con sus altibajos.
Una clara muestra es esta temporada. Si bien somos conscientes de que hemos sido testigos de tiempos mejores, episodio a episodio queda la sensación de que podría estar viendo a los Gallagher mil años más y no terminar de aburrirme. Pero también es tan buen momento para finalizar como otro cualquiera.
Claro que, viendo lo que pasa en los últimos episodios, resulta un cierre bastante apropiado para 'Shameless'. Un final por todo lo alto (literalmente) que, al más puro estilo de la serie, celebra esos pequeños momentos en los que nos podemos permitir apartar la mirada de los dramas de la vida.
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