El merecido éxito de 'El silencio de los corderos' propició un aluvión de películas que intentaban asemejarse lo máximo posible a la obra maestra protagonizada por Jonathan Demme. Durante años no hubo ninguna que destacase especialmente, pero cambió en 1995 gracias a 'Seven', película que antes de su estreno no dejaba de ser el nuevo trabajo tras las cámaras del responsable de 'Alien 3'.
Lo cierto es que New Line había rechazado una primera versión del guion con el final que acabó formando parte de la película, enviando por error una versión del mismo a David Fincher para conocer su interés en hacerla. De hecho, su participación fue clave para que acabasen cambiando de idea con un desenlace que redondea una cinta excepcional.
Imprescindible
Hay infinidad de películas que muestran a la policía intentando dar caza a un escurridizo psicópata hasta el punto de que ni siquiera tuvo que pasar un mes desde el estreno de 'Seven' en Estados Unidos para que se lanzara 'Copycat', ¿qué es entonces lo que convierte al segundo largometraje de Fincher en un auténtico hito dentro del thriller? Pues muchas cosas, así que mejor vayamos por parte.
Lo primero es valorar adecuadamente el guion de Andrew Kevin Walker, quien no se limita a proponer una investigación al uso, define de maravilla a los personajes -creo que nunca se ha usado mejor el recurso del policía a punto de jubilarse que aquí-, pone las semillas para que Fincher potencie una atmósfera enfermiza y cierra todo con un final imbatible. Dicho esto, es una gran base pero lo que se aporta a partir de ahí es lo que termina por convertirla en una obra imprescindible, con una fuerza inalterable 26 años después de su estreno.
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Hay muchos elementos que distancian a 'Seven' de 'El silencio de los corderos', pero probablemente el más estimulante es que Fincher opta por convertir a Chicago la ciudad sin identificar en la que transcurre la historia en un infierno asfixiante, mientras que en la cinta de Demme se sentía como una amenaza más global en Estados Unidos. Además, ese clima opresivo se perfila ya de maravilla desde esos contundentes títulos de crédito iniciales.
A partir de ahí, esa lluvia incesante, esa fotografía incidiendo en la suciedad de la ciudad y muchos más aspectos -impagable hasta detalles que quizá pasen por alto a muchos como esas torres eléctricas en el tramo final de película que redundan en el lado más opresivo de la cinta- sirven para atrapar tanto a los detectives interpretados por Morgan Freeman y Brad Pitt como al espectador en los pormenores de un caso en el que un astuto asesino está siempre varios pasos por delante de la policía.
Eso permite mostrarnos también las debilidades de los dos personajes principales, uno agotado de la vida y otro demasiado impulsivo. Complementarios y hasta cierto punto tirando del recurso del mentor y el aprendiz, pero complicándolo siempre todo mucho más que eso sin perder jamás la claridad narrativa.
Además, 'Seven' es una película que no tiene problemas en coquetear con lo desagradable a la hora de mostrar a las víctimas, añadiendo así una intensidad adicional a un caso que se siente especial desde los primeros minutos de metraje. A partir de ahí se teje una tela de araña apasionante, la cual también se apoya en el excelente trabajo de sus dos protagonistas, sin por ello olvidarme del gran trabajo del resto de su reparto, incluyendo esa aparición "sorpresa" que no desvelará por si queda alguien sin ver la película.
'Seven' fue un gran éxito comercial, ya que costó 33 millones de dólares y consiguió unos ingresos mundiales de 327,3 millones. Lógico que a partir de entonces se empezasen a dejar de lado los sucedáneos de 'El silencio de los corderos' para acercarse más a la cinta de Fincher con títulos como 'Resurrección' o 'Fallen'.
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