Puede encontrarse entre algunas listas de las mejores películas de terror del siglo XXI, pero no es lo más habitual, aunque a muchos les puede recordar haber visto alguna de sus imágenes más icónicas en el videojuego ‘Silent Hill 3’ (2003), donde una silla de ruedas vacía se vislumbra al final de un pasillo angosto y desgastado. Una referencia visual directa a ‘Session 9’ (2001), una de las piezas más difíciles de ubicar en el sinuoso camino de la resurrección del género en los 2000.
El director Brad Anderson ha tenido una carrera irregular, pero hubo un tiempo en que fue uno de los directores más interesantes a seguir en el cine de género. A principios de siglo venía de hacer una peculiar comedia romántica para cambiar radicalmente de palo en esta ‘Session 9’ que, pese a que solo recaudó menos de medio millón de dólares en Estados Unidos, y poco más de un millón internacionalmente –en parte por cierto a su gran éxito en España–, le dio suficiente renombre para seguir trabajando en obras algo más ambiciosas financieramente.
Más de una década antes de volver a los sanatorios mentales con ‘Stonehearst Asylum’ (2014), un thriller de época que adapta un relato de Edgar Allan Poe, Anderson visitó un emplazamiento clásico en el género, las instituciones psiquiátricas destinadas a aislar a los enfermos. Su larga asociación con la tradición del terror se basa principalmente en registros que datan del siglo XIX de que los manicomios eran lugares donde se trataba de forma bárbara a los allí confinados, dando lugar a dos tipos de películas.
Terror de frenopático
Las hay que evocan imágenes espeluznantes de prácticas médicas inhumanas, con científicos que llevan a cabo experimentos abominables, desde clásicos como ‘Bedlam, Hospital psiquiátrico’ (1946) hasta documentales reales terribles como ‘Titicut follies’ (1967), y luego están las otras, en las que son los edificios abandonados los que están poblados por fantasmas del sufrimiento. ‘Session 9’ podría incluirse, más o menos, dentro de este grupo, aunque no es la típica historia de espectros por los pasillos, sino de la influencia de un lugar sobre los vivos.
Pero el año 2001 no estaba preparado para películas de terror psicológico con ciertos toques sobrenaturales. El género vivía una etapa de renovación tras un lustro de imitaciones de ‘Scream’ (1996) llenando las multisalas y la crítica no estaba muy segura de qué hacer con filmes como este que, además de no lograr conectar con un público pendiente de la gratificación instantánea del slasher, no tenía un género definido y encima lucía como un pequeño esfuerzo independiente con una concepción oscura, seria, adulta y sin humor referencial meta o de ningún tipo.
Con la irrupción de las cámaras digitales se empezó a abrir un abanico de posibilidades de producción que permitía hacer castings con actores adultos o tratar temas más densos sin comprometer la taquilla. Hubo un pequeño grupo de películas rodadas con un digital no tan nítido como el actual, como ‘28 días después’ (2002) o ‘My Little Eye’ (2002), que era una especie de equivalente a las texturas de 16 mm en celuloide para o que ahora es la alta definición. Un grano ya perdido pero que le daba un encanto especial.
Además, esa nueva estética parecía ser la única herencia verdadera del impacto de ‘El proyecto de la bruja de Blair’ (The Blair Witch Project,1999) en los primeros años en los que el found footage aún no había explotado y venía precedida por movimientos como el Dogma y autores como Lars von Trier y Thomas Vinterberg. De esa escuela, ‘Session 9’ se beneficia de un trabajo de cámara naturalista, a veces con cámara en mano, que añade una realidad postmoderna casi inédita en el cine de terror hasta ese momento.
'El resplandor' de la clase obrera
Anderson trabaja con referentes citados como ‘Amenaza en la sombra’ (Don't Look Now, 1973), de Nicolas Roeg o ‘Picnic en Hanging Rock’ (1977) y ‘La última ola’ (The Last Wave, 1977) de Peter Weir, pero tan solo se empapa de sus cadencias etéreas para afrontar una reforma proletaria de ‘El Resplandor’ (The Shining, 1980) de la que no solo reproduce su punto de partida, sino la forma de plantear ciertas visiones fantasmales con el uso de la profundidad de campo y la perspectiva o hasta la estructura de su argumento dividido en días de la semana anunciados con intertítulos.
En ‘Session 9’ los trabajadores de un servicio de eliminación de materiales de desecho peligrosos, se encargan de limpiar todo el asbesto en la institución psiquiátrica abandonada del Hospital Estatal de Danvers para cumplir con un compromiso de trabajo concentrado en una semana, un calendario que ejerce una gran presión sobre el equipo, haciendo que las tensiones dentro del grupo salgan a la superficie. Mientras tanto, uno de los trabajadores queda fascinado al escuchar nueve cintas de sesiones de psicoterapia de una mujer con un trastorno de personalidad múltiple que encuentra en los archivos del edificio.
Irónicamente, la idea de un servicio de limpieza de clase obrera en las entrañas de un edificio abandonado también se hizo por primera vez en otro cuento de Stephen King, ‘La fosa común’ (Graveyard Shift, 1970), adaptado al cine en los 90. Sin embargo, aquí seguimos más de cerca al jefe de la compañía, y observamos su paulatina caída en las redes del edificio, o de la propia presión de su trabajo. Durante una gran parte de ‘Session 9’ ni siquiera está claro qué tipo de película es. ¿Casa encantada, posesiones, thriller psicológico, reality de un grupo de obreros?
Inspirado en hechos reales
Sin embargo, todo va en la misma dirección y el resultado es que se va acumulando una tensión inquietante que forja la identidad del film al alejarse de la plantilla de Kubrick para explorar las debilidades de la psique del varón de clase media de una manera muy moderna. A través de la idea de un lugar malévolo que saca a la superficie lo peor de un conjunto de hombres envenenado por sus propias dinámicas. Seguramente hoy cobre un nuevo valor que no se ponía en cuestión en su día en cuanto a cómo se está reexaminando hoy la masculinidad tóxica en la cultura.
SPOILERS EN ESTE TRAMO
Toda esta tensión se carga sobre los hombros de Gordon (Peter Mullan), quien acaba rompiéndose y matando a su esposa e hija antes de eliminar a su equipo de trabajo uno por uno. Es una de las diversas subtramas inspiradas por hechos reales, esta específicamente en el caso de Richard Rosenthal, un trabajador del sector de seguros de Boston, completamente normal que, en 1995, mató a su esposa y empaló su corazón y pulmones en picas en su patio trasero después de una discusión causada porque la pasta se les había quemado en la cocina.
FIN DE SPOILERS
No es la única inspiración en detalles reales. El propio Danvers State Mental Hospital existió. Una instalación abandonada que en su apogeo albergaba a más de 4.000 pacientes y personal mientras era pionera en técnicas controvertidas como la terapia de memoria reprimida y la lobotomía. También se dice que fue el hospital que sirvió de inspiración para el sanatorio de Arkham de H.P. Lovecraft. Esto genera un valor añadido a las imágenes del film, rodado en pasillos que han visto horrores indescriptibles, e incluso durante la producción se comentaba que se podía escuchar a personas sin hogar, algunas de las cuales eran ex pacientes, caminando por el vasto asilo de 200.000 metros cuadrados.
Por nueve razones
El título se refiere a la novena cinta de una serie de sesiones de psicoterapia grabadas que se van reproduciendo durante el metraje, creando un paralelismo entre lo que ocurre en el presente y en el pasado. Las confesiones de una ex paciente del hospital llamada Mary Hobbes buscan saber qué hizo en la Navidad de 22 años antes, implicando un evento espantoso borrado de su memoria que se va descubriendo sesión tras sesión en una especie de precedente siniestro de ‘Por trece razones’ (13 Reasons Why, 2017).
Sin embargo, hay un momento en el que el personaje que escucha las cintas, Mike, (interpretado por el coguionista Stephen Gevedon) cuenta historia de Patricia Willard, otra de las ex pacientes del hospital, quien recuperó recuerdos reprimidos de elaborados abusos rituales satánicos por parte de sus padres que resultaron no ser ciertos. Otro elemento basado en casos reales del Satanic Panic de los años 80, que incluyó muchas acusaciones similares a las que describe y que fueron reflejadas en filmes como ‘Regresión’ (2017) de Alejandro Amenábar.
En medio de esos relatos y trasfondo, Brad Anderson construye una densa atmósfera de claustrofobia e inquietud, acentuada con secuencias espeluznantes como la aventura de Josh Lucas para recuperar las monedas, o su reaparición más adelante, un momento que recuerda a la escena de la pared del clímax de ‘El proyecto de la bruja de Blair’. Momentos que resultan aún más aterradores gracias a la banda sonora experimental de Climax Golden Twins, uno de cuyos miembros había ido a la escuela tanto con Anderson como con Gevedon.
Terror de riesgos laborales: el subgénero
‘Session 9’ ofrece un terror seco, alejado de las convenciones del cine de su momento, buscando personajes más realistas con tensiones notablemente dibujadas y con diálogos bien escritos para reflejar el lenguaje y forma de ser de simples trabajadores ordinarios que hacen un trabajo sucio. Quizá aún más sorprendente es su falta de sangre en un momento en el que el género estaba empezando a entrar en la era del torture porn. Su miedo fluye a través de lo que acecha en las sombras y lo que no se nos muestra.
Uno de sus momentos más angustiosos es una secuencia con un trabajador que sufre de nictofobia corriendo desesperadamente por las entrañas del asilo mientras un corte de energía hace que cada una de las luces se apague una por una. Una idea tan sencilla que Jaume Balagueró recuperaría un año más tarde en su ‘Darkness’ (2002) y el propio Anderson en la posterior ‘Vanishing on 7th Street’ (2010), pionera de esos apocalipsis de “no hacer algo”, en este caso “no te quedes sin luz”, que resultó mucho más experimental y coherente que los ejemplos actuales.
Pero en donde ‘Session 9’ verdaderamente se adelantó a su época fue en su cuidadosa superposición del terror psicológico, explorando la desconexión mental mientras permite cierta ambigüedad alrededor de la alienación laboral, un tema favorito en la carrera de Anderson, que revisitaría en su sublime episodio ‘Sounds Like’ de ‘Masters of Horror’ (2005-2006), probablemente el mejor de la serie junto al de John Carpenter, y la perturbadora ‘El maquinista’ (2004), que convirtió al pellejo de un Christian Bale consumido en un meme.
Pivote temprano del nuevo horror psicológico
En esa trilogía espiritual, el director analiza las posibilidades del horror laboral desde distintas perspectivas pero con un ángulo psicológico que quizá no se volvería a recuperar hasta la llegada del “terror de autor” como ‘Babadook’ (2014) o ‘Hereditary’ (2018), ambas explorando descensos a la locura en una espiral de convenciones sobrenaturales que pueden o no ser reales. El juego a dos bandas entre realidad y pesadilla no era lo más común en su momento, y de estrenarse hace unos pocos años, habría tenido muchísima más relevancia.
En ‘Session 9’ este recodo espectral tiene lugar a modo de relato encajonado en las grabaciones de Mary Hobbes, que van mostrando sus múltiples personalidades hasta que en los momentos finales nos deja ver la voz de Simon, en lo que podría ser una entidad que posee a personas como ella o como Gordon. "Vivo en los débiles y los heridos, Doc", pronuncia. El mismo planteamiento que el del ser interdimensional de ‘The Empty Man’. Esto indica que todo el mundo es susceptible de romperse o que realmente Simon es una entidad maligna que perdura en el edificio.
Para Anderson ambas opciones son válidas, jugando con ese difícil juego de ambivalencia de personalidades múltiples que ocultan a una tercera (novena en este caso) y la anuncian como algo temible, algo que sospechosamente también fue la base de ‘Múltiple’ (Split, 2016) de M. Night Shyamalan, en la que Simon se sustituía por “la bestia”. El tema del demonio en el psiquiátrico “afectando” al protagonista también sería retomado en películas como ‘The Ward’ (2010) de John Carpenter, por ejemplo.
La influencia silenciosa
Pero la importancia de ‘Session 9’ tiene más que ver con el trabajo de personajes como Larry Fessenden, uno de los mayores activos del terror independiente de los 90. Películas como ‘Wendigo’ (2001) juegan en el mismo terreno que la de Anderson, no por casualidad hace un pequeño cameo en la película. Con su compañía de producción Glass Eye Pix insuflaría nueva vida al underground a principios de los 2010, con nombres como Jim Mickle o Ti West, o la onda mumblegore, que le debe también algo al film de Anderson.
El tono de películas como ‘La bruja’ (2015) conecta directamente con el de ‘Session 9’, cuyo enfoque íntimo para la creación de una atmósfera de inquietud constante, en lugar de asesinatos en dominó o sustos de volumen, podría ser hoy llamado "horror elevado” por los que utilizan (mal) dicha etiqueta. Aunque rara vez aparece mencionada como una influencia actualmente, se pueden encontrar rastros incluso en la serie ‘La maldición de Hill House’ (The Haunting of Hill House, 2018), con escenas de restauración particularmente similares.
El estilo sobrio y templado de Mike Flanagan tiene detalles en común, aunque las texturas de Anderson son mucho más mundanas y con raíces en un estilo más urbano y verídico propio de los 90, no tan estilizado y pomposo como las películas de, por ejemplo, Oz Perkins. Pero sin embargo, ‘Session 9’ mantiene una capacidad mesmerizante de entrar bajo la piel, dejarte temblando y mirando a la puerta del pasillo con miedo, que pocas veces se han vuelto a ver en el cine americano.
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