Lejos de serme de utilidad, el dichoso algoritmo que "cura" las recomendaciones que aparecen en mi página principal de Netflix tan sólo consigue potenciar los efectos de la conocida como "paradoja de la elección". El aluvión de títulos que me sugiere la plataforma de streaming cada vez que entro en su menú principal es abrumador, y me empuja a entregarme a lo imprevisible de la programación lineal ante mi incapacidad de decidir; pero hace un par de días, se obró el milagro.
Entre infinidad de series, películas y realities —y gracias a la creciente fijación de mi pareja por los k-dramas y diversas producciones asiáticas—, una miniatura llamó poderosamente la atención. Puede que fuese por su llamativo fondo amarillo o por las encantadoras criaturas con aspecto de roedor de fieltro que presidían la imagen, pero no pude resistirme y zambullirme en esta adorable miniserie animada sin tener la más remota idea de lo que me esperaba.
Por suerte, mi osadía terminó siendo sobradamente recompensada al descubrir una rareza nipona animada que, bajo el título de 'Los Pui Pui' —'Pui Pui Molcar' en su versión original—, me ha permitido disfrutar de la media hora más kawaii que puede encontrarse en la plataforma de streaming. Una colección de píldoras stop-motion que encierran tras su aparente cariz infantil unos valores de producción y un buen hacer narrativo realmente impresionantes.
Kawaii desu ne
Para ponernos en situación y comprender la gran calidad de la serie, cabe destacar que 'Los Pui Pui' nace de la colaboración entre dos gigantes japoneses como Banda Namco Entertainment y el veterano estudio de animación Shin-Ei Animation; responsable de clásicos de la talla de 'Doraemon' o 'Sin-Chan', que ya suman décadas en antena desde sus estrenos originales en 1979 y 1992 respectivamente.
Bajo el ala de ambas factorías, el animador, director y guionista tokiota Tomoki Misato ha dado forma a esta recopilación de cortometrajes de unos tres minutos de duración protagonizados por los Molcar; una suerte de híbridos entre cobaya y coche que se comunican únicamente a través de los sonidos —¡Pui, pui!— propios del animal, y que ya se han convertido en todo un fenómeno —y con razón— en el país del sol naciente, toneladas de merchandising incluidas.
A través de estos curiosos personajes, cada capítulo de 'Los Pui Pui' nos invita a desconectar durante tres piezas completamente mudas —ni tan siquiera hay intertítulos, lo cual amplía mucho sus fronteras en cuanto a distribución—en las que se plantean conflictos sencillos que se resuelven con unas dosis generosas de humor en clave slapstick, y en las que los seres humanos también hacen acto de presencia bajo su apariencia real cuando están dentro de los Molcar, y transformados en muñecos —muy en la línea de la genial 'Panic au Village'— cuando el punto de vista se sitúa en el exterior.
Más allá de su fantástica animación stop-motion, confeccionada con un mimo, una creatividad y un sentido de la técnica y la estética envidiables, si hay algo que eleva esta rareza a un nuevo nivel es su peculiar apuesta tonal. No cabe duda de que, en base, el target oficial del show es el público infantil; pero es entonces cuando la magia japonesa hace acto de presencia para apelar a un público adulto a través de la inclusión de metarreferencias y un sentido de la comedia más oscuro de lo que cabría esperar.
Molcars juerguistas, guiños a 'Regreso al futuro' y a iconos del anime como 'Sakura, cazadora de cartas', invasiones zombi o atracos frustrados se suceden en una explosión de creatividad para no tan niños que he devorado de una sentada y que se ha convertido automáticamente en mi nueva obsesión gracias a esa esencia made in Japan única en su especie. Genial.
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