A finales de 2003 todos sentimos, con el estreno de 'El retorno del rey', que se cerraba una saga imprescindible. Una casi perfecta trilogía cinematográfica que había reinventado la épica y logrado encapsular, de manera alquímica y mágica, todo lo que hacía especial a 'El señor de los anillos'. La dejamos marchar hacia Valinor con una sonora ovación. Hasta que nueve años después empezó la trilogía de 'El Hobbit', que más o menos aceptamos por venir del mismo equipo, creyendo que con esto ya terminaba todo. Pero en 2022 el libro volvió a abrirse, ya visiblemente ajado por el tiempo y la falta de paciencia, en 'Los anillos de poder', que no ofrecía nada tan especial como para justificar su existencia más allá de convertir una trilogía de éxito en franquicia. Y ahora, 'La guerra de los Rohirrim' sigue sin hacer que el retorno a la Tierra Media valga la pena.
Una saguilla para gobernarlos a todos
Está claro que, en este mundo donde todo el entretenimiento está regido por propiedades intelectuales, no iban a dejar marchar a 'El señor de los anillos' indemne. Hay que sacarle toda la leche a los hobbits hasta que ya no puedan dar más. Me encantaría decir que, pese a sus errores, 'La guerra de los Rohirrim' es un proyecto que se nota nacido del amor y de las ganas de contar más historias de la Tierra Media, pero durante las dos horas y cuarto de su metraje solo pude pensar en una cosa: este es un subproducto para salir del paso ideado en un despacho para que la marca siga viva en la cabeza del público general.
Y es normal que no haya tanto cariño detrás como en la trilogía original, ojo. Tampoco se lo podemos pedir cuando el arte se convierte en contenido. Al fin y al cabo, una vez se ha narrado el núcleo principal de la Tierra Media, ¿qué es lo que queda si quieres seguir dando vueltas a la rueda de molino? Escarbar en 'El silmarillion' como hace la serie de Amazon o en los 'Apéndices', como esta película. El resultado deja momentos épicos incontestables aupados por una banda sonora lo suficientemente potente que los enfatiza, pero están enmarcados en una trama tan ramplona y sencilla que en ningún momento logran emocionar.
'La guerra de los Rohirrim', si no tuviera el epíteto de 'El señor de los anillos' delante del título y varios name-dropping un tanto vergonzantes (especialmente en sus últimos minutos, donde se trata de hilar la historia con las películas originales de una forma chapucera), podría ser una película de fantasía medieval totalmente independiente, con ecos lejanos a Tolkien pero, sobre todo, a 'Juego de tronos'. No verás pasar por la pantalla elfos, enanos, magos o hobbits de ningún tipo: más allá de los animales míticos que sirven como enfrentamientos o aliados puntuales, el cien por cien del tiempo vemos en pantalla a la raza menos interesante de la saga.
O sea, los humanos enfrentados por el poder de Rohan y las conspiraciones, muertes y traiciones para conseguirlo. Si esperabas ver un mosaico de personajes viviendo aventuras en distintos lugares de la Tierra Media, olvídate: el material original funcionaba porque era un apéndice que disfrutar como curiosidad después de 'El señor de los anillos', un piscolabis para refrescarte tras tanta aventura, y al traspasarlo a la gran pantalla como producto individual pierde todo su carisma. Simplemente, no es capaz de aguantar el tipo: su narrativa es torpe, excesivamente simplona y solo destaca como absurda exaltación de los tópicos más ingenuos del género.
La virgen del Rohirrim
Pero un argumento simplón con una puesta en escena que recuerda más a Desembarco del Rey que a la Tierra Media puede pasarse por alto si los personajes son potentes. Sin embargo, se quedan en meros esbozos: el rey fuerte y justo, el villano despótico y vengativo (hasta unos límites hilarantes), la princesa empoderada y fuerte... No hay más donde rascar: mientras que en 'El señor de los anillos' Peter Jackson supo dar, aunque solo fuera en unos pocos minutos, una rica personalidad a todos sus personajes, aquí parecen llevados por jugadores novatos de rol que se lo están tomando demasiado en serio en su primera partida a 'Dungeons & Dragons'.
Faltan matices, sutileza, gusto por lo que se está contando. Salvo algunas peleas épicas que animan el cotarro, todo se nota desganado, gris, aburrido, casi como hecho por un comité que pretende dar al público "lo que quiere" sin tener ni idea de lo que es eso. Si para ti 'El señor de los anillos' solo son espadas, caballos, ejércitos y monstruos, disfrutarás de 'La guerra de los Rohirrim', porque, tristemente, no hay mucho más de donde rascar. Los diseños de los monstruos, eso sí, son fantásticos, y dejan ganas de ver qué habrían hecho si en lugar del asedio de Cuernavilla, Kenji Kamiyama hubiera preferido contar una historia propia de aventurillas en la Tierra Media.
A propósito de Kamiyama, director venido de 'Ghost in the shell' y 'Ultraman', no me veo del todo capacitado para criticar el estilo visual que ha escogido para esta película, tan personal como desconcertante. A veces la animación funciona estupendamente (en algunas luchas, en las huidas a caballo, en los momentos más épicos) y otras uno no puede evitar preguntarse por qué no se ha rodado con actores reales (en la gran mayoría de interminables escenas conversacionales). La elección del anime como medio es, sin duda, interesante y abre innumerables vías para contar historias, pero 'La guerra de los Rohirrim' no consigue aprovechar sus posibilidades y se queda a medias en sus intenciones, algo que es un continuo a lo largo de su metraje.
'La guerra de los Rohirrim' no es, en definitiva, un producto para los fans de 'El señor de los anillos'. Es una prueba, el equivalente fílmico a meter el pie en el agua para ver si está fría y comprobar si sigue habiendo un interés por parte del público suficiente como para convertirlo en una propiedad intelectual que deje secos los apéndices, 'El Silmarillion' y hasta los libros de Christopher Tolkien si es necesario. Y quizá ya va siendo hora de dejar claro que la mayoría de nosotros nos habíamos quedado saciados en 2003, al salir de 'El retorno del rey', y estirar el chicle solo va a hacer que tengamos ganas de volver a ver la trilogía original. O sea, y por entendernos de aquí a que se acabe esta manía de convertirlo todo en franquicia, la que eternamente será conocida como "la buena".
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