Pasan las semanas y 'El señor de los anillos: Los anillos de poder' continúa generando polémica y recibiendo no pocos palos por parte de un fandom que no termina de conectar con su exploración del universo de Tolkien. Pero, en la otra cara de la moneda, hay gente como este humilde servidor que espera la llegada de cada viernes para volver a zambullirse en la Tierra Media y entregarse a sus muchos placeres.
Con su quinto episodio, titulado 'Separaciones', la ambiciosa producción de Amazon Prime Video supera el ecuador narrativo de su primera temporada caldeando el ambiente y repartiendo las piezas sobre un tablero en el que, más pronto que tarde, comenzarán a llover espadazos, flechazos y litros de sangre —preferiblemente de orco—.
De nuevo, el director Wayne Che Yip vuelve a estar al frente de un capítulo que no descuida ninguna de las tramas abiertas, que vuelve a brillar especialmente en su descomunal apuesta formal y que me ha hecho volver a caer rendido ante una Galadriel que se ha convertido por méritos propios en la gran heroína televisiva del año. ¡Reina!
La hermosa y dura migración
El episodio arranca con los grandes olvidados de 'La gran ola'. Unos pelosos que continúan rebosando encanto y que poco a poco van dejando atrás la amabilidad de su trama mientras prosiguen con su migración. Un proceso que la serie ha decidido acelerar mediante una secuencia de montaje realmente hermosa con unos escenarios que quitan el hipo y que gritan a voces 'El señor de los anillos'.
Mientras el forastero continúa ayudando a la familia Brandipié a sobrevivir al éxodo, unos siniestros personajes con pinta de pocos amigos escudriñan el lugar en el que se estrelló en el inicio de la temporada. Un mal presagio si tenemos en cuenta cómo ha evolucionado la trama del misterioso hombre de las estrellas esta semana.
Después de que el líder peloso comience a barajar la idea de deshacerse del forastero, que continúa siendo visto como una amenaza por parte del pueblo, el hombre salva Nori y sus acompañantes del ataque de unos huargos, ganándose de nuevo la confianza de sus acompañantes. No obstante, la alegría dura poco, ya que termina hiriendo accidentalmente a Nori con una muestra de poder espectacular cuya fuente, esperamos, será revelada próximamente.
Traiciones necesarias
Mucho más interesante ha sido el desarrollo de la trama de Elrond y Durin. Era evidente que algo olía a chamusquina en la visita del elfo a su viejo amigo, y hoy hemos descubierto el secreto que se escondía tras ella; estrechamente relacionado con el mithrill, el preciado metal que supondrá la gloria y la debacle para los enanos de Khâzad-Dum y que es de vital importancia para nuestros amigos de orejas putiagudas.
Tras una espectacular escena que explica el origen del mineral —y que nos ha mostrado a un Balrog—, el rey Gil-galad explica a Elrond que los elfos están al borde de la extinción en la Tierra Media y que el mithrill, que, según se cree, contiene la luz del Silmaril perdido, es la única solución viable para asegurar su supervivencia.
Tras el desengaño, Elrond queda entre la espada y la pared, dudando entre si permanecer fiel a su amigo Durin, a quien le juró no revelar el secreto del mithrill, o pedirle extraer el preciado bien para asegurar el futuro de los suyos. Por supuesto, el enano apuesta por la amistad, pero las cosas no serán tan sencillas como aparentan.
Problemas en las Tierras del Sur
La división reina en la torre de vigilancia de Ostirith. El reducto de humanos que se han atrincherado para sobrevivir a la invasión de las Tierras del Sur por parte de las huestes de Adar comienza a dudar sobre las opciones de sobrevivir que tendrán de no hincar la rodilla y rendir pleitesía al enemigo; lo cual conduce a que buena parte de los supervivientes decidan huir para aliarse con las tropas oscuras.
Mientras, en la edificación, Arondir y Bronwyn intentan mantener a los pocos miembros de la resistencia unidos —no sin pocas dudas—, pero entonces, Theo informa al elfo la existencia de la extraña empuñadura que encontró en el pueblo. Un dispositivo que Arondir cree que es una llave para otorgar un poder extraordinario al portador que sepa cómo usarla.
Bajo este panorama, y con el ejército de Adar a días, o incluso horas de alcanzar su objetivo, la trama nos deja colgados sugiriendo que Ostirith, construida por los humanos seguidores de Morgoth en los Días Antiguos, posee una fuerza anhelada por los Poderes Oscuros.
Galadriel (y todo lo demás)
Y, como no podría ser menos, el episodio clausura con la trama de Númenor y con una escena tremendamente épica que marca, al fin, el gran punto de inflexión que muchos estábamos esperando. Pero vayamos por partes, ya que lo que parecía pan comido, que era la alianza entre elfos y humanos para reconquistar las Tierras del Sur, se ha torcido inesperadamente ante la división de opiniones en Númenor.
La predisposición de la Reina Míriel de ayudar a Galadriel —que nos ha dejado una escena de entrenamiento que vuelve a confirmar lo genial que es esta versión badass del personaje— continúa siendo firme pese al mal augurio de su padre, que le asegura que sólo encontrará oscuridad en su travesía. Pero esto, en el fondo, es lo de menos.
A pesar de que Kemen parezca quedar convencido por las explicaciones de Pharazôn, que sólo apoya la causa para poder expoliar la Tierra Media, el muchacho decide boicotear la misión haciendo explotar uno de los barcos que deberían partir a la mañana siguiente, lo cual hace peligrar una expedición que, de no ser apoyada por Halbrand, será cancelada por la reina.
Por suerte, las dotes conversacionales de Galadriel logran que el desertor se enrole en la lucha por recuperar su pueblo, culminando en una escena en la que nuestra elfa preferida sube a bordo de una de las naves con una armadura espectacular para capitanear a Elendil, Isildur y compañía en la lucha contra Sauron. Si esto no es épico, no sé qué lo será...
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