Es asombroso comprobar hoy cómo hace 20 años se recibió ‘Señales’, hoy disponible en Disney+, por parte de una sección del público y crítica que consideraron que la tercera película en el fantástico de M. Night Shyamalan no estaba a la altura de sus dos anteriores éxitos, la magistral ‘El sexto sentido’ (1999) y la muy querida ‘El protegido’ (2000). Ya sea por el cambio de Bruce Willis por Mel Gibson, bien sea porque por primera vez no tenía un giro de ninguna clase, fue recibida de forma tibia.
Vista ahora, asusta por cómo sigue funcionando y esa idea de que en su momento se trató cómo una producción menor de Shyamalan. La realidad es que no sólo está a años luz de todo lo que haría después, sino que mejoraba ya sus ideas de trabajos posteriores más laureados con el tiempo. Es una película que, guste o no, ha envejecido mejor que ‘El protegido’, que resulta un poco ingenua retroactivamente en su análisis del mito del superhéroe en una época en la que, a diferencia del principio de siglo, está más que fagocitado por la cultura de masas.
Sin embargo, ‘Señales’, por desgracia, ha tomado una nueva dimensión tras la llegada de la pandemia de covid, de alguna forma, su desarrollo tiene un parecido inquietante con los pasos en los que la humanidad se enfrentó a lo desconocido en 2020, albergando un paralelismo sorprendente con muchos de las fases que se experimentaron, desde los primeros signos iniciales —aquí unas marcas en los sembrados tomadas como bromas o engaños— a las primeras noticias en las que parece que hay algo más grave.
La cuarentena de los mundos
La externalización del “problema” desde Norteamérica a otros países —aquí en Latinoamérica, con el covid en China—, o la desinformación y las teorías conspiranoicas, que aquí se convierten en broma autoconsciente con los gorritos de papel albal, que en la peor etapa de la pandemia se tradujo en imágenes dantescas con personas con trajes de astronauta comprando en los supermercados, o las compras lavadas con diluciones de lejía, ya no hablemos de beber esa mezcla para eliminar el virus por recomendación del Presidente de los Estados Unidos de América.
Lógicamente, pocas películas han podido vislumbrar las locuras de Donald Trump y sus ramificaciones salvo los escenarios apocalípticos más delirantes de John Carpenter y George A. Romero, cuya ‘La noche de los muertos vivientes’( Night of the Living Dead, 1968) es, junto a ‘Los pájaros’ (The Birds, 1963), la principal influencia de esta película, por lo que no es de extrañar que ‘Señales’ sea un perfecto resumen de todas las obsesiones del cine fantástico y de terror apocalíptico que estaban por venir en la década de los 2000, resumiendo las fases de información televisiva, el aislamiento y la idea de terror global.
Esta concepción de evento a gran escala no era muy común en el género, aunque ahora lo tengamos más que asumido, en aquel momento era una novedad. Precisamente ese 2002 fue ’28 días después’ (28 days later, 2002) la que conectaría esa idea de miedo mundial con los zombies de George A. Romero, concibiendo en una sola película un condensado de su trilogía, que en el caso de Shyamalan se codifica con alienígenas, pero con los efectos sociales de una forma muy similar, especialmente a la hora de encerrarse.
Tanto la idea del cuentagotas de la televisión, como los tableros en las ventanas, como la disyuntiva de irse al lago o encerrarse en el sótano vienen del clásico de Romero, que a su vez estaba muy influenciado por Welles, tanto en su uso de claroscuros, como en la idea de su retransmisión de ‘La guerra de los mundos’, que aquí se cita de forma meta, pero sin dejar de alimentarse de su idea, de la sensación de pánico compartido y recreación de la experiencia de lo impensable irrumpiendo en lo cotidiano a un nivel apocalíptico. Y eso nos lleva a la conexión con Spielberg.
La conexión Spielberg
Si bien el director de ‘E.T., el extraterrestre’ hizo su interpretación de la novela de H.G. Wells de una forma más visceral y visual, integrando el concepto de catástrofe a través del imaginario post 11-S, también llevó la historia a un tercer acto minimalista en un granero, que no deja de ser muy parecido en muchos aspectos a ‘Señales’. Pero claro, esta misma idea de una familia encerrada en una granja que de pronto es visitada por extraterrestres no dejaba de ser ya una variación de la pieza más terrorífica y oscura de ‘Encuentros en la tercera fase’, cuando una mujer es asaltada por un ovni que se lleva a su hijo.
Y es que en cierta forma Shyamalan está haciendo una pequeña extensión de esa secuencia, con la idea bajo la manga de realizar una versión propia de lo que realmente iba a ser ‘E.T.’, una película de terror que bajo el título ‘Night Skies’ explicaba cómo una familia de una granja era asaltada por aliens con no necesariamente buenas intenciones. Una idea que el director de ‘Tiburón’ rumió durante años tras el encuentro de Kelly-Hopkinsville, donde una familia de Kentucky afirmó que habían sido aterrorizados por visitantes del espacio parecidos a gremlins, criaturas que, por cierto, como los Critters, también nacieron como racimo del difunto proyecto.
Es en su uso de los medios de comunicación y la sensación de disrupción del estilo de vida occidental en donde ‘Señales’ ya estaba marcando las líneas maestras del cine zombie que venía, sin usar ningún zombie. De hecho, todo lo que intentó en ‘El incidente’ (The Happening, 2008) ya estaba abocetado aquí, de forma siempre más elegante, más armónica, superior en su lectura de la ciencia ficción con John Wyndham en la brújula. Con razón hay paralelismos en su dinámica pandémica, tanto en su forma de reflejar la cuarentena, como en la paranoia y los avatares de la convivencia.
Maestro del terror
Pero sobre todo, Shyamalan consiguió una pieza más terrorífica que muchas actuales con una calificación PG-7. Sus momentos de horror son de lo más exquisito que se ha visto en los últimos 20 años en la gran pantalla, conducido por el mítico segmento found footage integrado en las noticias, con un cumpleaños en Brasil alterado por la visita de un alien caminando con la misma postura que el bigfoot de una de las fotos más famosas de la mística de la critozoología. Habían pasado tres años desde ‘El proyecto de la bruja de Blair’, pero casi nadie utilizaba el recurso en el cine comercial de gran estudio.
Pero el fragmento de noticias no es el único momento memorable. La silueta del techo, la patita en el sembrado, la rendija bajo la puerta, o la mano en la caldera del sótano... Todos son una clase maestra de tensión sostenida, pareidolia, e imágenes indelebles. Shyamalan va más allá en su arquitectura del miedo y prefigura uno de los sustos más utilizados en la era del que luego llamaríamos "terror Wan", el del reflejo de la televisión, que primero recicló ‘Expediente Warren 2: el caso Enfield’ y luego tendremos también en ‘Verónica’, ‘Malasaña 32’ y otras cuantas.
Pero además de ser una gran película de terror, lo que más sorprende hoy en ‘Señales’ es comprobar la elegancia y paciencia de Shyamalan al introducir sus temas de duelo y la pérdida de la fe. Mientras que en el cine de género que hoy busca estar cargado de drama, sustancia y significado, sus ideas se plasman de forma literal y con las intenciones cristalinas, aquí casi hasta la mitad de la película no ninguna referencia clara al momento pasado que atormenta al protagonista y se va convirtiendo en la clave para descifrar su dilema de fe, y cómo lucha por no trasladarlo a sus hijos.
Un momento de gracia único
Algo que se criticó de la película es su fondo religioso, pero lo cierto es que es está tratado con algo más de ambigüedad de lo que se le presupone, ya que le personaje de Gibson no tiene una epifanía divina, sino que decide entrar dentro de su propia definición de tipos de personas, explicada a su hermano en un (magnífico) diálogo previo, los que quieren ver hilos ocultos dirigiendo la vida y los que no, él desea ver una casualidad y decide que no es tal cuando considera que el “batea Merrill” que le transmitió su esposa era consecuencia de una conexión sináptica arbitraria de una moribunda.
Pero cuando afronta de verdad la muerte, acepta esa coincidencia porque tiene el recuerdo de su compañera despidiéndose, que es algo que le afecta, y queda condicionado para ver ese momento "mágico". Esa lateralidad es perfecta cinematográficamente, juega con la fantasía mística en el final en el que el bate de béisbol se alinea con su hermano —un momento tremendamente Stephen King, por otra parte— pero sus tesis de "no creer" son también muy elocuentes y te dejan la posibilidad de que esas señales sean algo que en el fondo quiere ver él, como forma de darle por fin algún significado a la muerte de su mujer.
‘Señales’ es probablemente la única película de Shyamalan realmente a la altura de su ‘El sexto Sentido’, ya adelantando los temas del miedo como herramienta de manipulación de la era Bush y el aislamiento que concentraba el discurso de ‘El Bosque’, solo que cuando se estrenó apenas había dado tiempo a que empezara la guerra de Afganistán. Mucho más visionaria que aquella sin recurrir a subrayados, supo combinar la ternura con el humor de forma brillante, conectado a Romero con ‘The Twilight Zone’ en un guion escrito con escalpelo en el que funciona hasta su humor excéntrico. Duele ver como el autor jamás se ha vuelto a acercar a este momento de gracia.
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