Dirigida por Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, la película explora el camino que llevó a la grabación de 'Una semana en el motor de un autobús'
Se estrena en cines el 24 de mayo ‘Segundo premio’, dirigida por Isaki Lacuesta y codirigida por Pol Rodríguez, tras hacerse con el premio a la mejor película, a la mejor dirección y mejor montaje en el Festival de Málaga. Probablemente sin referencias nadie iría a verla por sí misma, pero es una película sobre el grupo musical español Los Planetas, aunque en su publicidad pone convenientemente “Esta no es una película sobre Los Planetas”.
Y efectivamente, no hay ninguna referencia a que el grupo se llame así, de hecho hay algunos subterfugios de guion para que el nombre de los personajes no aparezca de forma concreta en los diálogos. “No es una película sobre Los Planetas sino sobre la leyenda de Los Planetas, porque enseguida vimos que todo el mundo contaba historias distintas y a mí eso me estimula mucho", explicaba Lacuesta en una entrevista para RTVE.es.
Por supuesto, esto es una obra que cautivará a los grandes fans de la banda, por sus detalles y anécdotas y porque su música hace acto de presencia en todo el recorrido hasta grabación de su tercer disco, ‘Una semana en el motor del autobús’, aunque lo interesante del planteamiento es que nadie en la película sabe que ese disco cambiará para siempre la escena musical de todo el país. Y esa reverencia es la única mitomanía que se permite la película, que funciona también incluso para quienes no tengan buena opinión de la banda.
Más allá del indie
Y esto es así porque no se corta en retratar a los personajes como un puñado de gilipollas, antipáticos, no necesariamente héroes de nada, por lo que le da un automático puñetazo de hiperrealidad a lo que nos cuenta, casi como un documental íntimo que nunca existió, que está más pendiente de lo que sienten unos chavales en la Granada de finales de los 90 que de sus logros y hazañas.
Ya solo su emplazamiento, un lugar en plena efervescencia artística y cultural, recrea una época de forma insólita, sin idealizar sus bares llenos de humo y movimiento juvenil, pero al mismo tiempo dejando clara la gran diferencia con la escena actual. De hecho, no ubican los acontecimientos en la década, sino que la película se limita a poner “siglo XX”, como si lo ocurrido fuera, efectivamente parte de una prehistoria muy lejana.
La decisión de no ubicar el inicio de lo que ocurre en el clásico “chicos se conocen y montan un grupo de música indie” sino en un punto tras su primer éxito, cuando vive su momento más delicado, es una declaración de intenciones. Asistimos al momento en el que la bajista rompe con la banda buscando su sitio fuera de la música y el guitarrista está inmerso en una peligrosa espiral de autodestrucción, mientras, el cantante se enfrenta a un bloqueo creativo que le impide escribir su música con fluidez.
Mucho más que un artefacto fan
Ha sido comparada con ‘Control’, el biopic de Ian Curtis, pero ‘Segundo premio’ es mucho más auténtica, menos de estampas en un blanco y negro preciosista y más de captar pura verdad, explorando incluso el sentimiento granaíno, desde la forma de ser, expresarse (o no expresarse) hasta cómo el carácter ha influido en creadores de la tierra como Federico García Lorca, y cómo estos se acaban integrando en el legado musical de la propia banda.
Buena parte de la crisis de la creación y el momento del grupo tiene que ver con el equivalente a Florent, el guitarrista adicto que no tiene muy claro su papel en la banda. Interpretado de forma magistral por Cristalino, que da forma a un personaje que se sale de la pantalla, que toca los recuerdos de cualquiera con un amigo un tanto callado y problemático, un tipo con el que parece que te hayas encontrado, creando momentos de comedia tragicómica y llenando de carisma cada encuadre donde aparece. Un descubrimiento.
Mucho más allá de un biopic para fans, si será buena ‘Segundo Premio’ que hasta ha hecho llorar al escéptico de Los Planetas que aquí escribe en su emocionante tramo final. Una preciosidad sobre la amistad, emociones reprimidas, latentes y la creación artística como forma de expresión de lo que no puede materializarse en palabras. Dan ganas de quedarse a ver la siguiente grabación y la siguiente, toda una sorpresa que trasciende el valor inherente de la música que acompaña a las imágenes.
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