“De un modo u otro, siempre he sufrido. No sé por qué. Pero sí sé que ahora no estoy tan asustada para sufrir. Siento más de lo que he sentido nunca, y he encontrado a alguien con quien sentir. Para jugar. Para amar de un modo que es bueno para mí. Espero que sepa que veo lo que él sufre. Y que quiero amarle.”- Lee (Maggie Gyllenhaal)
Cuando se estrenó (con dos años de retraso) esta película en nuestro país, muchos no sabían qué hacer con ella, ni qué esperar. Esto fue todavía más acusado en su país de origen, claro. ¿Una historia sobre masoquismo, entre otras variantes de sexo morboso, en una oficina? Supongo que la razón de que se estrenara en ambos países, y en muchos más, y de que hiciera cierto ruido (aunque no demasiado, por desgracia), fue su premio en Sundance, que todavía es un festival que, de cuando en cuando, es capaz de arriesgarse con propuestas interesantes que se alejen de lo establecido. Ciertamente, en ‘Secretary’ (id, Steven Shainberg, 2002) hay masoquismo, y sadismo, y fetichismo, y bondage, y algunas cosas más, pero no son el tema de la película, pese a todo. En realidad, lo que prevalece es el retrato a ratos atormentado, a ratos entrañable, de su carácter femenino protagonista, la inolvidable Lee Holloway, que en verdad es un bombón de personaje, por mucho que para interpretarlo sea necesario echarle un poco de coraje. Pero más por su complejidad que por lo, en teoría, truculento de la historia.
Si el lector de Blogdecine se anima a comprar esta película, es muy probable que la encuentre en la sección de “cine erótico”, o cualquiera de las etiquetas que a modo de eufemismo designan largometrajes que contengan alto contenido sexual. Pero, en mi opinión (que sé que a nadie le importa un carajo, y menos a los dueños de los grandes almacenes), ‘Secretary’ debería figurar en una apócrifa sección de “cine morboso-romántico”, cuando no en la de “drama”, sin más complicaciones, porque se trata de una película que asombra por la elegancia y la lucidez con la que trata algunos temas verdaderamente espinosos, como son la autolesión como única vía de escape a un extremo sufrimiento anímico, la necesidad de expresar los propios sentimientos por muy extraños y oscuros que estos sean, determinados gustos sexuales que incluyen la humillación y la dominación del otro, o una pasión compulsiva que deriva de una soledad casi patológica. Todo ello para, en realidad, contar una emocionante historia de amor.
La reprimida y su apuesto jefe
En verdad, esta historia funciona tanto a un nivel narrativo, como también en varios niveles metafóricos o de parábola, porque la extraña relación que une a la tímida, insegura, voluntariosa Lee Holloway con el misterioso, apuesto, retorcido abogado Grey, tiene mucho de onírico, cuando no de surrealista e incluso de alegoría del dolor y de la compasión que una pareja ha de sufrir y sentir hasta comprenderse del todo mutuamente. Es un gran mérito de Shainberg que un relato de estas características (adaptado de un cuento corto de Mary Gaitskill, cuento al que se le alteró el final y algunos detalles menores) no se le vaya nunca de las manos, y que sepa hacer de la contención su mayor virtud, hasta el punto de que nunca se tiene la sensación de morbo fácil, más bien de una gran comprensión por dos personajes tan poco comunes en el cine. Porque si Holloway es un gran personaje, no menos lo es el señor Grey. Ninguno de los dos queda descuidado en favor del erotismo de las imágenes, y eso es indicio claro de que se han tomado el proyecto muy en serio.
Hay mucho aire de ese cine “indie” que proliferó en los años ochenta y noventa y que ahora parece amansado, inocuo. El diseño de producción, minimalista y casi barroco, de Amy Danger (bonito nombre…) induce a ello, aunque la dirección artística de las oficinas de Grey es soberbia y está cuidada al detalle. Como si de una ensoñación se tratase, los colores, la disposición de las luces, el mobiliario…realmente es otro mundo al que accede Lee y que le va a proporcionar, no sin un aprendizaje, la ansiada libertad espiritual y sexual. De familia disfuncional, Lee se siente sobre todo una incomprendida, que no sabe muy bien lo que siente acerca de nada. El choque con el señor Grey es lo más parecido a un despertar, a una transformación, que conllevará, después de un camino tortuoso e irregular, a una nueva vida plena y satisfecha. Y no hay el menor desmayo de ritmo ni de interés en ese viaje de Lee, con una interesante galería de secundarios y con un arriesgado climax que se sostiene sin aparente esfuerzo.
Creo que Maggie Gyllenhaal está muy bien como Lee, del mismo modo que James Spader está imponente como Grey. Ella es una actriz muy interesante y poco usual, por lo que seguramente está condenada a ser una eterna semi-desconocida. Él hace mucho que es uno de los secundarios más solventes del cine americano, y ocasional buen protagonista, que ahora, como tantos de los buenos, se refugia sobre todo en buenas series de televisión. Ambos funcionan increíblemente bien juntos, y la pantalla se llena de verdad y de emoción cada vez que comparten imágenes. Llegan al punto de que solamente se ven sus personajes, nunca a los actores o a su interpretación, tal es la intensidad con la que viven este retorcido y finalmente luminoso romance, en uno de los dúos más sensuales de los últimos años. la bufa y en cierto sentido ambivalente música de Angelo Badalamenti (habitual de David Lynch), así como la fotografía de Steven Fierberg terminan por redondear una propuesta bastante valiente, más sensual que sexual, más psicológica que erótica.
Shainberg, cuya carrera posterior parece estancada, filma de un modo que asemeja un Lynch primerizo, y por eso la elección de Badalamenti como compositor de la música no parece una simple casualidad. Se muestra valiente, desprejuiciado, contando los gustos de Grey y la alteridad de Lee, y trata al espectador como a un ser inteligente, que no ha de escandalizarse por cualquier cosa. Por otro lado, tampoco muestra tanta carne, y el respeto y la compasión por sus personajes es máximo. Pero, sobre todo, ‘Secretary’ resulta una película tremendamente divertida y adulta, que aunque emplea algunos arquetipos para indagar en fantasías sexuales habituales, no lo hace de un modo típico ni manipulador, sino sensible, sincero y también lúdico. Otros cineastas habrían cargado las tintas en el estilo, o en lo morboso, desequilibrando quizá el relato. Pero Shainberg es humilde, y quizá por ello su película vale bastante más que otras propuestas que se quedan a medio camino de todo.
Conclusión e imagen favorita
En muchos aspectos una notable película, a la que quizá se le puede achacar que fuera de ese magnífico dúo protagonista, hay un contraste bastante grande de intensidad. Pero merece mucho la pena acercarse a sus imágenes, y disfrutar de su humor negro y de su sensualidad. Mi imagen favorita es la última de todas, con Lee mirando a cámara (no revelaré qué acaba de suceder…), y con la sensación de un viaje y un anhelo cumplidos.