El prolífico Lav Diaz, una de las voces más significativas del cine filipino, es también un marcado desconocido por la escasa distribución de su obra. A pesar de su presencia en el circuito de festivales -Premio Alfred Bauer en Berlín por 'A Lullaby for the Sorrowful Mystery' y León de Oro en Venecia por 'The Woman Who Left'-, su filmografía no ha tenido distribución en nuestro país más allá de muestras, proyecciones institucionales o como parte de la programación en certámenes.
Precisamente por ello es reseñable que en el marco de la V edición de FILMADRID, la ecléctica propuesta cinematográfica de los márgenes y las periferias celebrada el mes pasado, se proyectara como sesión especial una de las últimas películas del autor filipino, 'Season of the Devil', una peculiar propuesta que desmantela el género musical y coquetea con el terror para resignificar sus códigos, al mismo tiempo que visibiliza la lucha de su pueblo. Y que dura casi cuatro horas.
Lav Diaz, plenamente comprometido con el rumbo de su país y la historia social de la lucha filipina, sigue utilizando el blanco y negro como rúbrica de una cartografía de sufrimiento social, al que suma en este monumental y extenso ejercicio fílmico las voces solitarias que cantan una revolución y una historia de opresión al pueblo. Repensando así el propio género de forma similar a cómo hiciera 'The Act of Killing' con la ficción y la no-ficción.
'Season of the Devil' es un atípico musical que se desnuda y se ofrece a cappella, lo que convierte al silencio en una herramienta dramática fundacional. Pareciera, de hecho, que las voces de los personajes del filme sólo son capaces de cantar, con lo que las melodías sin instrumentación se convierten en el único elemento que puede mostrar el horror del pueblo filipino. Pues la máxima central de Diaz es dar voz a los que ya no la tienen, a los que nunca pudieron hablar.
Un musical desnudo
La película comienza con una de las pocas voces que no cantará durante el metraje, que anuncia que la historia se ambienta durante los años 70, la época de la Ley Marcial bajo el gobierno de Ferdinand Marcos, que ejerció el poder en Filipinas durante 21 años y fue dictador más de la mitad de su mandato.
Ésta Ley Marcial se ejecutó ante la amenaza de insurgentes comunistas e islámicos, y suspendió los derechos de la población, otorgando facultades extraordinarias a las fuerzas armadas y convirtiendo al propio Marcos en catalizador del poder.
Bajo este contexto, una milicia se instala en un remoto pueblo filipino, y se dedica a aterrorizar a la población con un cántico que bien pudiera recordar a Masiel, pero con un cariz que convertirá este "la, la, la" en un rugido de horror. Será la repetición de esta melodía la que añada una capa de género más a la cinta, transmutada, por momentos, en un consciente filme de terror.
Otra de las voces que no canta, al menos en su primera intervención, es la de Hugo Haniway, que recita un bello poema en un ambiente festivo, sin ser consciente de la tragedia a la que se enfrentará durante la cinta, fraguada a fuego lento. El poeta y activista emprenderá una desgraciada búsqueda en la que intentará encontrar a su amada Lorena, doctora que se dirigirá al poblado ocupado por las milicias para auxiliar a los lugareños y combatir, con su sola voz y sus canciones, la opresión.
Estas dos intervenciones no musicales marcan de forma significativa el devenir de 'Season of the Deavil'. Mientras que la primera sirve para señalar el contexto en el que se desarrollará la historia al mismo tiempo que declara el homenaje a las víctimas, la segunda, mucho más significativa, es el poema de Haniway, la única forma, además de la canción, que el director se permite incluir, declarando que en la barbarie, sólo el arte es posible y, por extensión, visible y audible.
El balbuceo de una revolución
La repetición de temas musicales, todos ellos compuestos por el director, también marca otra de las sendas que sigue 'Season of the Devil'; su reiteración transfiere a las canciones un aspecto folclórico. Las melodías, repetidas una y otra vez, quieren formar parte de una tradición oral que pueda expandirse, por lo que de la repetición nace la voluntad explícita de Diaz de fijar en la memoria de quien mira la desgracia que sus personajes cantan.
Esta particular descomposición del género musical también desnuda las propias coreografías, inexistentes en la puesta en escena. Y es que a pesar de la existencia de coros -especialmente significativos en las canciones de las milicias- que acompañan a la tonada principal, no hay voces discordantes, sino melodías monocordes que insisten, esta vez, en la generalización de la tendencia hacia la masa. Así, la individualidad queda anulada, y sólo queda un ente colectivo y servil a la revolución.
Narciso, el adorado líder de las milicias, tiene cosida a la espalda una segunda cara que parece señalar su vigilancia en 360 grados. Además, el personaje tiene otra de las intervenciones que no son cantadas, y que, para más inri, es la única ocasión en la que no aparecen subtítulos. Bien es cierto que Narciso no habla como tal, sino que profiere gritos ininteligibles de forma continua, pero la decisión de no traducir lo que dice no es casual.
'Season of the Devil': Un musical militante que no rechaza su apuesta estética
El personaje es el imán de las adulaciones de los militares que aterrorizan el pueblo, y sus rugidos inentendibles son aplaudidos por cuantos le siguen. Diaz configura a través de esta simbólica omisión de traducción la más clara crítica de su cinta: las palabras que quizá tuvieron sentido en el pasado, llenas de ilusión por el progreso, se han convertido en berridos desprovistos de todo significado y que ahora dejan un ruido sólo apto para acólitos.
El vacío en 'Season of the Devil' también se extiende a las imágenes de la cinta, que retratan lugares sin apenas mobiliario y que, así, reflejan la pobreza del pueblo filipino. La ausencia casi total de movimientos de cámara convierten al estatismo no ya en marca estética de la película sino en apuesta de representación que permita a la mirada la retención de los hechos que se suceden.
Hay, sin embargo, algunos momentos en los que la luz se apodera del cuadro y ocupa, aunque sea durante pocos segundos, el lugar protagónico de la imagen. Y son estos destellos candentes, a pesar del trágico relato de Diaz y de los terribles hechos que 'Season of the Devil' retrata, a los que apunta el director, en busca de una llama de esperanza a la que el pueblo filipino pueda agarrarse.
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