Tobin Bell, a sus 81 años, no quiere que nadie le quite la corona del rey del slasher sádico y de querer verle los higadillos a sus víctimas
Todo el cine no puede ser juzgado por igual. Uno no tiene las mismas expectativas al entrar a ver lo último de Scorsese que al ver la nueva entrega de ‘Padre no hay más que uno’, al igual que no sería justo pedirle lo mismo al corto que ha hecho tu primo con el móvil que a ‘Ciudadano Kane’. Quizá por eso he disfrutado tanto con ‘Saw X’, una película que tiene claro a lo que va y no quiere disfrazarse de lo que no es: una fantasía de pruebas macabras, gore a raudales, extremidades arrancadas y giros de guion tan absurdos como eficientes. ¿De verdad a estas alturas vamos a pedirle más a la décima parte de un slasher como este?
Vamos a jugar a un juego
La cronología de ‘Saw’ es un lío, y la propia franquicia se ha dado cuenta después de dedicarse exclusivamente a los fans más entregados con películas que seguían a distintos pupilos de Jigsaw y liaban la madeja mucho más de lo que merecía la pena. Tras el fracaso a todos los niveles de ‘Spiral’, una idea de Chris Rock para revitalizar la saga que solo consiguió hundirla más, el equipo se puso manos a la obra para volver al clásico básico: malas personas, trampas, sangre y crueldad sin ambajes. ¿Para qué más?
Lo curioso es que ‘Saw X’, que vuelve a estar dirigida por el artífice de ‘Saw VI’ y ‘Saw 3D’, Kevin Greutert (que además fue el editor de las cinco primeras y de ‘Jigsaw’, todo un artesano de la saga), dedica un tiempo más que prudencial a explicar las nuevas motivaciones de John Kramer en un largo (pero agradecido) primer acto en el que el asesino va a México para curarse de su tumor con un tratamiento experimental. Por supuesto, la película cae en todos los tópicos que podáis imaginar, desde el filtro amarillo en cuanto se baja del aeropuerto hasta los secuestros en mitad de la nada. No pasa nada: es ‘Saw X’ y vive tan renqueante como el propio Kramer. Hay que entenderla, quererla y, por qué no, perdonar sus errores.
Los guionistas y el director han afirmado que esta es la ‘Saw II’ real, y, aunque parezca una boutade, tiene sentido, sobre todo, teniendo en cuenta que por aquel entonces la franquicia era aún una idea por desarrollar y todo el material del que disponían era una pequeña película independiente de terror con presupuesto casi nulo. Eso le permite margen de maniobra para hacer crecer a Jigsaw como personaje y conseguir que el espectador comprenda sus motivaciones mejor que nunca, pero no le impide volver a aquello que, a partir de la secuela, hizo conocida a la saga: las máquinas complejas, la sangre a destajo y el sadismo habitual. No lo querríamos de otra forma.
El plan C
Una buena película de ‘Saw’ tiene tres ingredientes: primero, el propio Jigsaw (o uno de sus aprendices) haciendo cábalas con la moralidad para matar a gente aleatoria, un poco al estilo del Punisher de Marvel. Segundo, unas pruebas que salpiquen a un público deseoso de ver hasta los higadillos de las víctimas. Y tercero, unos giros de guion siempre acompañados de la banda sonora habitual de la saga (la famosa pista ‘Hello Zepp’). Y de esos tenemos para dar y repartir en ‘Saw X’. No podría ser de otra manera.
A lo largo de ‘La casa de papel’, el Profesor demostraba, casi hasta un punto de autoparodia extrema, que por cada plan A había un B, y por cada plan B había un B-2, por si acaso. Bien, pues Kramer tiene tan cogidas las costuras al puesto de asesino mayor del reino que deja en bragas al mismísimo Profesor. Dado que los espectadores ya conocemos su destino, una vez vistas las nueve partes anteriores, solo queda sentarse a disfrutar, con sobresaltos fortuitos y giros imposibles, de las pruebas que más le ponen contra las cuerdas (con la excepción, por motivos obvios, de ‘Saw III’). Incluso entonces, tiene una mano ganadora. Un plan D. Y verlo, como espectador consciente de la pantomima, es una verdadera gozada.
Sé lo que estáis pensando: ‘Saw X’ tiene todas las papeletas de estirar el chicle hasta el extremo y aspirar a la desesperada el último huevo de la gallina de oro. Y además, su calidad fílmica debe estar bajo tierra, con un argumento desgastado que siempre vuelve a lo mismo una y otra vez, como si se tratara de un procedimental del asesinato cruel. ¿Y sabéis qué? Tenéis razón. Es cierto, al cien por cien. La décima parte de ‘Saw’ no es buena en el sentido estricto de la palabra. De hecho, puede que no sea tanto una película como un festín gore. Pero hacía mucho tiempo que no me lo pasaba tan bien con esta franquicia que está dando sus últimos coletazos agónicos.
Que sí, que ya te hemos visto
Se supone que ‘Saw’ debió haber muerto en su séptima parte, pero sigue sobreviviendo una década después, resistiéndose a una muerte anunciada que, a estas alturas, podría llegar en cualquier momento sin que nadie se sintiese afectado: las tramas están cerradas y, a estas alturas, lo mejor que pueden hacer para no liar más las cosas es ir rellenando huecos, como si del ‘Obi-Wan Kenobi’ de lo macabro se tratara. En lo personal, agradezco que en esta décima parte se hayan tomado la molestia de aparentar que parezca una película en lugar de un simple muestrario de brazos cercenados y sangre escupiendo a la cámara, aunque nunca consiga pasar de su estigma como secuela simplona. ¿Acaso lo necesita?
‘Saw X’ ha costado alrededor de diez millones de dólares, y probablemente multiplicará esa cifra por diez en la taquilla. No precisa mucho más para que la fábrica de churros sangrientos nunca deje de funcionar. Y si empieza a estropearse, como demostró en la horrorosa ‘Spiral’, es tan fácil como dejarla descansar quince años y esperar a que un joven y talentoso director la rescate del olvido para ofrecer un reboot aclamado por la crítica. Mientras tanto, nadie está engañando a nadie: si entras a la décima parte de un slasher esperando la frescura de obras de prestigio más modernas, la culpa de no satisfacer tus necesidades no es precisamente de la película.
¿Quieres ver un ‘Grand Prix’ del dolor en una sucesión de máquinas sangrientas a pleno funcionamiento? ¿Un par de giros que salpimenten una historia que está telegrafiada desde el primer minuto? ¿Una agradecida escena post-créditos solo para fans? Entonces ya sabes lo que verás en ‘Saw X’, una película sincera con su funcionamiento interno que en ningún momento promete lo que no es capaz de dar: un festival de la casquería que se toma un tiempo en empezar pero que cuando lo hace es imparablemente divertido. Al menos, si eres consciente de lo que vas a ver. No siempre pasa.
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